Diego González Rivas, cirujano: «Un día puedes estar en el mundo de los sanos y al otro en el de los enfermos»

Éxito mucho pero ninguna rutina pausada. Y por decisión propia. En las primeras páginas de su libro habla de un momento en el que, durante una madrugada de los primeros días de la pandemia, busca a tientas el camino de vuelta a la cama -exagerando o no- y no atina a encontrar ningún interruptor. Su casa de La Coruña se le hacía un lugar desconocido porque solo la pisaba un par de veces al año. ¿El resto? Recorriendo el mundo -ha estado en 138 países, para ser exactos- mientras enseña a otros cirujanos sus conocimientos.

«Lo que me mueve es la pasión que tengo por mi profesión, la vida que llevo y el ritmo que llevo. Si no tuviera esta pasión, no podría. Mi miedo es perderla algún día y eso me pasó durante la pandemia», confiesa.

Esa devoción por su profesión nació de pequeño. Reconoce que se sentía atraído por la comedia y quería ser actor pero la medicina es algo que ha estado siempre en su vida; su madre era enfermera y ha pasado mucho tiempo con ella en el hospital. Ahí, recuerda, «veía cómo trataba a los pacientes, cómo mejoraba la calidad de vida de las personas, cómo ayudaba a la gente», y le gustó la idea de poder ayudar a los demás: «Vi que la cirugía era una forma en la cual tú con tus propias manos podías realizar acciones que incidieran directamente en la salud de los demás y mejorasen su calidad de vida. Y me empezó a apasionar».

Diego González Rivas inició su profesión como cualquier otro cirujano pero fue un viaje a Estados Unidos el que empezó a cambiarlo todo. El experto cuenta que allí se hacía videocirugía, que era operar con incisiones pequeñas, sin abrir el tórax, y descubrió gracias a otros expertos que podía hacerse una cirugía tan solo con dos incisiones. «Ese cirujano era el único en el mundo que lo hacía, y cuando volví a España empecé a hacer la cirugía con dos incisiones, así que fuimos los primeros en Europa en llevarla a cabo», dice.

«Un día puedes estar en el mundo de los sanos y al otro en el de los enfermos»

Diego González Rivas

Cirujano

El aprendizaje podría haberse quedado ahí pero González Rivas no se conforma. Se dio cuenta de que quizá se podía evolucionar aún más cambiando la configuración y poniendo todo el instrumental por una misma incisión: «Dije, '¿por qué no?' e hice esquemas, probamos en cirugía experimental y al ver que era posible hicimos el primer caso en 2010. Lo demás es historia.

Al parecer, los «trucos» quirúrgicos son de cada uno, pero él decidió expandirlos: «Los cirujanos normalmente se guardaban el conocimiento, quizá por miedo o por no querer que otros destacaran, que fueran mejores que tú. Yo, en cambio, vi que el camino era otro, que las cosas había que hacerlas de otra manera, y creía que si compartía el conocimiento, llegaría a más profesionales; ellos a su vez aprenden la técnica y se aplicaría a más pacientes, por lo cual se beneficiará más gente. Es el esquema que tenía yo en la cabeza y no quería ser el único en practicarlo».

Y no hubo marcha atrás. Aunque su trayectoria empezó mucho antes, esto fue un punto de inflexión en su carrera. Independientemente de sus contratos y trabajo altruista -que lleva a cabo gracias a la Fundación Diego González Rivas-, este cirujano ha ido creando centros por el mundo -India, Bosnia o Alemania- para enseñar a otros médicos a aplicar la técnica, además de impartir masterclass y operar donde nadie se ha atrevido antes. El principal objetivo siempre ha sido y es reducir el dolor en los pacientes.

«Me gusta y disfruto yendo a otros países, motivando a los cirujanos locales, salvando vidas muchas veces. Si no vas a África o al sur de América a operarlos, nadie va a hacerlo. No es como aquí: allí sí que salvas vidas. En España aliviamos, curamos, mejoramos la calidad de vida, pero salvamos vidas pocas veces. Algunas veces sí, pero pocas», dice, y ya es más fácil entender cómo funciona su mente y su día a día.

Entre operar a 20 pacientes en un fin de semana o pasarlo tumbado en un sofá viendo películas, Diego González Rivas se queda con lo primero sin pestañear. «La felicidad es hacer lo que te gusta en cada momento y disfrutar cada día. Por eso muchas veces cuando hablas de la felicidad la gente no puede cuestionar la tuya», afirma. El fin de semana del 1 de marzo estuvo operando toda la tarde con su equipo, ayudando a varias personas: «Eso es impagable. Todo eso que yo viví, aunque dentro de un entorno de estrés, me mantiene vivo. Es para mí mucho más gratificante que estar tirado en casa pensando qué hacer».

No es rapidez sino destreza lo que hace que Diego González Rivas haya operado hasta 17 cirugías de cáncer de pulmón en un solo día. ¿Cómo es posible? Con la experiencia que le avala. Trabaja en uno de los hospitales más importantes del mundo -Shanghai Pulmonary Hospital- porque fue en China donde implementó su técnica en 2012 y aunque el número pueda parecernos desorbitado a quienes no controlamos del tema, tal como lo describe, es a lo que están acostumbrados: «El día anterior a las operaciones reviso todos los casos uno a uno y cuando entro a quirófano empiezo a operar. Ya no abro ni cierro y ahí se gana tiempo. Es un equipo experto, entrenado, que saben exactamente dónde quiero la incisión».

Aunque no tiene un número exacto de personas intervenidas, este cirujano ha tratado a más de 10.000 personas, muchas de ellas se encontraban solos pero la inmensa mayoría contaba con familiares que las esperaban. En su libro se puede leer cómo en numerosas ocasiones mantiene conversaciones con todos ellos, y resulta abrumador la gran empatía que muestra por estos pacientes.

«Intento que no me afecte, pero a veces sí ocurre. Procuro centrarme en la persona que estoy operando y cuando opero veo un acto técnico. No puedes dejar influenciarte por quien está en la mesa, por su tragedia. Eso sí, cuando acabas la cirugía ya empieza la relación con el paciente. Soy muy cariñoso con ellos, muy cercano, les doy mi móvil, los abrazo... A mí me encanta esa cercanía; es fundamental porque es terapéutica», considera el doctor.

El ser tan cercano lo hace ser, a su vez, una persona humilde. Para él, «la vida es una montaña rusa», y asegura que los médicos lo saben mejor que nadie. «Hoy estás bien y mañana te diagnostican una enfermedad grave», recuerda, y afirma que, a veces, cuando tiene enfrente a un enfermo con un tumor o un cáncer, puede parecer que «ellos están en un lado y tú vives en otro mundo, en el mundo de los sanos»: «Ese paciente que está enfermo ahora hace unos días era como tú, estaba en el mundo de los sanos. No hay que perder nunca de vista esto porque puedes pasar a ser un enfermo. Por eso es importante ser humilde».

Ir de aquí para allá, conocer a tanta gente y tener tantos proyectos en mente -centrados especialmente en su fundación-, hace que Diego González Rivas tenga la agenda completa, como poco, hasta el próximo año. «Tenemos que ir ahora a Costa de Marfil, luego a Sierra Leona también con la fundación, a Angola... Me he metido en demasiadas cosas. Me complico la vida yo solo pero me encanta complicármela».

Hay que leer las 214 páginas de su libro 'Curando el mundo: diario de un cirujano nómada' para ser consciente de que curar es lo más importante para él. El cansancio le puede a veces, también las pocas facilidades que encuentra en países como Ghana -hasta donde ha llegado con la unidad móvil de la fundación que lleva su nombre-, pero para él, y esto es una frase que deberíamos tener todos en mente, «imposible es nada».

Diego González Rivas (La Coruña, 1974) es un cirujano español, creador de la técnica de cirugía torácica videoasistida mínimamente invasiva que opera con una sola incisión. Su técnica ha sido adoptada por muchos cirujanos torácicos en todo el mundo y dirige el programa de videocirugía torácica en el Shanghai Pulmonary Hospital. Ha creado la Fundación Diego González Rivas.