Claudia Nicolasa, psicóloga: «Es manipulación cuando dedicas energía a entender el comportamiento de alguien»
La autora de 'Es manipulación y no lo sabes' (Zenith) indica las señales que nos deben hacer sospechar de que estamos siendo víctimas de ello
Más allá del entretenimiento: por qué leer es bueno para tu salud mental
La psicóloga Claudia Nicolasa.
Es un tema delicado pero hay que hablar de ello: la manipulación emocional está entre nosotros, más o menos cerca. La ansiedad, estrés o depresión que sufren muchas personas vienen derivados de ser víctimas de la influencia de algunos de sus allegados.
La manipulación ... emocional es una forma de control psicológico muy común, aunque a menudo nos cuesta reconocerla. Esta sutil forma de influencia no solo se encuentra en la política o en comunidades sectarias, sino que se teje diariamente en las interacciones con aquellos más cercanos a nosotros: parejas, jefes, amigos e incluso familiares. Empujados por nuestras necesidades básicas de afecto y seguridad, es fácil caer en estos patrones tóxicos y no poder salir de allí.
La psicóloga Claudia Nicolasa nos brinda en 'No es manipulación, es otra cosa' (Zenith) un enfoque revelador sobre cómo las trampas de manipulación se desarrollan y cómo podemos desactivarlas, así como un análisis exhaustivo de los manipuladores oscuros, grises y blancos. A través de sus páginas, aprenderás a identificar las maniobras de control emocional, entenderás los motivos detrás de estas acciones y, lo más importante, obtendrás herramientas prácticas y efectivas para derribarlas, proteger tu salud mental y avanzar hacia tu crecimiento personal.
- ¿Cuál fue la motivación principal para escribir este libro?
Después de años en consulta y también desde la divulgación en redes sociales, me di cuenta de algo que se repetía una y otra vez: muchas de las heridas que arrastramos, la confusión que sentimos en nuestras relaciones y la falta de claridad sobre quiénes somos y qué queremos, tienen un denominador común que casi nunca vemos venir: la manipulación.
Y no solo hablo de la manipulación que ejercen otras personas sobre nosotros, hablo también de la manipulación que ejercemos sin darnos cuenta en nuestros propios vínculos, desde nuestras inseguridades, nuestros vacíos y nuestras trampas mentales. Esa que vuelve nuestras relaciones conflictivas, poco claras, ambiguas. Y así, aunque deseemos tener vínculos sanos y plenos, nos encontramos con resultados que no entendemos: relaciones que fallan sin motivo aparente, malentendidos constantes, sufrimiento que no sabemos de dónde viene, y un dolor mutuo que nadie logra explicar del todo.
- ¿Qué has visto en consulta?
En consulta he visto esto en dinámicas familiares donde la manipulación está tan normalizada que cuesta horrores reconocerla. También lo he visto en parejas donde se confunde amor con control, o en entornos laborales donde se libran auténticas batallas invisibles. Y, cada vez más, lo veo en redes sociales, donde hay mensajes manipuladores disfrazados de inspiración, desinformación emocional y discursos que apelan a nuestros sesgos, a nuestra necesidad de pertenencia, a nuestro ego y a nuestras carencias.
«Todos hemos manipulado aunque sea de forma inconsciente»
Claudia Nicolasa
Psicóloga
- ¿Cómo definirías la manipulación emocional?
La manipulación emocional podría definirse como el uso de emociones, miedos o vulnerabilidades para obtener un beneficio personal. Aunque solemos pensar en ella como algo ajeno o excepcional, la realidad es que convivimos con formas de manipulación cada día, en mayor o menor medida, y muchas veces sin darnos cuenta.
Uno de los grandes aprendizajes del libro es que para detectar la manipulación no basta con mirar al otro: también hay que mirar dentro. Muchas veces, lo que no podemos ver fuera, sí lo estamos sintiendo dentro de nosotros. Nuestro estado interno (ese cúmulo de emociones, pensamientos y sensaciones) se convierte en un mapa valioso para identificar si algo en la relación está desviándose hacia un lugar tóxico.
- ¿Y cuáles son las señales más comunes que nos harían darnos cuenta?
Hay ciertas señales que, cuando se presentan juntas o de forma constante, deberían ponernos en alerta. Por ejemplo, cuando dedicas una cantidad absurda de energía mental a entender el comportamiento de alguien, a justificar sus actos o a intentar encajar lo que no encaja. Cuando empiezas a dudar de tus pensamientos, de tus emociones, de tus decisiones, incluso de tu propia percepción de la realidad. Cuando te sorprendes reprimiendo lo que piensas o sientes, o evitando conflictos por miedo a que la relación se deteriore. O cuando tu mundo personal se reduce: dejas de ver a personas que eran importantes para ti, abandonas proyectos, te desconectas de lo que te hacía bien...
A menudo, quienes están atrapados en este tipo de dinámicas relatan no reconocerse. Reaccionan con emociones desproporcionadas, sienten ansiedad, tristeza o culpa… pero no logran identificar exactamente de dónde vienen esas emociones. Es como si algo hubiera cambiado en ellos, pero sin saber cuándo ni cómo. En el libro comparo esta experiencia con jugar a las tinieblas: avanzas en la oscuridad, intentando adivinar qué está bien o mal, qué puedes decir o no, cómo actuar sin desencadenar un nuevo conflicto. Vives en tensión, y lo más duro es que llegas a pensar que el problema eres tú.
«La manipulación no siempre es consciente ni intencional, pero eso no la hace menos real ni menos dañina»
Claudia Nicolasa
Psicóloga
- ¿Es alta la probabilidad de que nos crucemos con un manipulador emocional a lo largo de nuestra vida?
No solo es probable, es inevitable, porque la manipulación no es un fenómeno lejano ni extraordinario: es parte de la vida cotidiana. No siempre se presenta como algo oscuro y evidente; muchas veces se camufla en formas tan sutiles que ni siquiera somos conscientes de que está ocurriendo.
Vivimos rodeados de dinámicas donde se influye en nuestras decisiones, emociones y acciones, ya sea desde la familia, la pareja, el trabajo o incluso los entornos sociales y digitales. Y, además, todos hemos sido manipulados, pero también hemos manipulado, aunque sea de forma inconsciente. Porque la manipulación no es exclusiva de las 'malas personas'; está profundamente conectada con nuestra naturaleza humana, con nuestras heridas, carencias, inseguridades y con la forma en que aprendimos a relacionarnos.
Por eso en el libro hago especial hincapié en que no se trata de buscar culpables, sino de salir de ese paradigma simplista de 'buenos y malos' que tanto daño nos hace: personas que nos quieren pueden manipularnos sin darse cuenta. Y nosotros, con la mejor intención, también podemos hacer daño cuando usamos ciertas estrategias emocionales para obtener algo. Comprender esto es clave para vivir con más libertad, más consciencia y más responsabilidad.
- En tu libro mencionas ciertos tipos de manipuladores. ¿Cuáles son los más peligrosos o difíciles de detectar, según tu experiencia?
Sí, en el libro identifico tres tipos de manipuladores: el blanco, el gris y el oscuro. Cada uno actúa desde un lugar diferente, y por eso también generan efectos distintos en quienes los rodean.
El manipulador blanco, o como me gusta llamarlo, estratega blanco, es alguien que tiene habilidades para influir, pero las usa con ética, respeto y empatía. No busca imponer ni manipular para su propio beneficio, sino que guía al otro de forma consciente y transparente hacia decisiones que benefician a ambos. Son persuasivos, pero no esconden sus intenciones ni cruzan los límites. Ejemplos de esto pueden ser terapeutas o personas que saben ayudarte sin forzarte.
El manipulador gris ya entra en un terreno más complejo. No busca hacer daño de forma deliberada, pero manipula desde el miedo, la culpa, el victimismo o la necesidad de control afectivo. Este perfil no es perverso, pero sí puede ser profundamente invasivo y generar mucho sufrimiento emocional. Lo que lo hace tan difícil de gestionar es el vínculo: es alguien a quien quieres, que probablemente te quiere también, y que no encaja con la imagen clásica del 'manipulador malo'. Esto genera un dilema interno muy profundo en muchas personas: ¿me alejo? ¿cómo lo enfrento sin hacerle daño? ¿y si soy yo quien exagera? Es una situación muy frecuente en consulta, donde los pacientes no saben cómo posicionarse ante ese ser querido que, sin ser malintencionado, les daña.
Y luego está el manipulador oscuro. Este sí es peligroso en el sentido más claro de la palabra. No tiene culpa, ni empatía, ni escrúpulos. Sabe perfectamente lo que hace, y su objetivo es controlar, dominar o extraer un beneficio, sin importarle las consecuencias emocionales que deja a su paso. Lo más inquietante es que muchas veces son encantadores, carismáticos y extremadamente hábiles en ganarse tu confianza. Su peligrosidad radica en que, cuando logran entrar en tu vida, pueden causar un nivel de daño psicológico muy profundo.
Ahora bien, y aquí viene una reflexión importante: cuando detectas a un manipulador oscuro, por lo general tienes más claridad sobre lo que debes hacer. La decisión de cortar ese vínculo, aunque dolorosa, se presenta como una necesidad evidente. Con los grises, en cambio, la trampa está en la ambivalencia emocional. No hay crueldad, pero sí hay daño. No hay intención de hacerte sufrir, pero sí hay una pérdida de tu libertad, de tu identidad, de tu paz. Y enfrentarte a esa contradicción -saber que alguien te quiere, pero no te hace bien- es, para muchas personas, el dilema más difícil de gestionar.
Por eso, aunque en términos de frialdad y daño calculado los manipuladores oscuros sean los más peligrosos, los grises pueden ser los que más desgaste emocional generan, porque el proceso de darte cuenta, poner límites o tomar decisiones frente a ellos es mucho más confuso y doloroso.
- ¿Cuáles son los métodos más comunes que los manipuladores usan para ganar control sobre sus víctimas?
Existen muchísimas técnicas de manipulación (en el libro comparto más de 60 estrategias distintas), pero si tuviera que resumir cómo opera una manipulación efectiva, especialmente la que ejercen los manipuladores grises oscuros, hablaría de tres pasos clave: conocer a la víctima, hacerle creer que actúa por voluntad propia y avanzar poco a poco, de forma progresiva y casi imperceptible.
El primer paso consiste en estudiarte. Un buen manipulador no actúa al azar: observa, escucha, analiza tus puntos débiles, tus carencias emocionales, tus deseos, tus miedos… Sabe que para atraparte no necesita imponer, sino seducir con aquello que más anhelas. Como un pescador elige el cebo adecuado para el pez que quiere atrapar, el manipulador diseña su estrategia usando lo que sabe que te conmueve, lo que tú mismo quizás no reconoces.
Después, llega el segundo movimiento: hacerte creer que todo lo decides tú. Esta es una de las grandes trampas de la manipulación emocional, porque no hay nada que nos asuste más que darnos cuenta de que hemos sido manipulados. La mayoría de las personas no soportamos la idea de haber actuado bajo la influencia de otro, especialmente si creemos que somos autónomos, inteligentes o emocionalmente fuertes. Por eso, una manipulación eficaz se cuida muy bien de que no percibas la presión. Al contrario, busca que sientas que todo lo que haces responde a tu propia voluntad. Es ahí donde radica su poder.
Y por último, está el factor tiempo. La manipulación raramente se ejerce de forma abrupta o evidente. Se va dando poco a poco, como quien sube la temperatura de una olla lentamente: la víctima se habitúa, se adapta, y muchas veces solo se da cuenta del daño cuando ya es demasiado tarde. Esta progresividad es clave porque permite al manipulador escalar sus estrategias sin generar una reacción de alarma inmediata.
«La solución para la manipulación no siempre es cortar el vínculo»
Claudia Nicolasa
Psicóloga
- ¿Funciona seguir estas técnicas?
Lo que hace que estas técnicas funcionen es que no solo atacan desde fuera, sino que se apoyan en la psicología interna de la víctima. Sus dudas, su necesidad de afecto, su dificultad para poner límites o su resistencia a aceptar que está siendo manipulada juegan a favor del manipulador. Por eso, uno de los pilares del libro es precisamente enseñarte a identificar no solo las técnicas del otro, sino también las trampas mentales propias que te hacen vulnerable. Tu talón de Aquiles.
- ¿Cuál crees que es la razón por la que muchas personas no reconocen la manipulación en sus relaciones?
Reconocer que estamos siendo manipulados no es sencillo, y no porque seamos ingenuos o faltos de inteligencia, sino porque hay muchos mecanismos psicológicos que actúan en nuestra contra. Lo primero que hay que entender es que aceptar que estás siendo manipulado implica cuestionar la imagen que tienes de ti mismo, de la otra persona y de la relación que os une. Y eso puede ser profundamente doloroso, sembrando sentimientos de inseguridad, de vulnerabilidad, de desamparo...
Muchas veces no queremos ver lo que está pasando porque, si lo hiciéramos, tendríamos que tomar decisiones difíciles: alejarnos de alguien a quien queremos, romper con un entorno que consideramos seguro o aceptar que hemos estado viviendo en una mentira. Ahí entran en juego los mecanismos de defensa, que son respuestas automáticas de la mente para protegernos del dolor y de la amenaza emocional.
La negación, por ejemplo, hace que minimicemos lo que ocurre o que directamente lo ignoremos. La introyección nos lleva a asumir como válidas las creencias del otro, aunque nos dañen. La desconexión emocional o la disociación nos apartan de lo que sentimos, y la represión emocional guarda en lo más profundo lo que no podemos permitirnos sentir. Todo esto se activa para sostener una idea o un vínculo que, aunque nos dañe, lo tenemos etiquetado como seguro.
Además, hay que recordar que la manipulación rara vez es evidente. Muchas veces viene disfrazada de amor, de cuidado, de frases aparentemente inocentes, pero que poco a poco van erosionando tu criterio, tu autoestima o tu libertad. Por eso cuesta tanto verlo: porque no se trata solo de darse cuenta, sino de estar preparado emocionalmente para sostener esa verdad y tomar decisiones al respecto. Y eso, sin un trabajo de conciencia, apoyo y autoconocimiento, puede ser demasiado amenazante.
- En tu opinión, ¿cómo afecta la manipulación emocional en el bienestar a largo plazo de una persona?
La manipulación emocional, sobre todo cuando es sostenida en el tiempo, erosiona profundamente la identidad, la autoestima y la salud mental de la persona que la sufre. No se trata solo de un malestar puntual o de una discusión complicada: hablamos de un tipo de vínculo que genera confusión, duda constante, desgaste emocional y una pérdida progresiva del sentido del yo.
Uno de los efectos más dañinos es que la persona comienza a dudar de sus propios pensamientos, emociones y percepciones. Deja de confiar en su intuición, en su criterio, y empieza a necesitar constantemente la validación externa. Esto genera una forma de dependencia emocional y necesidad de aprobación que puede extenderse a otros vínculos, creando una especie de 'programación' en la que uno se acostumbra a callar, ceder o complacer para evitar el conflicto o la pérdida.
En algunos casos, sobre todo cuando la manipulación se ha vivido desde edades tempranas en entornos familiares, esos patrones se interiorizan hasta el punto de convertirse en una 'segunda lengua materna'. Personas que han crecido en contextos así aprenden que el amor duele, que hay que ganárselo, que hay que tener cuidado con lo que uno dice o desea, que no puedes decir abiertamente lo que sientes o necesitas. Y aunque de adultos rechacen ese modelo conscientemente, sin darse cuenta pueden terminar repitiéndolo en sus propias relaciones.
A largo plazo, la manipulación emocional puede derivar en cuadros de ansiedad, síntomas depresivos, trastornos mentales, problemas psicosomáticos, dificultades en el ámbito laboral o social, una desconexión profunda de los propios deseos y objetivos... Muchas personas que han atravesado este tipo de experiencias describen una sensación de haberse perdido a sí mismas, de vivir en una especie de niebla emocional donde no saben qué es lo que realmente quieren o necesitan.
- Sin embargo, no siempre lo sabemos detectar...
Muchas personas que llegan a consulta no lo hacen diciendo 'me están manipulando', sino con síntomas como ansiedad, inseguridad, dificultad para tomar decisiones, tristeza persistente o incluso malestares físicos sin causa aparente. A medida que indagamos, descubrimos que hay una relación, de pareja, familiar, e incluso laboral, que ha estado marcada por la manipulación. Una relación en la que han tenido que desconectarse de sí mismos para poder sostener el vínculo, y eso, con el tiempo, tiene un coste enorme.
- Es posible que alguien manipule sin ser consciente de lo que está haciendo?
Sí, totalmente. De hecho, este es uno de los elementos más diferenciadores y llamativos del libro: he querido romper con esa visión tan simplista de la manipulación como algo que siempre viene desde fuera, de alguien malvado que quiere hacernos daño, mientras nosotros somos solo víctimas inocentes. Mi objetivo era mostrar que la manipulación forma parte de las dinámicas humanas y que, en muchas ocasiones, las personas manipulan incluso cuando nos quieren, cuando creen estar actuando por nuestro bien -y nosotros también podemos manipular sin darnos cuenta, convencidos de que tenemos la razón y de que lo hacemos por el bien del otro.
No es tan sencillo como que alguien venga con un plan maléfico a destrozarte la vida. El mundo emocional no funciona así. La manipulación no siempre es consciente ni intencional, pero eso no la hace menos real ni menos dañina. Por eso es tan importante comprender de dónde viene, cómo se instala en nuestras relaciones y qué podemos hacer con ella.
Todo esto lo explico en profundidad en el capítulo de los manipuladores grises, los cuales suelen actuar desde su propia vulnerabilidad, desde carencias afectivas, miedos o heridas emocionales no resueltas. No manipulan porque quieran hacer daño, sino porque han desarrollado ese modo de funcionar como una estrategia de protección, aunque esa estrategia termine perjudicando a otros. Su comportamiento suele ser automático, inconsciente y aprendido, profundamente ligado a su historia personal.
«Convivimos con formas de manipulación cada día»
Claudia Nicolasa
Psicóloga
- ¿Se puede cortar la manipulación?
La solución para la manipulación no siempre es cortar el vínculo o alejarnos de la persona. Si decidiéramos romper con cada persona que en algún momento ha tenido una conducta manipuladora, probablemente nos quedaríamos completamente solos. Lo fundamental es aprender a diferenciar qué relaciones son realmente perjudiciales y cuáles tienen un margen de mejora. En el libro comparto estrategias y herramientas prácticas para ayudarte a identificar estas diferencias, así como recursos psicológicos que pueden ayudarte a protegerte, a comunicarte mejor y a transformar esas dinámicas en vínculos más sanos —siempre que la otra persona también esté dispuesta a implicarse en ese proceso. Porque sí, hay relaciones que se pueden salvar, reconstruir e incluso fortalecer, pero para eso hace falta consciencia, compromiso y trabajo emocional.
- ¿La manipulación emocional siempre tiene consecuencias negativas para la víctima, o hay situaciones donde se puede superar y sanar sin quedar marcada?
Sí, claro que se puede sanar. De hecho, la psicología y la terapia parten de esa convicción: las personas podemos cambiar, mejorar y liberarnos de nuestras heridas emocionales. Y ese es también uno de los grandes pilares de este libro: mostrar que, aunque la manipulación emocional puede dejar marcas, también puede convertirse en una vía de transformación profunda. Sanar es posible, no solo para quien ha sido víctima, sino también para quien ha aprendido la manipulación como una forma de vínculo desde la infancia.
Porque muchas veces ocurre eso: personas que han crecido en entornos manipuladores aprenden ese lenguaje como si fuera una segunda lengua materna. No se trata de 'malas personas', sino de personas que han sido moldeadas por dinámicas familiares, sociales o culturales donde manipular era lo cotidiano. Y aquí viene lo potente: esas mismas personas, con las herramientas adecuadas, pueden convertirse en manipuladores blancos es decir, personas con una poderosa capacidad de influencia positiva, que utilizan su comunicación y empatía para generar relaciones sanas, equilibradas y constructivas.
En el libro propongo varias herramientas clave que sirven tanto para prevenir como para sanar, y hay dos que son fundamentales en este procesor: la mirada afilada y la brújula interna. La primera nos invita a entrenar el ojo crítico frente a las relaciones, sin caer en la paranoia pero tampoco en la ingenuidad. No abrir del todo la puerta hasta conocer a fondo a quien intenta ganarse nuestra confianza. Observar los vínculos, no solo desde el juicio moral, sino desde la funcionalidad emocional: ¿qué espera esta persona de mí?, ¿qué doy yo a cambio?, ¿qué dinámicas construimos juntos?
La segunda herramienta, la brújula interna, es aún más esencial: trabajar el autoconocimiento, la conexión emocional, los valores propios, para no vivir en piloto automático ni bajo las expectativas de otros. Porque cuando no sabes quién eres, ni lo que quieres, es mucho más fácil que otros decidan por ti.
Así que no, la manipulación emocional no tiene por qué dejarte marcado para siempre. El verdadero peligro no está solo en haber sido manipulado, sino en no hacer nada con eso. Y aquí es donde este libro propone un cambio de paradigma: no se trata de vivir en modo alerta constante, sino de adoptar una mirada más lúcida y compasiva. Porque cuando entiendes cómo funciona la manipulación y cómo funciona tu propia mente no solo te proteges, también empiezas a vivir con mayor libertad mental, emocional y relacional.
- ¿Qué impacto tiene la manipulación emocional en las relaciones familiares o laborales, especialmente si no se detecta a tiempo?
La manipulación emocional tiene un impacto profundo y duradero, y cuando ocurre en el entorno familiar puede ser especialmente peligrosa. Al fin y al cabo, es a través de nuestras figuras de cuidado como nos conocemos, nos organizamos emocionalmente y construimos nuestra identidad. Si esas figuras son manipuladoras, aunque lo hagan desde el amor o creyendo que actúan por nuestro bien, los efectos pueden ser devastadores: problemas de identidad, baja autoestima, desconfianza en uno mismo, dificultad para poner límites y una tendencia a repetir esos patrones en la vida adulta sin darnos cuenta.
Y aunque cuando hablamos de salud mental tendemos a centrar la atención en lo emocional o familiar, lo cierto es que el entorno laboral es otro gran escenario de sufrimiento psicológico… y muchas veces ignorado. Pasamos buena parte de nuestra vida trabajando, y nuestras experiencias laborales influyen directamente en la percepción que tenemos de nuestro valor: cómo se nos reconoce, cómo se nos trata, cómo se nos retribuye. Una relación laboral plagada de dinámicas manipulativas no solo deteriora el clima del equipo o la productividad, también erosiona nuestra autoestima y puede llegar a generar problemas tan serios como ansiedad, depresión o síndrome del trabajador quemado.
Además, a nivel organizacional, las empresas también deberían tomar conciencia de este fenómeno: detrás de muchas bajas laborales, pérdidas de talento o crisis internas hay dinámicas de manipulación invisibles pero profundamente destructivas. Por eso, no se trata solo de proteger a las personas, sino de construir culturas laborales más humanas, sostenibles y emocionalmente saludables.
Sobre Claudia Nicolasa
Claudia Nicolasa es una destacada psicóloga, emprendedora y creadora de contenido, especializada en relaciones de pareja, personalidad, autoestima, desarrollo personal y empresa. Ante la demanda de aprendizaje y divulgación sobre psicología, fundó Mindhunt Academy, una academia online que ofrece formación práctica y accesible sobre la mente humana, que cuenta ya con más de cinco mil alumnos.
Posteriormente, en respuesta a la necesidad de formación avanzada entre profesionales, también estableció Mindhunt Pro, dedicada a la enseñanza de prácticas clínicas y psicoterapia a través de análisis de terapias reales.