Cómo aplicar la meditación zen a la vida cotidiana: no es una moda, es una necesidad
La psicóloga y maestra zen, Laia Monserrat, revela cómo combatir la ansiedad y el estrés aplicando la meditación zen en el día a día
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Iniciar sesiónVivimos en un mundo de proyecciones. Y cuando rechazamos o cuando huimos de aquello que no queremos ver en nosotros mismos, lo proyectamos en nuestra vida y en nuestras relaciones. La buena noticia es que tenemos herramientas para resolverlo, pero para eso es importante ... tomar conciencia y empezar por uno mismo: atreverse a mirar y conocer lo que no queremos ver, lo que obviamos o aquello de lo que huimos. «Cuanto más conozcamos nuestras partes oscuras, menos proyectaremos al mundo externo y a las personas que nos rodean. Y cuanto más conozcamos nuestras partes oscuras, menos desequilibrios estaremos generando en nuestra vida y en el mundo«, asegura Laia Monserrat, psicóloga clínica y maestra zen.
Y, aunque según aclara la experta, no es un camino agradable, es cierto que a medida que nos vayamos acercando a todas estas partes, emociones, heridas y procesos internos difíciles con una mirada amable, amorosa, tranquila y comprensiva, podremos vivir «un viaje interesante y transformador». Esa mirada, por tanto, se puede trabajar, con autoconocimiento y comprensión diaria.
Una de las herramientas más interesantes para recorrer ese camino es, según propone la psicóloga, la meditación zen aplicada a la vida diaria.
Qué es la meditación zen
Exploremos en primer lugar el origen de esta práctica. La palabra zen significa meditación. Los orígenes del zen se remontan al siglo I, con el nacimiento del budismo mahayana en la india. Posteriormente se expandió hasta China donde recibió el nombre de Chan y luego llegó a Japón, donde se llamó Zen.
Desde Japón se expandió por el sudeste asiático. La llegada a Japón de personas interesadas en la espiritualidad oriental, como el psicólogo K. Dürckheim, hizo que el zen entrase en Europa con una mirada y una forma adaptada a nuestra cultura occidental. También llegaron a Estados Unidos y Europa monjes japoneses que llevaron el zen tradicional japonés. El más conocido es T. Deshimaru. Por tanto, actualmente, estas dos líneas, el zen tradicional japonés y el zen occidental, conviven.
El zen se caracteriza por ser una actitud de vida que nos lleva a vivir con serenidad, presencia y fuerza interior. Para desarrollar esa actitud, debemos ejercitarnos. Según explica Laia Monserrat la práctica por excelencia del zen es la meditación sentada o 'za-zen'. De hecho, todo el mundo conoce la postura de las estatuas de Buda, con las manos en el regazo, los pulgares unidos creando un óvalo, los párpados suavemente entreabiertos y una actitud enraizada que transmite una gran paz. «Esta imagen es precisamente la imagen de la meditación zen», aclara Monserrat.
Pero además gracias a los estudios de la neurociencia actual sabemos que la meditación, el mindfulnes y el 'vipassana zen' aporta beneficios como la reducción del estrés y la ansiedad, una mejora de la capacidad de concentración, un incremento de la actitud compasiva y una mayor paz mental.
Sin embargo, como recuerda la psicóloga, el zen no se detiene en estos efectos básicos que atañen al ego. El zen tiene como vocación llevarnos a descubrir nuestra verdadera naturaleza. Esta se conoce como 'yo esencial', una parte de nuestro psiquismo profundo que nos conecta con la percepción de unión con el mundo y los demás, la estabilidad emocional y mental, la fuerza interior y la claridad mental. «Este 'yo esencial' es el que nos permite vivir nuestra dimensión espiritual natural», explica la psicóloga.
Por dónde empezar la práctica zen
Practicar la actitud zen comporta una mirada global a lo que hacemos durante el día. Y lo cierto es que cualquier actividad es buena para aplicar los principios del zen. Sin embargo, como plantea Monserrat, la meditación sentada es la práctica por excelencia que nos permite poco a poco llevar la actitud meditativa a la vida cotidiana.
Todo empieza por aprender a meditar en silencio y quietud. Sentados sobre el cojín, o en una silla, nos concentramos en el aquí y ahora. En nuestras sensaciones corporales. Sentimos también nuestra respiración y dejamos pasar los pensamientos. Es importante anclarse en las sensaciones para poder tranquilizar la mente.
El zen también ayuda a sentirse más en orden interiormente. Los ambientes zen inspiran tranquilidad, hay pocos objetos, solo los necesarios. Hay orden y se cuida la belleza de los materiales, aunque sean simples. Esta mirada a lo bello en nuestra vida es muy reconfortante. «Puedes lograrlo de forma simple, creando un ambiente que favorezca la meditación con una vela, una flor o un dibujo que te guste», aconseja la psicóloga, quien invita a leer 'La revolución del hara' (Editorial Kairós), especialmente el capítulo sobre 'Los principios activos del zen' para profundizar en este tema, o escuchar este audiocurso gratuito.
Así, los principios activos del zen son una guía para aprender a meditar y también para llevar la actitud zen al día a día. «Estos principios pueden aplicarse de forma simple y muy útil en la vida privada, en las organizaciones, en la educación y en el ámbito social. Lo hago desde hace muchos años, porque precisamente el zen nos habla de algo esencial para todos. Esto me permite acercarlo a ámbitos muy diversos con resultados muy buenos», confiesa la experta.
Principios necesarios para iniciarse en la práctica zen
Lo primero que se debe entender es la importancia de observarse a uno mismo: sensaciones, emociones y pensamientos. La autobservación, según revela la psicóloga, es el camino para comprenderse, ver cuándo se aleja uno de sí mismo, analizar en qué circunstancias nos crispamos y qué recursos ponemos en marcha para superar las dificultades. «Conocerse a sí mismo no es un gesto de egoísmo, es el primer paso para poder estar bien consigo mismo y con los demás. Solo así aprenderemos a ser más libres interiormente, a vivir con más serenidad y a relacionarnos mejor», argumenta.
«Sentir el cuerpo, sentir la respiración, sentir la unión con la tierra y con el cielo, como se dice en el zen, deben formar parte de nuestra vida cotidiana»
Laia Monserrat
Psicóloga y maestra zen
Uno de los aspectos a los que hay que atender especialmente para practicar zen consiste en permanecer en contacto con el cuerpo y las sensaciones que nos vienen de él. Esto es un reto hoy en día, ya que estamos sumergidos en la tecnología, que nos aleja de esta experiencia. Y a esto hay que sumar que nuestra cultura occidental valora especialmente lo mental, lo que hace que nos alejemos de la experiencia sensorial.
Pero lo cierto es que esto es algo que debe cambiar, pues ya se ha visto desde la neurociencia que los mensajes del cuerpo hacia el cerebro son muy importantes y que, por ejemplo, nuestra postura envía mensajes a zonas muy determinadas del cerebro, como la región límbica, especialista en procesar las emociones o el lóbulo prefrontal medial, que modula las emociones que llegan desde la región límbica, que es además donde se forma en parte nuestro autoconcepto. Es decir, que, como recuerda Laia Monserrat, si queremos calmar pensamiento y emociones, la postura de la meditación zen nos va a ayudar. Practicando la postura de la meditación zen nos vamos a sentir mejor y nuestros enlaces neuronales van a experimentar cambios notables que afianzarán este bienestar.
Pero no solo debemos estar atentos a las sensaciones y la postura en el momento de sentarnos en el cojín, también en cada momento de nuestro día a día. «Sentir el cuerpo, sentir la respiración, sentir la unión con la tierra y con el cielo, como se dice en el zen, deben formar parte de nuestra vida cotidiana», aclara la psicóloga.
Otro aspecto muy importante es simplificar. Vivimos en una sociedad muy compleja y nuestra mente también lo es. Volver a sentir la fuerza de las pequeñas cosas, la belleza de los pequeños gestos es imprescindible para el bienestar profundo y duradero. Por eso durante la meditación, como propone Laia Monserrat, nos ejercitamos en ese simplificar, centrándonos solamente en estar sentados, respirar y sentir de forma silenciosa y atenta. En la vida cotidiana el hecho de simplificar abarca todos los aspectos de la vida. Para empezar, simplificando nuestro pensamiento, sin amplificar las cosas, sin dramatizar o sobre pensar en las situaciones cotidianas. «Simplificar nuestra forma de vivir es también estar atentos a lo que realmente necesitamos, a conocer de dónde surgen nuestras necesidades, para saber así si son necesidades reales o no», revela.
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También hay que estar atentos a esos momentos en los que bloqueamos la respiración o la llevamos a mínimos. Suele ser un gesto de estrés, de ansiedad, de miedo o de auto exigencia desmedida. El diafragma debe estar libre, los hombros relajados y la respiración debe fluir de manera natural. Durante la meditación aprendemos mucho sobre nuestra respiración. «Ésta cambia según los pensamientos que atraviesan nuestra mente, según el estado emocional en el que estamos. Recuperar la capacidad de abrirnos a la respiración es fundamental. La vida es respiración», revela.
Otro aspecto que necesitamos comprender es que nuestra mente genera pensamientos, pero que los pensamientos son algo pasajero. Si nos quedamos identificados a los pensamientos, sufrimos confusión mental. Aprender a pensar es un reto. Lo más habitual es que la mente nos piense a nosotros, es decir, que seamos presa de los pensamientos que nos vienen, sin ser conscientes de dónde nos están llegando. «La meditación nos enseña a distinguir entre los pensamientos útiles y los inútiles. Llegamos a la experiencia de que no somos nuestros pensamientos. Paradójicamente, esto nos da la oportunidad de aprender a pensar mejor y con más claridad», aclara la psicóloga.
«La meditación nos enseña a distinguir entre los pensamientos útiles y los inútiles. Llegamos a la experiencia de que no somos nuestros pensamientos. Paradójicamente, esto nos da la oportunidad de aprender a pensar mejor y con más claridad»
Laia Monserrat
Nuestra vida emocional es fruto de la relación con nosotros y con los demás. Es habitual vivir desregulaciones emocionales. La meditación ayuda a serenar las emociones. Se puede vivir con mucha plenitud sin desbordamientos emocionales.
La presencia, un gran aprendizaje del zen
Estar en el instante presente es uno de los grandes aprendizajes del zen. En el ahora y en aquí está todo. Sentados en meditación nos entrenamos en esta presencia al instante presente. Cuando nos levantamos del cojín debemos aplicar también esta práctica a la vida cotidiana. «Nuestros miedos suelen estar basados en proyecciones de futuro o recuerdos del pasado. Debemos preguntarnos, ¿estoy en peligro ahora mismo? Si no es así, la ansiedad es una respuesta de activación inadecuada. Respirar profundamente, soltar las tensiones y enraizarnos nos ayudarán a volver al presente. Cualquier cosa que debamos preparar para vivir un futuro mejor, empieza aquí y ahora. Cualquier excursión hacia la montaña que te estés planteando, de forma real o figurada, empieza por el paso que des ahora. Si no apoyas bien tu pie en el suelo ahora, todo será más difícil. Si quieres llegar lejos, debes estar atento al instante presente«, recuerda Laia Monserrat.
Un aspecto relevante de la práctica del zen es el «centramiento en el hara» (quiere decir vientre en japonés). En los textos clásicos no encontramos casi referencias a este aspecto. En la cultura japonesa está tan arraigado, que estar en el hara es algo normal, no merece la pena hablar de ello. Pero para los occidentales es todo un descubrimiento y un reto. En el libro 'Hara, centro vital del hombre', de K. Dürckheim, se habla por primera vez sobre la importancia del vientre y del centro de gravedad. Este libro ha sido traducido a más de veinte idiomas, en español tiene más de veinticinco ediciones. Estar en nuestro centro de gravedad es estar en nuestro lugar natural. Esto nos lleva a una vivencia de tranquilidad inmediata. Del mismo modo, es el lugar donde podemos sentirnos en contacto con nuestra fuerza vital. Las personas que experimentan el «centramiento en el hara» descubren un tesoro que habían perdido. El equilibrio mental y emocional está profundamente relacionado con el centro de gravedad.
Empieza por algo sencillo
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Unos minutos de meditación cada día. En silencio, observándote, sintiéndote, reconectando contigo. Sin querer hacer nada más que estar ahí, presente a lo que te está pasando, a lo que vives ahora
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De tanto en tanto, durante el día, observa tu respiración y tu postura. Suelta tensiones y reconecta.
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Busca algo que puedas hacer en tu vida diaria que te ayude a concentrarse en el aquí y el ahora. Puede ser el momento en que friegas los platos, cuando te duchas o cuando ordenas tu despacho. Cualquier gesto cotidiano es un buen momento para practicar el camino del zen
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Recuerda estar atento a la belleza a tu alrededor, un cielo luminoso, un reflejo en el agua, una sonrisa, el viento en el rostro, una caricia...
Y para seguir, la psicóloga recomienda buscar un grupo de zen cerca del lugar en el que vivamos para practicar con ellos. El zen se transmite de persona a persona.
En definitiva, la experta recuerda que el zen es un saber muy profundo que hoy en día, en un mundo tan cambiante, es absolutamente necesario. «El zen no es una moda. Es una forma de estar en el mundo que nos beneficia a todos. La actitud zen puede ayudarnos a tener una vida mejor y una sociedad más saludable y armoniosa con la naturaleza«, concluye.
Para conocer más sobre la meditación zen la experta propone seguir las siguientes lecturas: 'Un cerezo en el balcón. Practicar zen en la ciudad' o 'Espiritualidad natural', ambas en Editorial Kairós.
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SuscribetePeriodista y Máster en Marketing Digital. Tras dos décadas en diarios, emisoras y revistas, ahora estoy al frente de ABC Bienestar, donde escribo y hablo sobre temas que ayuden a vivir más y mejor.
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