«Tener virtudes te puede acercar a la felicidad pero no te la garantiza»

Carlos Goñi propone transformar cincuenta pequeños hábitos —la gratitud, el humor, el estudio, la audacia, el silencio, el optimismo, etc.— en costumbres cotidianas enriquecedoras y virtuosas. Virtudes mínimas —así las denomina— que reúne y glosa para acercarlas a nuestro tiempo presente, dejando atrás los patrones clásicos de la filosofía moral, pero también la desorientación y el inmovilismo al que nos conduce a menudo la sociedad «líquida». En su libro ' Virtudes mínimas para alcanzar la felicidad ' (Arpa Editores) trata de comprender esas virtudes mínimas, mostrar por qué las necesitamos y cómo podemos servirnos de ellas para construir un mundo más justo, más libre, más feliz.

Dedica su libro a describir 50 virtudes. ¿Cree que es importante recalcarlas porque hay mucha ausencia de ellas en la sociedad?

Sí, hay que reactivar las virtudes porque en cierto modo están olvidadas. Digo que son mínimas porque lo pequeño lo despreciamos cuando en realidad lo que nos hace grandes como personas son las pequeñas cosas que realizamos. Además, estamos en un momento en el que nos iría mejor como humanidad si fuéramos más virtuosos; la humanidad no necesita heroes, sino personas que hagan lo que tienen que hacer.

¿Por qué ha elegido estas y no otras?

Aparecen todas pero les damos otro nombre, como por ejemplo bondad por benevolencia, honor por honestidad o valor por fortaleza. El elenco lo dejo abierto porque se puede añadir más información. Para mí las virtudes son como las cerezas en una fuente: coges una y terminas sacando más porque están 'enganchadas'. Quiero que el lector pueda sacar sus propias conclusiones. Además, he puesto especial cuidado en que sea breve cada exposición y que no resalte una sobre la otra porque todas son mínimas e importantes.

Ahora que está publicado el libro, ¿añadiría algo más?

El libro es un elenco abierto de virtudes. En mi explicación no agoto ni mucho menos cada una de ellas, sino que pretendo que sea el lector quien añada lo que le diga su propia experiencia. Espero que, por alusiones, tenga algo que decir o que pensar. Trato cincuenta virtudes, pero no es un tratado sobre la virtud al uso.

¿Conoce a alguien que tenga todas las virtudes que menciona?

(Risas). Justo hace un par de días dediqué el libro a un amigo y le escribí: 'a ti, que las tienes'. Podría decirse que conozco a mucha gente buena, es decir, que lucha por conseguirlas. Con las virtudes le damos existencia al bien y claro que existen personas buenas porque luchan por ello, y ser bueno no es ser perfecto. Por ejemplo, no hay padres perfectos, pero sí buenos porque luchan por serlo.

¿Nos acercamos a la felicidad si tenemos las 50 virtudes que menciona?

Las virtudes te pueden acercar a la felicidad, pero no te la garantizan. Si me preguntas qué es la felicidad puedo decirte que no lo sé, pero sí sé quién lo sabe: el que alguna vez la ha perdido. Solo conocen la felicidad los que un día la tuvieron. Digamos que se parece a la salud: cuando la pierdes es cuando sabes lo que es tenerla, y para garantizar la salud no podemos hacer nada, salvo llevar una vida saludable. Eso ayuda, pero no te garantiza que estés lleno de salud solo por llevar una vida saludable, así que no te puedo dar una respuesta exacta porque, además, la felicidad tiene un significado diferente para cada persona.

En lo moral, una vida virtuosa no te garantiza ser feliz pero sí te ayuda a acercarte a ella. Es más fácil ser feliz si llevas una vida virtuosa.

¿Es cierto aquello de que la felicidad llega sin buscarla?

La felicidad no se conquista, te llega, y no se alcanza deprisa, necesita tiempo, poco a poco. A veces, he considerado la felicidad como una mariposa que se te posa, y se posa donde quiere. Si tu jardín interior está cuidado y buscas conseguir las virtudes, la mariposa vendrá. 

Julian Marías (filósofo y ensayista) decía que la felicidad es 'el regusto de la eternidad'. Es decir, que te sientes eterno. Y en cierto modo la salud es una suerte de 'regusto de inmortalidad'; cuando estás verdaderamente sano sientes que no te vas a morir nunca. Todas las definiciones de felicidad son poéticas y subjetivas y para cada uno tiene un significado. No hay una definición válida o satisfactoria para todos.

¿Debemos identificar nosotros mismos que tenemos esas virtudes o son los demás los que deben decir si sí o si no?

Generalmente, el virtuoso pasa desapercibido, no hace ruido, porque el bien no se suele presentar a bombo y platillo. Aunque de alguna manera se nota quién lo es, porque las virtudes nos hacen estar en el mundo de una determinada manera. Las virtudes son, según la definición clásica, 'hábitos operativos buenos', es decir, no simples hábitos (que también los hay negativos), sino encaminados conscientemente al bien, por lo tanto, cualquier persona que reflexione un poco sabe si es o no virtuosa, si carece o no de alguno de esos hábitos. Es cuestión de hacer autoexamen, que es lo que aconsejaba Sócrates.

Este libro puede ser una ayuda, pues en él se contienen las preguntas claves de las que uno se tiene que examinar. Ahora bien, aunque sacar buena nota, como ya he dicho, no nos asegura ser felices, ayuda a que la mariposa se pose en nuestro hombro.

¿Cuáles de todas considera que deberíamos tener todo ser humano?

No se puede elegir ninguna por encima de las demás. De hecho, el orden en el que se analizan en el libro es alfabético para que ninguna sea más importante que otra. Podemos elegir, por ejemplo, la primera, que es la alegría. Todo lo que tocas con la alegría lo conviertes en bueno. Y cojamos también la última, la veracidad, muy importante en un mundo en el que ser veraz es heróico. Vivimos en la época del disimulo, de la mentira, un mundo sin verdad… ¡Lo valiente es atreverse a ser veraz! Pero no hay que confundirlo con sinceridad. Yo siempre que me preguntan '¿Te soy sincero?' respondo 'mejor sedme veraz'.

Las que aparecen en el libro son las mínimas necesarias para vivir con dignidad.

¿Hay alguna de ellas que le cueste más llevar a cabo?

Las virtudes cuestan todas. La alegría me puede costar más cuando tengo un día malo, pero la humildad es sin duda la más difícil. De hecho, si digo que me considero humilde, ya dejo de serlo.

Carlos Goñi es doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona. Compagina la docencia y una intensa creación literaria ya que es autor de numerosas obras de divulgación, ensayo y novela sobre temas tan diversos como filosofía, mitología, feminidad, historia o educación.