Síndrome de Peter Pan: por qué algunos adultos no asumen responsabilidades

Este síndrome hace referencia a aquellos adultos que se comportan como si fuesen niños o adolescentes y que no son capaces de hacerse responsables de sus actos y de sus vidas adultas. Las personas que padecen este síndrome se niegan a crecer y presentan una marcada inmadurez a nivel emocional , con un rango muy elevado de inseguridad y un gran temor a no ser queridos y aceptados por los demás. Al parecer, se presenta con mayor frecuencia en hombres que en mujeres.

Paloma Rey, psicóloga general sanitaria, indica que puede surgir como consecuencia de múltiples factores:

- Rasgos de personalidad : «Sobre todo presentan rasgos evitativos o dependientes», comenta.

- Patrón educativo : Explica la psicóloga que si la educación recibida ha sido demasiado permisiva, sin exigencias ni responsabilidades y con la evitación de cualquier frustración, la persona presenta mayor predisposición a desarrollar este síndrome.

- Estilo de afrontamiento de problemas : generalmente presentan un estilo evitativo ante cualquier circunstancia adversa que se les presente.

Sin embargo, tal como asegura Paloma Rey ( @palomareypsicologa ), lo más importante en estos casos se encuentra relacionado con la infancia: «Quienes han tenido una infancia completamente infeliz o carente de afecto la función del síndrome es recuperar la infancia perdida, mediante la libertad que supone ser una persona adulta, o lo que es lo mismo, recuperar el tiempo perdido». En cambio, cuando han sido excesivamente felices, la persona idealiza esta etapa de la vida, es decir, busca perpetuar e « inmortalizar un sinfín de momentos felices viviendo en una constante infancia que se niega superar».

Para tratar este síndrome, tal como cuenta Paloma Rey, el paciente tiene que asumir responsabilidades y aceptar que esta situación es un problema tanto para él como para su entorno por el malestar que provoca: «Tiene que haber un aprendizaje en la adquisición de responsabilidades cotidianas y en la capacidad de vivir acorde a la etapa vital en la que se encuentra (adulto). Para ello, se dotará al paciente de estrategias que le permitan tomar decisiones y resolver problemas de forma eficaz».

También es fundamental enseñar la gestión de pensamientos, de forma que cambie la visión que tiene de la realidad, y evitar la recreación en sus emociones y afrontar las cuestiones que le causan malestar.

Estas herramientas ayudarán a todos ellos a asumir la responsabilidad de sus actos y emociones, aumentar, progresivamente, su tolerancia a la frustración y mejorar su autoestima. De la misma manera, comenta la psicóloga, se recomienda que el entorno directo del paciente se implique en este proceso: amigos, familia y pareja, ya que pueden ayudar de forma significativa si se mantienen firmes en los límites establecidos a su comportamiento infantil, no responder ante las manipulaciones y exigencias que pueda ejercer la persona implicada e indicarle las conductas inapropiadas que realice y proponerle alternativas.