Peldaño 61: «No obligues a tu mente. Mejor seduce a tu corazón»

Existe una palabra en inglés cuyo significado tiene un gran valor, pero que no se puede traducir con facilidad al español. Esa palabra es 'accountability'. Los diccionarios suelen traducirla como «responsabilidad», pero lo que no explican es de qué responsabilidad se trata. Se refiere a la responsabilidad del que cumple ante otros, y ahí es donde radica la fuerza del secreto de este Peldaño. Si tenemos que ser responsables para cumplir ante nosotros mismos, nuestro nivel de responsabilidad baja. Pero cuando es ante otros, sube. Lo explicaré con un ejemplo.

Imagínate que quieres aprender a tocar el piano. Curiosamente, lo que necesitas no es un profesor de piano, ya que en el siglo XXI existen miles de cursos por internet, muchos de ellos realmente buenos. Lo que sí necesitas es fuerza de voluntad para seguirlos. Haces una cita contigo mismo el sábado a las 12.00, y te reservas las dos horas siguientes para tener la disciplina de realizar la búsqueda del curso que te encaje, sentarte a escucharlo y seguirlo y poner en práctica absolutamente todo lo que te dice ese profesor que ni está contigo, ni te está viendo. Hay un problema: que si no cumples, no pasa absolutamente nada, dado que la única persona en el mundo que sabía de esa cita eras tú mismo.

¿Cuál era la solución?

Contratar a un profesor particular y fijar esa cita de las 12.00 con él en lugar de contigo mismo. ¿Por qué? ¿Por su valía? ¿Por todo lo que te va a enseñar? No. Podría ser el peor profesor del mundo y, sin embargo, te seguiría interesando fijar esa cita. El motivo es que si de un valor 100, sus dotes como instructor sólo representaran el 1 por ciento, el poder de la accountability representaría el 99 restante. Su valor no está en el hecho de que te enseñe, sino en el hecho de que te arrastre , es decir, de que adoptes un compromiso externo. Si te lleva 100 clases empezar a tocar un mínimo el piano (yo defiendo que se puede conseguir con tan sólo ocho), lo difícil no es obtener la información de las clases, sino sentarte a hacerlas.

Alfredo es un chico de dieciocho años. Tiene la habitación de su residencia universitaria hecha un desastre. Está todo tan desordenado que el suelo no se ve. No hay donde pisar. La habitación lleva varios días en ese estado y no parece que Alfredo consiga encontrar la suficiente disciplina y motivación para ordenarla y limpiarla. De repente dice: «¡Arrastre!». Ha salido en un par de citas con una chica que lo tiene obnubilado. Es la última persona que él querría que viera su habitación en ese estado, y por tanto la que menos desearía invitar a esa habitación. ¿Qué hizo nuestro protagonista? Justo lo contrario. Invita a la chica a jugar en su cuarto a su último videojuego la tarde siguiente. Y ¿en qué invierte cada minuto previo a su llegada? En limpiar y recoger cada rincón de su habitación. Por él no la habría recogido. Por ella, sí. Acaba de usar el poder del arrastre .

Más arrastres...

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¿Ves ahora por qué los arrastres son el secreto mejor guardado y menos usado?

#88PeldañosGenteFeliz

«No obligues a tu mente. Mejor seduce a tu corazón»

@Anxo