Teresa Baró
«A las mujeres nos han educado para disimular nuestras fortalezas»
La especialista en comunicación personal en el ámbito profesional, Teresa Baró, publica «Imparables», una guía de comunicación para mujeres «que pisan fuerte»
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Iniciar sesiónTeresa Baró es experta en cómo ocurre y se desempeña la comunicación personal dentro del ámbito profesional. Uno de los objetivos que persigue en el día a día es claro: ayudar a mujeres profesionales para que sean más visibles, tengan más poder y consigan sus ... objetivos.
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Por ello, publica «Imparables» (Paidós), un libro en el que desgrana las diferencias entre cómo los hombres y las mujeres hacen uso del poder comunicativo en el trabajo , y plantea bases para que las mujeres puedan ser capaces de expresar y anteponerse a lo que quieran, para poder ocupar el mismo espacio que ocupan sus compañeros. «Las mujeres tenemos un estilo propio de comunicación que no siempre es bien comprendido ni aceptado en el entorno empresarial, político y, en general, en el ámbito público», dice la autora para presentar el libro. Pero, el objetivo no es adaptarse a lo que ya hay, sino romper estereotipos y poder asentar un nuevo modelo de comunicación . «Las mujeres pueden liderar con su propio estilo de comunicación y conseguir más influencia, visibilidad y respeto sin necesidad de masculinizarse». Hablamos con la experta en ABC Bienestar sobre esta comunicación, sobre el famoso «techo de cristal», sobre eso a lo que llamamos «síndrome del impostor» y cómo muchas veces las inseguridades aprendidas pueden frenar una trayectoria profesional.
¿Por qué una guía solo para mujeres?
A lo largo de mi experiencia profesional, asesorando a hombres y mujeres en el ámbito profesional, he visto que en general las mujeres tenemos unas dificultades distintas, unas inseguridades que nos marcan mucho y que tenemos un estilo de comunicación que a veces no es comprendido o aceptado en el ámbito empresarial, incluso en el político. En segundo lugar, hemos recibido una educación distinta, hombres y mujeres, y eso nos ha condicionado. Por lo tanto es hora de tomar conciencia, y que cada uno establezca sus pautas de comunicación como crea que tiene que hacerlo. Pero por lo menos hay que conocer estas diferencias, saber el porqué y poder analizarnos cada uno, sobre todo las mujeres, para saber cómo nos ayuda o cómo nos perjudica este estilo de comunicación que hemos aprendido.
¿Sigue habiendo más obstáculos para las mujeres en el ámbito profesional? ¿Cómo afectan a la comunicación?
Los obstáculos que encontramos las mujeres en el ámbito laboral, especialmente en los más masculinos, son de tipo estructural: a veces la propia profesión no está pensada ni por mujeres ni para mujeres. Todavía hay algunos prejuicios acerca de las capacidades de las mujeres; las organizaciones siguen lideradas por hombres y prefieren hombres… hay muchos factores que son obstáculos. ¿Cómo nos condiciona esto? A veces acabamos resignándonos pensando que la situación es esta, que es lo que tenemos que aceptar, pero no pensamos que comunicándonos de otra manera, quizás podemos conseguir más. En entornos muy masculinizados, a veces los hombres prefieren mujeres que tengan un estilo más firme, más directo, o más claro, porque normalmente este estilo se ha considerado más profesional, o más de líder o más competente, mientras que no comprenden el estilo más empático, quizás más amable, más relacional, comprensivo y emocional. Consideran que esto no es tan apto para determinados negocios o determinadas cosas en el trabajo. Yo lo que propongo en el libro es que aprendamos distintas estrategias, muchas técnicas, para poder adaptarnos al interlocutor, al entorno en el que estamos trabajando, y así conseguir mucho más fácilmente nuestros objetivos. Se trata de encontrar el registro adecuado en cada situación.
¿Se sigue «castigando» a una mujer en el ámbito profesional que es decidida, fuerte y, de alguna manera, sale del patrón que la sociedad piensa para ella, o eso ya se ha quedado un poco antiguo?
Afortunadamente esto va cambiando, y si hablamos de una mujer líder, se entiende que tiene que ser decidida, resolutiva, que tiene que expresarse con claridad, que sea visible y no tenga miedo de esa visibilidad. Pero, todavía hoy las propias mujeres no aceptan que una mujer adopte estos patrones; esto está muy estudiado. La persona que se separa de los patrones de su grupo, en este caso estamos hablando de las mujeres, no es bien vista por el grupo, y es castigada. Entonces las propias mujeres dicen de otras que son ambiciosas, que son mandonas, que incluso tienen que hacer es trabajar menos y centrarse en su familia, se ve mal que sean ambiciosas o que ganen mucho dinero…
¿Pero también se ve mal que una mujer sea más emociona o empática?
Sí, y es lo que nos encontramos. Muchos hombres que están entrenados desde niños a disimular sus emociones o inseguridades, no ven bien o adecuado que una mujer exprese sus debilidades, inseguridades o sus emociones positivas o negativas. ¿Por qué? Porque consideran que el ámbito laboral es productivo, o a veces técnico, y un lugar donde las emociones no tienen cabida. Todavía esto se castiga, pero también estamos cambiado. Ahora también se valora en los hombres y en los líderes masculinos que sean más empáticos, que sean más tiernos y dulces, incluso vemos en una rueda de prensa un hombre que llora, que confiesa esas debilidades… estamos por el buen camino.
Habla en una parte de la gestión emocional y la autoestima, ¿cree que a las mujeres se les enseña a ser más inseguras?
Esto es complejo. Vamos creciendo con la seguridad en algunos aspectos de nuestra vida. Se nos impulsa a estar seguras en un rol determinado: el de madre, esposa, amiga, pero en cambio no se nos educa tanto en la seguridad de mandar, de ser visibles en una empresa o ganar más dinero. El dinero es algo que parece que pertenece al mundo de los hombres. Nosotras estamos mucho más al servicio de los demás, de la familia… pero también de todo el mundo en general. Las profesiones más feminizadas suelen ser estas que suponen estar al servicio de alguien: educación, sanidad, etc. Por lo tanto, lo que sí nos pasa es que nos han educado para disimular nuestras fortalezas, es decir, una mujer que se sienta muy segura muchas veces tiene que disimularlo porque, si no, da miedo, porque, si no, puede provocar conflictos por ejemplo con sus hermanos cuando es niña, luego con su pareja y luego con sus compañeros de trabajo. Por ello estamos acostumbradas a disimular lo que sabemos, nuestros conocimientos, nuestras opiniones, nuestros aciertos, incluso nuestros logros; muchas veces escondemos los éxitos que hemos tenido. En cambio los hombres están acostumbrados a mostrar seguridad aunque no la tengan. Por lo tanto no es una cuestión tanto de si tenemos seguridad o no, sino de lo que demostramos hacia fuera.
¿Es más común el síndrome de la impostora en mujeres que en hombres?
Las investigaciones iniciales sobre este tema las hicieron dos mujeres, y sobre mujeres. Después se vio que no solo afecta a las mujeres, que también hay hombres que tienen este tipo de inseguridad pero yo, por la experiencia que tengo, cuando estoy en mis cursos y hablamos de este tema y pasamos tests, las mujeres siempre me dicen: «Yo los cumplo todos, o casi todos». Lo he vivido muchas veces. El peso de la educación y los modelos que hemos tenido nos han influido mucho.
¿Cómo se puede trabajar para superarlo?
Es fácil de decir, más difícil que hacer, como todas estas cuestiones más emocionales y de la autoestima. Pero lo primero es dedicarnos un tiempo a nosotras y revisar cómo ha sido nuestra carrera hasta ahora, qué estudios tenemos, cómo nos hemos preparado. La mayoría de nosotras tenemos una trayectoria increíble en nuestro campo. Hay que revisar qué tenemos en nuestro historial, pero no solo esto, también qué dicen los demás en nuestro entorno profesional. Hay que escucharlos: a veces parece que, cuando nos elogian, pensamos que es por compromiso, y no lo es. Los hombres y mujeres que nos elogian lo están diciendo de verdad. Entonces, lo primero es creernos estos elogios. Lo segundo es valorar lo que hemos hecho y lo tercero, muy importante, es aceptar nuevos retos, decir que sí a las cosas que nos proponen. Cuando nos proponen algo, será porque han visto que somos capaces y creen en nosotras. Al aceptar que esto funciona, nos va alimentado la autoestima.
¿Cómo influye la manera en la que hablamos, pero para hacerlo con nosotros mismos?
Este tema da para tres libros más. La manera de hablarnos es básica, primero para esta autoestima y qué autoimagen tenemos de nosotras mismas, y después para ver qué proyectamos al exterior. Son muy frecuentes las frases del estilo: «Qué idiota soy», «seguro que no me eligen a mí», «hay gente mejor que yo»… todas estas frases, que son negativas y nos disminuyen mucho, son la peor forma de mostrar seguridad al exterior. Cuando nos toca, por ejemplo hablar en público, participar en una reunión, proponer ideas o proyectos, lo decimos con la boca pequeña, si llegamos a decirlo. Porque como nos hemos hablado tan negativamente a nosotras mismas, ya ni siquiera nos damos la oportunidad.
¿Y cómo podemos hacer del lenguaje nuestro aliado a la hora de hablar con los demás en el trabajo?
Si tenemos en cuenta que el estilo de comunicación masculino tradicional es mucho más directo, más claro, más informativo, más eficaz y productivo, una opción es que las mujeres adoptemos en muchas situaciones este estilo. En lugar de dar muchos rodeos en las frases, hablar indirectamente, utilizar fórmulas de autodisminución, como por ejemplo «yo creo», «bueno, no sé si pensáis lo mismo», «yo diría que», utilizando el condicional... en vez de utilizar todas estas fórmulas, yo diría ser mucho más directas, claras y asertivas. Esto nos ayudaría a tener más visibilidad y ser más respetadas.
¿Cómo las mujeres no deben desanimarse ante la perspectiva de, por muy bien que lo haga, en algún momento llegarán al tope, a encontrarse con el llamado «techo de cristal»?
Es complicado porque es cierto que hay muchas mujeres que tienen las habilidades, la actitud, pero al final terminan abandonando porque requiere demasiada energía superar estos obstáculos. A mí me parece que hay algo que tenemos que tener en cuenta, que es la evolución, que todo el mundo, especialmente la sociedad occidental, está sufriendo ahora. Si todas nos empeñamos en cambiar esto, con ayuda de los hombres, lo vamos a cambiar, pero debemos ayudarnos. Es importante que las mujeres que acceden a puestos directivos, a cargos de responsabilidad, ayuden a las demás mujeres, esto es clave. Y que no tenga que hacer la lucha cada una de nosotras en solitario.
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