El efecto halo que nos lleva a pensar que lo que es bello es bueno
La psicóloga Inés Pérez Romero, del equipo de 'En equilibrio mental', explica las claves del sesgo cognitivo que nos lleva a relacionar la belleza estética con la bondad
Inés Pérez
El personaje de Ted Bundy , uno de los mayores asesinos en serie de la historia, ha atraído la atención e inspirado las historias de Hollywood desde que sus acciones salieran a la luz. De hecho, son innumerables los productos audiovisuales que se han ... creado en torno a su historia y sus crímenes. Pese a que no es una temática novedosa, detrás de este caso había algo más, la necesidad de comprender cómo es posible que una persona aparentemente tan normal y amigable pudiera estar detrás del asesinato de más de 30 mujeres. Esta disonancia se explica por el 'efecto halo'.
El efecto halo es un sesgo cognitivo muy presente en nuestras interacciones diarias. Está por debajo del principio de «lo que es bonito o bello, es bueno». Más concretamente, hace que formemos una opinión sobre algo o alguien basada en nuestra predisposición (positiva o negativa) hacia un atributo de dicha persona o cosa. Se trata de una especie de atajo del cerebro para completar la información que le falta en base a información que ya conoce, es decir, una generalización errónea. Este sesgo se ha descrito frecuentemente en relación a las personas, pero también se ha replicado en el estudio de productos, marcas o incluso de organizaciones.
La primera persona en acuñar este término fue Edward Thorndike en 1917 en su artículo 'El error constante en la calificación psicológica'. En él describe un experimento en el que pidió a unos oficiales que evaluaran a sus soldados en varias dimensiones no relacionadas entre sí (inteligencia, atractivo físico, liderazgo…). Sin embargo, pese a la falta de relación entre estas cualidades, cuando un oficial valoraba a un soldado como atractivo , también le consideraba inteligente, buen líder y buen soldado, es decir, le atribuía cualidades positivas . Por el contrario, cuando se valoraba a un soldado como poco atractivo , también se le consideraba poco inteligente, mal líder y mal soldado, es decir, se le atribuían cualidades negativas.
Vamos a hacerlo más visual, imagina que tienes dos tarros, uno lleno de papelitos azules con adjetivos positivos y otro lleno de papelitos amarillos con adjetivos negativos. Una vez emparejas a una persona con un papelito de un color determinado automáticamente le metes en el tarro del color correspondiente.
A partir de entonces, son innumerables los experimentos que han replicado este hallazgo. Un ejemplo curioso es el estudio de Efran en 1974, en el que a partir de juicios simulados comprobó que los jurados populares tienden a ser más benevolentes con los acusados en función de su apariencia , a pesar de estar acusados por un mismo crimen.
En definitiva, nuestro cerebro se vale de sesgos porque en muchas ocasiones es útil formarse una impresión rápida e intuitiva de la realidad a la hora de procesar la información del entorno, pero no hay que confundirse, las apariencias siempre engañan .
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