Por qué algunas personas sienten vergüenza el primer día de gimnasio

Pese a que calzarse las zapatillas nos hace la mitad del camino del entrenamiento, el pudor por lo que puedan pensar los demás sobre nuestro físico nos puede frenar

"Más del 80% de los dolores lumbares tienen su origen en las piernas, no en la espalda"

Por qué sentimos vergüenza el primer día de gimnasio. Freepik

Puede que salgas a correr o que entrenes gracias a una de las innumerables plataformas online desde tu casa o cualquier parte, pero te has planteado ir a un gimnasio para estar en forma y te aterra ese primer día. Vas a compartir espacio con ... más personas, esperarás tu turno para usar algunas máquinas, puede incluso que te hayas quedado sin las mancuernas del peso que quieres levantar porque otras personas las han cogido antes y, en definitiva, harás ejercicios ante decenas de ojos que, aunque no estarán pendientes de lo que haces, en algún momento -casi con total seguridad- se fijarán en ti.

¿Te aterra la idea de pensar -y saber- que otras personas se fijarán en cómo entrenas? Eso es porque te importa lo que puedan pensar de ti y es algo más que normal. La psicóloga experta en autoestima Yaiza Hellwig señala que las personas somos seres sociales y nuestra mente está diseñada para buscar aceptación en el grupo. «Lo que otros piensan de nosotros puede influir en nuestra autoestima, en cómo nos comportamos e incluso en las decisiones que tomamos». Y esto es especialmente visible cuando nos encontramos en entornos nuevos o poco familiares, porque ahí nuestro cerebro detecta «riesgo social» y activa mecanismos de protección: medir nuestras palabras, vigilar nuestra postura, evitar hacer el ridículo, etc.

Tal como indica la psicóloga, el problema aparece cuando ese miedo al juicio ajeno se vuelve excesivo y limita nuestra vida: «Ahí es donde trabajamos en terapia para fortalecer la seguridad interna, de forma que el valor que nos damos no dependa tanto de la opinión de los demás».

El primer día de gimnasio

Ir al gimnasio es una gran decisión porque eso significa que estás un paso más cerca de llevar una vida que cuida de tu salud, y superar la pereza que supone desplazarse a otro lugar a entrenar es vencer gran parte de los impedimentos del camino. Salvo cuando el miedo viene de lo que puedan pensar los demás.

¿Qué se les pasa por la cabeza a aquellos que no soportan la idea de que otros les vean entrenar? Es muy común pensar cosas como: «Me van a mirar», «Seguro que lo hago mal», «Ellos están en mejor forma que yo»... Yaiza Hellwig dice que se activa una comparación automática con el resto y una sensación de vulnerabilidad. «Esto ocurre porque salimos de nuestra zona de confort y entramos en un lugar donde nos sentimos expuestos», explica.

La clave para reducir esta ansiedad es normalizar que todos empezamos alguna vez, que la mayoría de la gente está concentrada en su propio entrenamiento y que nuestra valía no depende de cuántos kilos levantemos o de cómo nos veamos en un espejo. Es normal que otros levanten más peso o tarden menos en terminar un entrenamiento si tienen más práctica en ello. Cada uno debe seguir sus tiempos y no compararse.

Superar ese miedo

Superar ese miedo a la mirada ajena pasa mucho por trabajar el foco de atención. Cuando estamos pendientes de cómo nos ven los demás, nuestro sistema nervioso interpreta la situación como una amenaza. Lo primero es recordarnos que la mayoría de la gente está centrada en sí misma y no tanto en observarnos.

Algunos consejos prácticos:

- Empezar poco a poco: elegir horarios menos concurridos para ganar confianza.

- Prepararse con antelación: llevar planificada la rutina, así reducimos la sensación de “no saber qué hacer”.

- Cambiar el foco: en vez de pensar 'me están mirando', centrarse en la respiración, en la música o en el propio movimiento.

- Reformular la vergüenza: entender que sentirse torpe al inicio es normal, no un defecto.

Tanto en el gimnasio como en otros entornos nuevos, el miedo al juicio ajeno se relaciona con creencias internas como «tengo que ser perfecto para ser aceptado» o «si cometo un error, me rechazarán». Estas creencias suelen tener raíces en experiencias pasadas -por ejemplo, haber sido criticados o comparados durante la infancia- y pueden trabajarse con terapia enfocada en autoestima y regulación emocional.

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