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07/03/1934
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Periódico ABC SEVILLA 07-03-1934, portada

  • EdiciónABC, SEVILLA
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MAPR 1 D- SEV 1 LLA 7 DÉ MARZO DE 1 9 34. N U M E R O S U E L T O JO C E N T S REDACCIÓN: P R A D O D E SAN S E B A S T I A N SUSCRIPCIONES I DIARIO ILUSTRADO. AÑO TRIGÉSIMO. NUMERO 9.614 A N U N C I O S MUÑOZ O L I V E C E R C A N A A T E T U A N SEVILLA 1 N C O N G R U E N C AS Tienen razón los socialistas, y se la hemos, dado votando con ellos, en oponerse a que los servicios de Sanidad sean traspasados a Trabajo. Tienen razón, porque, estando todos conformes en que es necesaria l a creación de un ministerio de Sanidad, no vale l a pena de efectuar este traslado provisional de estos servicios de Gobernación, a Trabajo para Juego trasladarlos de T r a bajo a Sanidad. Dos mudanzas equivalen a un incendio. Y dos traslados de éstos significan un despilfarro, que el país no está en condiciones de soportar. H a y además, otras consideraciones de orden ¡técnico y práctico que aconsejan separar los servicios de Previsión y Sanidad. Pero ahora no se trata de eso. L o que me interesa es hacer constar que, cuando alguien tiene razón, nosotros lo reconocemos y lo reconoceremos siempre, aunque sea en nuestros mayores enemigos. P o r eso hemos coincidido esta vez, que no es la primera n i será l a última, con los socialistas. Porque les damos l a razón cuando la tienen, tenemos autoridad para negársela cuando, a nuestro entender, carecen de ella. Y lo que han hecho estos días, con su obstrucción, poco ágil por cierto, es una i n congruencia. Y vamos a probarlo. ¿E s ciento o no es cierto que- los socialistas se han declarado partidarios, en su Prensa, en sus mítines y hasta en el Congreso, de l a revolución social? ¿E s cierto o no es cierto que todos los días anuncian a los trabajadores que aún creen en ellos que dentro de muy poco las masas proletarias, dirigidas por ellos y en el momento que ellos escojan, darán al traste con todo lo existente, política y socialmente, para instalar l a dictadura del proletariado, en la que no habrá hambre, n i paro, n i injusticias p á r a l o s que trabajan, y sí, en cambio, bienestar, equidad y superabundancia? Pues s i todo esto es cierto, y nadie podrá negar de buena fe que lo es; s i estamos a las puertos de ese paraíso social que ellos prometen, si es cuestión de días o de, horas que todo ello sea una realidad, ¿para qué cometer l a incongruencia de perder lastimosamente el tiempo en intentar oponerse, sabiendo que de ese modo no lo van a conseguir, a uña medida como esa, desacertada desde luego, pero que ellos van a rectificar de un papirotazo al día siguiente de un triunfo del que están tan seguros? S i yo fuera proletario socialista de buena fe, desconfiaría. Y haría bien. Porque, planteadas así las cosas, parece más lógico emplear los días, las horas y los minutos que falten para l a llegada del gran estallido en perfeccionar los detalles, planear la estrategia, tomar concienzudamente las medidas necesarias paira esa batalla que se v a a librar, según ellos. Decididos ya a l a violencia, resulta ridicula su labor parlamentaria en estos momentos. ¿Qué pensaríais del guerrero que, vestido ya de su armadura, calzadas las espuelas y calada la visera, en el momento de escuchar el toque de clarín que le llama a combate entregara sus- manos a los cuidados de una manicura medieval? Que era un incongruente, ¿no? Pues eso mismo pienso yo de estos hombres que se han pasado dos meses dando fieros gritos y profiriendo terribles amenazas a los de arriba, los de en medio y los de abajo, y, cuando llega el momento de hacerlos efectivos, se entretienen en ocupaciones impropias de su sexo político. Y a sé lo que se nos va a contestar: ¿Y vosotros? ¿N o decís que abomináis del sistema parlamentario? ¿Qué hacéis allí, entonces? Vamos por partes. E n efecto, abominamos del sistema! L o encontramos absurdo, anacrónico, inservible, funesto. Hemos ido allí a procurar, por todos los medios. a nuestro alcance, conseguir que desaparezca y se subs- tituya por otro más lógico, más razonable, más moderno. Procuraremos lograrlo desde dentro. T a l vez lo consigamos. Quizá no. Pero el día en que estemos plenamente convencidos de que ese no es el camino para ello, el día en que la realidad nos demuestre que eso sólo puede conseguirse desde fuera, el día en que una democracia, estableciendo castas políticas de ciudadanos, nos obligue a hablar de violencias, nadie volverá a vernos allí donde ya nada tendríamos que hacer. HONORIO MAURA entre los triunfadores y sus sistemas de or gan. ización pública, para desde allí convertirlos poco a poco. L a Monarquía y él modo histórico de unidad nacional debían ser los primeros sacrificados a exigencias superiores, como los cristianos ante la invasión de los bárbaros subordinaron la defensa delImperio a las eternas verdades- -ejemplo, mejor o peor traído, muy presente a estos t á c t i c o s- Y a entonces el senador romano Casiodoro inspiró y ayudó a Teodorico- -que le cubrió de honores y le hizo canciller- -su política de reconciliación de godos y romanoSj basada en una distribución de papeles entre los dos. pueblos, del tipo siguientei los ¡godos, nación soberana. se encargarían del servicio militar y el orden exterior e interior; los romanos se dedicarían a los oficios, a las ciencias y a las artes. Casiodoro y Teodorico fracasaron lamentablemente. N o importa. Aquí los revolucionarios triunfadores- -siempre según el centro- -harían de gó: dos, usufructuando el Poder, mientras los vencidos del 31 aspirarían a obtener permiso para congregarse a estudiar y orar sin excesivas restricciones legales. Y en esa conformidad se fueron después del Rey, amable y. rápidamente; despedidos, el cardenal, el concepto de España- nación, los Jesuítas, la paz- social; los derechos capitales de la Iglesia, etc. etc. etc. Jamás previsión humana fué, sin embargo, más disparatada que la de nuestros Cásiodoros nacionales. Jamás ninguna mereció con tan rara fortuna la denominación t r i vial de plancha N i la reacción fué lenta, ni la religiosidad y el patriotismo españoles tenían nada de superficiales, ni aquí se resignaron las gentes al papel sometido y ¡orante. Atropellada, confusa, surgió la tremenda protesta en todas las formas bien presentes a la memoria. Surgió y triunfó, amenazando con llevárselo todo por delante. EL ESPÍRITU D E C A SIODORO Se atribuye por muchos el fracaso de las derechas españolas, después de su victoria de noviembre, al enervamiento de la vida parlamentaria. N o lo creo. E l Parlamento no suaviza y limita sino a los que tienen propósito de dejarse suavizar. E n el Congreso, la oposición republicano- socialista el año 23- -los días de la comisión de Responsabilidades- -desplegaba furia y habilidad, de tal alcance, contra el régimen monárquico, que de aquella contienda vinieron en buena parte todos los gravísimos sucesos del decenio siguiente. E l Parlamento, más enciende que ¿paga las pasiones. L a esterilidad de l a labor derechista nacional, el tristísimo suceso de estar ya a la defensiva y sirviendo de yunque los mismos que en noviembre pudieron barrerlo todo, obedece a un principio y a un sistema. Y con arreglo a él, n i ha habido ni habrá fracaso. Se da, sí, la contradicción entre lo que las masas deseaban y buena parte de los directores calurosamente predicaron de buena fe, y los cómicos resultados obtenidos; pero corresponde al propósito de las gentes que, por un curioso accidente histórico, dan el tono a la última campaña electoral y a sus consecuencias parlamentarias. Estas gentes, mejor, estas tendencias d i rectoras, son parte de un sistema europeo bien conocido: el del centro católico alemán y el populáíísimo también católico italiano. E n el caso espjiñol, al hundirse la Monarquía, su estado de espíritu se montó a toda prisa. Con D Alfonso X I I I había caído, pensaron, todos los valores religiosos y morales que históricamente daban apariencia al sistema y que eran sólo mera exterioridad. N o había ya Rey, pero tampoco había patriotismo, n i religiosidad en las masas, ni! caridad en los de arriba, n i una sola fuerza de cohesión espiritual. N o quedaba nada, según ellos, y era preciso empezar una penosa y lenta- -sobre todo lenta- -labor de reconquista moral en país de misiones. Sacrificando, naturalmente, toda pretensión política pura, haciéndose pequeños, entrando A h í pero eso no podía ser, y en evitarlo la tendencia centrista española lia empleado todo el poder que las circunstancias políticas le habían dado. Las revoluciones no se limiten a suscitar sus hombres, y a por sí enorme calamidad, sino que, al desmantelar las defensas tradicionales de un país, permiten hacer figura de grandes contrarrevolucionarios a los más insospechados sujetos, calamidad a veces mayor. Los centrismos españoles bajo una Monarquía que, como enseña el doctor Goma en su último documento, daba satisfacción a las exigencias religiosas, contenidas además por tal sabia política romana, no tuvieron apenas ocasión de mostrarse. Pero en el período republicano se lanzaron frenéticamente a l a acción, con el ánimo que hemos resumido. Y ha sido ahora, ante la sorprendente reacción de España, tan contraria a sus previsiones, cuando desplegaron l a máxima potencia: Y a que España no tarda medio s i glo en evolucionar y convertirse- -se dijer o n- sino que con censurable ligereza sé lanza a pedir las normas morales y hasta! las instituciones todas que tenía hace tres años, quebrantando modalidades previstas, frustremos nosotros ese imprudente plan. Disminuyamos el triunfo, suscitemos Gobiernos de restos inanes de partidos, incorporemos a toda prisa las gentes más sanaá a poderes bien definidos por su hostilidad a lo que ellas desean. Todo menos una peao- i

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