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10/04/1923
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Periódico ABC MADRID 10-04-1923, portada

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MADRIDDIAJODE ABRIL D E 1 9 2 3 NUMERO SUELTO 10 CENTS. g) S DIARIO LUSTRADO. AÑO DÉCIMO NOVENCf. N. 6 322 10 CENTS. S ÍS VS F U N D A D O E N E L A Ñ O 1905 P O R D T O R C U A T O L U C A D E T E N A VSf. SEVILLA. E N LAS CARRERAS D E CASALLOS S. M. LA REINA (x) CON S. A. LA INFANTA DOÑA LUISA, EN EL PALCO REGIO. (FOTO D U Q U E) LA DISPUTA DE LOS BANQUETES Entre la gentes de letras y de arte de Madrid se nota cierta agitación, lo que los políticos llamarían revuelo, a propósito de la abundancia de homenajes gastronómicos, ¡Demasiados banquetes! gritan unos. ¡Basta de banquetes... En tanto que otros procuran con las mejores razones el disculpar esa después de todo inocente manera de hacer feliz a un hom bre que busca la gloria. Los enemigos de los banquetes están esgrimiendo todas las armas posibles, desde el ridículo de la caricatura hasta los razonamientos de peso. Entre éstos sobresale el de la economía, y no son pocos los que se escandalizan por tener que pagar a menudo respetables puñados de pesetas para los fines bangueteadores. Sin embargo de su aparente fuerza, esta objeción es falsa; el hombre que acepte el sentido de sacrificio y de gasto que impone la cortesía, debe descontar tales contribuciones. La vida social, la vida de la amistad, reclama sacrificios, y rebelarse a ellos es hacer un gesto de oposición a toda idea de sociabilidad v de cultura. Lo curioso es que los que más com- baten loa banquetes son precisamente los que más alardean de sociables y menos ganas tienen de quedarse solos en sus casas. En fin, lo paradójico de este caso consiste en que se brmda voluntaria a defender la idea de los banquetes una persona como yo, que por lo regular, hace una vida algo retirada... Los adversarios de los banquetes presentan otro argumento de peso. Dicen que la vanidad que trasciende de esos continuados homenajes llega a la pestilencia, al fastidio, y que, a fuerza de prodigarse sin ton ni son, concluyen por resultar grotescos. Realmente, la vanidad interviena con demasía en la organización y el desarrollo de esos homenajes. Todos conocen el sistema por el cual se fragua un banquete. Un tipo cualquiera busca a dos amigos leales que le deban ciertos favores de camaradería (hoy por mi, mañana por ti) y pronto comprometen a tres docenas de señores, que con frecuencia sólo concurren por la vanidad de aparecer en las listas de los diarios. Así se dan banquetes brillantes incluso a ilustres majaderos. Hay homenajes verdaderamente vergonzosos... ¿Pero adonde iremos que no nos asalte la presencia de la vanidad? El asombrarse de esos fenómenos de vanidad, ¿no implica, desde luego, provincianismo? Y quien se la echa en esto de avisado, ¿no está descubriendo su naturaleza aldeana? Un defecto aquí bastante corriente consiste en creer que España es en el mundo una excepción, y que las cosas que en España ocurren no se dan en ninguna parte. Pero la realidad es todo lo contrario. En España ocurren las mismas cosas que en el resto del mundo, sino que a veces se dan entre nosotros con mucha menos intensidad que en otros países. En cuestiones de vanidad, por ejemplo, el español es más parco que nadie, en parf- te por el miedo al ridículo, entre nosotros tan desarrollado, y en parte por una cierta adustez racial. Los que así se indignan contra los banquetes no quieren comprender que el mundo está constantemente reventando de banquetes. Olvidan o ignoran que en París, en Londres o en Buenos Aires se org- anizan infinitamente más banquetes que en Madrid, y eso desde tiempo inmemorial, y que los escritores, los artistas, los políticos, los banqueros y los simples viajantes de comercio banquetean en todos los pueblos civilizados con una profusión que nuestra un poco arisca sociabilidad y nuestra sobria economía no conocen. Y son. por añadidura bau- V

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