ABC MADRID 09-05-2004 página 5
- EdiciónABC, MADRID
- Página5
- Fecha de publicación09/05/2004
- ID0004880608
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ABC DOMINGO 9 5 2004 Opinión 5 CARTA DEL DIRECTOR ¿Ayuda o control? De las palabras de Ahmed Taufik, ministro marroquí de Asuntos Religiosos, parece clara la disposición del país vecino a intervenir en el asunto de las mezquitas en España. La oferta de colaboración al Ejecutivo socialista podría encallar con los deseos de la comunidad musulmana en nuestro país, siempre reticente a que Rabat se meta a organizar la actividad religiosa en los garajes de Alá. Agujeros en la Red De nuevo, un tardo- adolescente parece estar detrás de la emisión de los últimos y más nocivos virus informáticos que han invadido los buzones electrónicos de todo el planeta. La Policía alemana ha detenido a un joven de 18 años que ha confesado ser creador de Sasser y algunas versiones de Netsky dañinas plagas que han costado un dineral en las operaciones de desinfección informática. Sin necesidad de grandes conocimientos (el detenido era un simple bachiller que quería estudiar informática) parece claro que cualquier gamberro puede poner en jaque los sistemas informáticos de medio mundo. La Red, el invento más sobresaliente y útil de las últimas décadas, tiene aún los agujeros demasiados grandes. José Luis Rodriguez Zapatero y Mariano Rajoy, en una imagen de archivo CHEMA BARROSO LA PELEA JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS L pesimismo noventayochista y el guerracivilismo son conceptos exclusivos de nuestra historia. La increencia en los españoles como colectivo nacional tenía en los intelectuales de principios del siglo pasado una comprobación empírica, y el conflicto fratricida se convirtió en un trauma colectivo que, a veces, da la entera impresión de no haberse superado. Excelsos tantas veces en lo individual, los españoles, como comunidad, tenemos un pasado demasiado nutrido de fracasos que nos ha hecho llegar tarde a muchas citas históricas. Podría dar la impresión de que, tras más de un cuarto de siglo de vigencia de un sistema constitucional que garantiza los derechos y libertades, volvemos por donde solíamos, es decir, a la fatiga que provoca en los españoles la normalidad, a esa especie de necesidad instintiva de excepcionalidad, a la quiebra, casi ritual, de las reglas del juego, a la revisión obsesiva y esencialista de nuestra procedencia y de nuestro destino juntos, a ese reflejo bronquista en el que tantas veces se ha basado nuestra manera de mal convivir. La tragedia del 11- M, lejos de aunarnos, nos despedaza, como si pretendiéramos una penitencia común todavía más lacerante. Nos ataca de nuevo la insensatez del riesgo descontrolado a que se rompa otra vez la baraja y retornemos a los comportamientos desgarrados. Lo cierto es que, ganadas las elecciones por el PSOE el 14- M en unas circunstancias emocionalmente altera- E Vuelven los problemas Parece que va a hacer falta algo más que talante. El efecto sedante con el que Zapatero trató de avanzar en un consenso para la aprobación de la Constitución Europea no tiene demasiado éxito. A cinco semanas de que venza el plazo, se multiplican las pegas de un puñado de países que han sembrado de pesimismo la Comisión, que encabeza Romano Prodi. Cándidamente, el Gobierno ya casi ha dado el sí, pero sigue el barullo. Si por el Gobierno fuera, no habría comisión de investigación. Y es lógico, porque ¿qué Gobierno está dispuesto a que la seguridad del Estado se abra en canal, y los servicios de inteligencia sean puestos en la picota pública? das pero que no restan legitimidad a los resultados, el nuevo Gobierno debió apostar por el sosiego. Se podrá aducir- -y cada cual tendrá razones para ello- -que la oposición del PP ha cometido torpezas en igual medida que el Ejecutivo. Aun admitiendo que así sea- -a efectos dialécticos- cuando una situación como la actual amenaza descontrolarse, las consecuencias son mucho más graves para el Gobierno que para la oposición, por más que ésta sufra también otras no menos importantes. Porque siempre pierde más el que más tiene: el Gobierno tiene el poder, la oposición sólo aspira a ostentarlo. Han tentado los socialistas mucho la suerte y el PP, emparedado entre las acusaciones y la indignación de sus militantes y cuadros, ha echado el órdago. Si por el Gobierno fuera, no habría comisión de investigación. Jamás lo admitirá, pero es así. Y es lógico, porque ¿qué Gobierno está dispuesto a que la seguridad del Estado se abra en canal, los servicios de inteligencia sean puestos en la picota pública, los medios de comunicación citados e interrogados? Ni aun en el supuesto de que ese proceso parlamentario triturase a la oposición, el resultado sería rentable para el Ejecutivo. La factura diferida que le pasaría al cobro sería alta si, como ocurre ahora, el PSOE se hace acompañar de grupos parlamentarios que en cualquier momento primarán sus intereses sobre los del proyecto gubernamental. Parece razonable que, en estas circunstancias, y si la colisión entre el PSOE y el PP es inevitable, se avengan sus responsables a establecer unas reglas para la pelea que eviten en lo posible más daño del que ya se ha producido al Estado y a su solvencia. La pretensión de verdad es una pretenciosidad. No hay verdad, hay verdades; no hay razón, hay razones. Y como recordaba en ABC (6.5.04) Ignacio Camacho citando al clásico, quienes buscan la verdad (esa absoluta que no existe en política) merecen el castigo de encontrarla. El gran problema de España en su historia reciente es que los unos y los otros han pretendido que su verdad, sea la verdad y la han querido imponer a garrotazos. Como esos inmisericordes que se propinan, enterrados los combatientes bárbaros para que los golpes sean certeros y brutales, que Francisco de Goya y Lucientes relató en su cuadro, una fotografía de lo que somos y que el aragonés genial, quizás, volvería hoy a pintar.


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