ABC MADRID 08-03-2004 página 3
- EdiciónABC, MADRID
- Página3
- Fecha de publicación08/03/2004
- ID0004874022
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ABC LUNES 8 3 2004 La Tercera NORBERTO EN EL PARAÍSO OS hombres solemos lucir impuros y mestizos, de cuerpo y de espíritu. Carlos Marx, el judío alemán que puso al proletariado en el centro de la historia, nunca renunció al gusto burgués de manosear al servicio, que era su particular y modesto proletariado. Juan Jacobo Rousseau, que hizo del hombre naturalmente bueno la base de su espléndida obra de pensamiento político, fue abandonando en la Inclusa, según iban naciendo, a cada uno de los numerosos hijos que concibió en su sirvienta mulata, sin que haya quedado eco de que esta contumaz inhumanidad le provocara la menor inquietud moral. En fin, Ortega y Gasset destaca cómo la sangre derramada produce una contracción de asco y de terror en toda la naturaleza, pero, a favor de su gusto, exceptuó por estética un caso único en que, según él, la sangre no produce ese asco: cuando brota en el morrillo del toro bien picado y se derrama a ambos lados. Entonces, bajo el sol, el carmesí del líquido brillante cobra una refulgencia que lo transustancia en joyel Si en quienes habitan en tan altas cumbres se producen tales impurezas y mestizajes, ¿qué acontecerá en nosotros, los que moramos en el llano? Esta tensión hacía lo discordante, a dejar rabos por desollar en la coherencia de nuestros pensamientos, deseos y conductas- -que por otra parte nos hace tan humanos- -se transmite también a las instituciones que rigen nuestra vida en la comunidad política. Norberto Bobbio, recientemente fallecido, dejó escrito que la idea de igualdad natural, de nacimiento, la isogonía de los griegos, se encuentra en la base de la democracia moderna, en cuanto régimen fundado en la arraigada concepción de una naturaleza humana que ha hecho a los hombres originariamente iguales y que a su enraizamiento en el pensamiento político occidental contribuyó la idea cristiana de que los hombres son hermanos, en cuanto son hijos de Dios. Pero también nos avisó de que estando justificada la democracia por el inexistente ideal de que todos los individuos de la comunidad tengan una suficiente calidad moral y racional, debemos conformarnos, para evitar desilusiones y desencantos que tantas veces la abatieron, con la definición mínima que la acepta como un mero procedimiento, unas simples reglas de juego- -las mejores o menos malas- -para tomar decisiones colectivas con el máximo de consenso y el mínimo de violencia. Aparece así, en Bobbio, la prevención, la cautela, el deseo de perseverar aunque el sistema, por la propia naturaleza humana, tenga una cierta tendencia a no expresarse con plenitud de racionalidad, al estar contaminado por las impurezas racionales y morales de los individuos que son a la vez protagonistas y destinatarios de las decisiones públicas. Hace unos días, en el diario El País tres ex presidentes del Tribunal Constitucional- -Manuel Rodríguez Piñeiro, Alvaro Rodríguez Bereijo y Pedro Cruz Villalón- -suscribían un artículo en el que acusan a la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo de haber puesto en riesgo de manera irresponsable la posición clave y fundamental del Tribunal Constitucional para el equilibrio político de nuestro complejo régi- L Hay que aceptar la realidad de lo imperfecto, aunque perfectible, como Bobbio lo hace para la democracia men constitucional. Hablan de que la sentencia del Tribunal Supremo condenando a once magistrados a pagar unas indemnizaciones en concepto de responsabilidad civil, ha provocado una situación que está adquiriendo los caracteres de una crisis constitucional, porque al haber entrado a examinar la corrección jurídica de una declaración de inviabilidad de una demanda de amparo, pusieron en cuestión la capacidad del Tribunal para desempeñar su jurisdicción en cualesquiera procesos constitucionales, supuesto que el Tribunal Supremo, conforme a la doctrina que destila la sentencia de marras, podría examinar todas y cada una de las resoluciones del Tribunal Constitucional y por eso se adhieren al Acuerdo del Pleno del Tribunal, que declaró la invasión del ámbito de la jurisdicción constitucional por parte de la ordinaria. En este Acuerdo se nos dice, asimismo, que de facto la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo parece situarse en la posición de un Tribunal de grado superior, asumiendo funciones de control y revisión de nuestras resoluciones dictada en el legítimo ejercicio de la función jurisdiccional que, de manera exclusiva y excluyente, nos viene atribuida por la Constitución Desde mi punto de vista, tanto las manifestaciones de los ex presidentes como el Acuerdo del pleno asumen como base de sus declaraciones lo que pienso que es un doble error de apreciación: el primero, que no valoran el hecho de que normalmente lo excepcional no tiene por qué convertirse en ordinario; el segundo, que no fijan con la necesaria nitidez la diferencia sustancial entre superioridad jerárquica o de grado y competencia, a la hora de ejercer las funciones judiciales. Por lo que se refiere al primer error, creo que por la misma razón que no sería acertado definir la vida de las tres cumbres del intelecto a que me he referido al principio como la de un acosador sexual, un infanticida y un sanguinario por estética, de igual modo no cabe afirmar ni pronosticar que en el futuro la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo va a dedicar sus doctos afanes y sus legítimos poderes en rebuscar cuando el Tribunal Constitucional incurre en responsabilidad civil, con el fin de cercenar así, de forma indirecta, sus potestades jurisdiccionales. En cuanto a la posible mixtura conceptual entre jerarquía y competencia, hay que dejar sentado muy claramente que el Estado de Derecho impone que los magistrados del Tribunal Constitucional, igual que los del Tribunal Supremo y los restantes jueces y magistrados de este país, están sujetos a responsabilidad civil y criminal, que se les puede exigir por actos dolosos o negligentes cometidos en el ejercicio de sus funciones, las cuales consisten básicamente en resolver litigios mediante respuestas imparciales fundadas en Derecho. Por eso es ineludible, cuando se plantea una demanda civil o una querella criminal contra alguno de ellos, mirar hacia el contenido básico de la resolución concernida, siendo, a mi modo de ver, prueba definitiva de lo afirmado que el Código Penal considera prevaricador al juez o magistrado que, a sabiendas, dictare una sentencia o resolución injusta Los magistrados del Tribunal Constitucional, igual que los del Tribunal Supremo, gozamos del fuero de poder ser enjuiciados sólo por la Sala Segunda del Tribunal Supremo, pero ¿cómo podrá éste ver si la resolución es injusta, si no puede asomarse a ella? Es obvio que tiene que hacerlo. ¿Se convierte por eso en nuestro superior de facto? ¿No podremos, por eso, ejercitar con independencia y supremacía nuestras respectivas facultades de juzgar? Si un juez condena por responsabilidad civil a un banquero ¿puede decirse que se ha convertido en superior de facto del gobernador del Banco de España? Será más bien que, con la singularidad propia del caso, habrá ejercido su competencia aplicando la Ley, sin que eso lo convierta en metiche de la política crediticia del Banco. Hace unos días estuve en una reunión a la que asistían importantes empresarios. Uno de ellos, de la máxima solvencia y solera, manifestó la profunda inquietud que le producían los encontronazos entre los más altos Tribunales de España. Desde aquí le contesto que es razonable que quien no participa directamente en el debate se preocupe e inquiete, pero que de todas formas las cosas en realidad funcionan bien, incluso muy bien, auque falta algún trecho para llegar al ideal. Con acierto, los tres ex presidentes se refieren a la necesidad de que intervenga el poder legislativo, aunque sigo pensando que se pasan al tachar de irresponsable a la Sala Primera y que dramatizan en exceso al aludir a una crisis constitucional Hay que aceptar la realidad de lo imperfecto, aunque perfectible, como Bobbio lo hace para la democracia. El Paraíso no es cosa de este mundo y, si existe, sin duda Bobbio lo disfruta por esforzarse en comprender y no hacer tragedia de lo que no está señalado por el fatum. -Norberto ¿eres perfecto y puro? -Tú bien sabes, Señor, que los hombres no somos así RAMÓN TRILLO TORRES Magistrado del Tribunal Supremo


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