ABC CORDOBA 31-10-2004 página 3
- EdiciónABC, CORDOBA
- Página3
- Fecha de publicación31/10/2004
- ID0005791085
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ABC DOMINGO 31 10 2004 La Tercera HIPÓTESIS DE FALUYA O creo que haga más de veinte días que leí en la prensa que la Casa Blanca y el Pentágono se inclinaban por retener la intensidad de su acción armada contra las encrucijadas y ciudades rebeldes del llamado triángulo sunní hasta después de las elecciones, cuando el presidente tuviese ya bien amachambrado su mandato. Esta opción respondía probablemente a la precaución de poner las elecciones a salvo de que un mediano revés en el campo de batalla pudiese repercutir en un desplazamiento adverso de los votos en la mesa electoral. Esta era la voz de la prudencia. Pero no faltan, por fortuna, en la Casa Blanca y el Pentágono, quienes saben perfectamente cómo funcionan estas cosas en el patriotismo y en la guerra, y el escaso, dudoso o hasta sospechoso prestigio popular que tiene la prudencia, inmediatamente tachable por la malevolencia de un rival de signo de debilidad, indecisión o hasta pusilanimidad. Y así, cualquier talento de guerra y populismo (ya que hay talentos para todo y la pía capillita de meapilas y besabanderas de la Casa Blanca los debe de tener muy bien pagados) le espetaría en la cara al presidente: ¡Pero, por todos los diablos, presidente, ¿no te has declarado y proclamado tú mismo presidente de la guerra ¿Qué presidente de guerra eres tú para dejarte refrenar ahora con esas cautelas y prudencias oportunistas ante las elecciones, que no harían más que acercarte a la derrota? Es justamente ahora cuando tienes que erigirte más que nunca en presidente de guerra; mostrarte presidente de guerra en acción ante los que se dirigen hacia las urnas a votar, y atacar, atacar, atacar, tener puesta toda la carne en el asador cuando vayan a llenar la papeleta; no mantener un frente amplio, aunque sería más estratégico, sino concentrar todo el fuego y el hierro que tienes, que tiene América, en Irak sobre un nombre resonado: ¡Faluya! Este hipotético cambio de idea de no aplazar la ofensiva contra el triángulo sunní hasta después de la reelección del presidente, sino adelantarlo salvo que ahora concentrado sobre el solo bastión de Faluya, coincide con las sospechas de los laboristas disidentes de Blair, que repelen el asentimiento de éste a la petición americana de mandarle 850 hombres (parecerán muy pocos, pero no son simples escopeteros, sino que llevan consigo hasta 50 tanques) acusándolo de querer apoyar la reelección de Bush precisamente porque el relevo por el ejército británico de las guarniciones americanas al sur de Faluya permitirá a los americanos disponer de los efectivos relevados y sumarlos a las tropas atacantes, a fin de asegurarse, en fecha especialmente señalada, una acción de guerra rápida y brillante sobre la insurrecta ciudad de Faluya. Así que el tal vez no tan hipotético, ni por mi parte ni menos por la de los laboristas disidentes, ataque a Faluya (a la que, como preparación, vienen ya macerando con bombardeos aéreos y terrestres, últimamente casi cotidianos, con N ¡Pero, por todos los diablos, presidente, ¿no te has declarado y proclamado tú mismo presidente de la guerra ¿Qué presidente de guerra eres tú para dejarte refrenar ahora con esas cautelas y prudencias oportunistas ante las elecciones, que no harían más que acercarte a la derrota? lo que, dicho sea de paso, la cacería de Zarqawi está recordando a la de Noriega en Panamá, con el bombardeo del Barrio del Chorrillo, donde dicen- -los que menos dicen- -que murieron dos mil personas, aunque entonces no se llamaban bombardeos de precisión vendría a ser algo así como la máxima jugada electoral, el movimiento de pieza decisivo en el ajedrez de la contienda, con el que, si no se tuercen las cosas, el presidente se dispone a ganar impepinablemente las elecciones. Pero creo que se equivocaría el que pensara que para ese efecto de victoria segura en las urnas tenga necesariamente que presentarse coronado ya el propio 2 de noviembre con los gloriosos laureles del completo aplastamiento y toma de Faluya; antes por el contrario, si la toma no dejaría, ciertamente, de ser un muy valioso tanto a su favor, probablemente el máximo efecto electoral de la ofensiva se lograría si a la hora de votar los ciudadanos tuviesen noticia de que la batalla de Faluya estaba atravesando en esas horas su trance más furioso y más encarnizado, con un horizonte casi cierto ¿cómo podría ser de otra manera? aunque aún no rotundamente asegurado, de victoria. En la medida de que el esfuerzo de las armas americanas sobre Faluya lograse concordar cronométricamente con los tiempos de la jornada electoral o con su víspera y la información acertase a ser suficientemente tempestiva y oportuna, mucho tendría que reprimir su buena conciencia de buen americano el que tuviese pensado más bien votar por Kerry: No puedo dejar en este instante a nuestros muchachos sin su Capitán General Votar en contra de Bush se volvería equivalente a negarles toda solidaridad a nuestros muchachos que en este instante están sacrificándose, arriesgando su vida y derramando su sangre por la patria, por esta América, cuna de la democracia, y, por lo tanto, batiéndose en defensa de esa misma libertad que en este mismo instante permite al ciudadano ejercer el privilegio de votar. De esta manera, suponiendo que salga adelante y lo mejor posible el hipotético proyecto de Faluya, los republicanos podrán contar con el favor del veneno que ellos mismos se han esforzado en exacerbar y difundir: esa lacra mental y moral del patriotismo, esa arcaica y delirante aberración del narcisismo colectivo, que es el orgullo nacional, especialmente acendrado en un pueblo primitivo como el americano. Un sedicente sentimiento que no es tal sentimiento, sino un acatamiento obligatorio, constantemente vigilado por las sordas y sórdidas conminaciones de la coacción social, el contexto paradigmático de ese, tan americano, ¿Tú de qué lado estás? tan abusivamente empleado por el propio Gobierno como instrumento de extorsión. No es tanto el miedo- -algunos dicen, ridículamente, el terror -a los atentados lo que, al menos en un primer momento, la Casa Blanca y el Pentágono se esmeraron en cebar y mantener; de una manera mucho más solapada, fomentaron el miedo a ser tachado de antipatriota o antiamericano nunca se ha visto una amenaza pública más eficaz y más inhibitoria que el miedo a ser infamado de traidor Por fortuna, fue perdiendo fuerza y no debió de durar más de un año, pero entre tanto logró que se aceptase casi todo. ¿Se demostrará ahora, en las elecciones, el mismo grado de confiada aceptación y sumiso acatamiento para el hecho de que un candidato a la reelección de presidente prefiera, al menos según las sospechas del laboralismo disidente, una acción militar contra Faluya más espectacular y fulminante, pero mucho más mortífera para los suyos y para el enemigo, sólo ateniéndose al criterio de la mayor rentabilidad electoral Semejante aplicación del ya de por sí bastante indigno concepto de rentabilidad electoral a las acciones de guerra ¿no daría pie para hablar de democracia canalla RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO