La visita que dio nombre al Caminito del Rey de Málaga
Alfonso XIII recorrió en 1921 esta pasarela donde hoy se practica senderismo a 100 metros del suelo

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El Chorro es uno de los paisajes más impresionantes de España. Las moles plomizas de los Gaitanes recibían hasta hace poco a los viajeros que llegaban a Málaga en tren. Un paisaje de ensueño, de cuento de hadas, se presentaba al salir de los túneles que horadaban las montañas. El nuevo trayecto del AVE ha privado a los viajeros de este espectáculo, que ya sólo puede ser apreciado en alguno de los trenes de cercanías que todavía circulan y que saludan con un pitido a los senderistas que deambulan por el Caminito del Rey.
El de los Gaitanes es un cañón excavado por el río Guadalhorce, la mayor parte de él perteneciente al municipio de Ardales. Las posibilidades que presentaba para la generación de energía hidroeléctrica fue lo que movió a Rafael Benjumea, nombrado por Alfonso XIII conde de Guadalhorce, a impulsar la construcción del Salto hidroeléctrico de El Chorro. La importancia de la obra fue enorme, permitiendo a Málaga un suministro eléctrico a precio muy competitivo. El desarrollo de toda la provincia se vio impulsado por esta obra de ingeniería.
Los trabajadores de la Sociedad Hidroeléctrica del Chorro construyeron una pasarela que les permitía acceder a la central y transportar materiales. El camino recorría el desfiladero de los Gaitanes, y discurría colgado de los enormes riscos, con alturas de casi cien metros. Cuando el Rey Alfonso XIII visitó la zona para la inauguración de la presa del conde del Guadalhorce, visitó la pasarela, que desde entonces se conoció como Caminito del Rey.
Durante décadas fue utilizada por los habitantes del entorno, a pie, con caballerías o en bicicleta, incluso por la noche, ya que contaba con iluminación eléctrica. Al cabo de los años dejó de utilizarse por motivos prácticos pero siguió usándose de manera recreativa. Son todavía muchas las personas que recuerdan paseos por él. Pero el deterioro fue muy grande y se produjeron numerosos accidentes, por lo que hubo de cerrarse al público.
Hace unos años se planteó su restauración. Se dudaba entre arreglar el viejo camino o construir uno nuevo. Finalmente se optó por esto último, lo que permite mantener el viejo camino, pero dar una mayor seguridad. Una pasarela de madera de 1,2 kilómetros sobre el desfiladero de Los Gaitanes, con un mirador con suelo de cristal en uno de los recodos, permite acercarse a la belleza de un cañón que en algunos puntos tiene 700 metros de profundidad. El éxito ha sido rotundo.