'Che' Guevara vs la dictadura comunista: el viaje al infierno del mayor enemigo de Fidel Castro
Una jornada después de que el revolucionario fuese ejecutado, 'Blanco y Negro' publicó un reportaje en el que ahondaba en su figura a través del testimonio de algunos de sus compañeros
La última batalla del Che Guevara, el «suicida» que se enfrentó con 16 «superhombres» a 200 rangers
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Ernesto ‘Che’ Guevara no llegó a la cuarentena. A los 39 años, su partida de guerrilleros fue rodeada y aplastada en Bolivia por un grupo de Rangers bien entrenado por los servicios especiales de los Estados Unidos. «Los periodistas que conocieron al ‘Che’ en vida le identifican muerto», publicó el diario ABC el 12 de octubre de 1967. Aquello supuso el final de un revolucionario que se había convertido en un forúnculo para Fidel Castro, aunque también el inicio de un mito que exacerbó el mismo régimen cubano. Algo similar a lo que sucedió en nuestra castiza España tras la muerte de José Antonio Primo de Rivera, tan odiado como utilizado por Francisco Franco finalizada la Guerra Civil.
Pero al ‘Che’ también le pasó como al Cid. Hubo un tiempo en que sus enemigos creían verle por doquier; un impasse de meses en el que el mundo se preguntaba dónde diantres andaba, si había muerto o si continuaba con su guerra en las selvas. Fue en esa época –el 10 de octubre– cuando la revista ‘Blanco y Negro’ publicó un reportaje que analizaba su figura bajo el titular ‘Ernesto Che Guevara, revolucionario sin fronteras’. «Está a punto de convertirse en un ser mítico. De tiempo en tiempo se anuncia que lo tienen rodeado. Que ha sido capturado, que ha muerto en un combate. Luego todo se desmiente. A la hora de cerrar estas páginas la noticia ha surgido de nuevo», escribía Jean Larteguy.
+ infoLo que desconocía el periodista francés era que, esa vez, la noticia sí que era real: el ‘Che’ había sido fusilado una jornada antes. El reportaje, trufado de declaraciones de amigos y conocidos de Guevara, se convirtió así en la esquela prematura del militar. Ese sujeto de boina y barbita cuya efigie se puede ver en las camisetas de medio mundo, pero que escondía un lado oscuro en el que primaba la homofobia, la barbarie y un odio creciente hacia el que había sido su compañero en Sierra Maestra. Ese fue uno de los grandes enigmas que dejó tras morir: la verdadera relación que mantuvo con Fidel Castro. El otro fue si la carta de despedida que presuntamente escribió para los cubanos era real o no.
Turbia infancia
Larteguy, un periodista curtido en Palestina, Indochina y Corea, rubricó en sus líneas la curiosa evolución que había sufrido Guevara. Y es que, según su criterio, mamó ese carácter rebelde y revoltoso de su progenitor. «Hay que buscar el secreto de su comportamiento en su infancia. Nació en Rosario en 1930, donde su padre administraba una gran propiedad y hacía política. Fue uno de los setenta firmantes de la declaración de Alta Gracia, que reclamaba para los países subdesarrollados los mismos derechos que para las restantes naciones», dejó sobre blanco el galo. Su familia tenía en principio cierto prestigio, pero en realidad eran «los parientes pobres a los que se tolera y se les hace notar su condición».
+ infoAdemás de navegar en ese ambiente, el ‘Che’ sufrió una infancia llena de dolencias y matasanos. «El niño se encontraba gravemente enfermo, ya que padecía asma, y su padre tuvo que abandonar Rosario, por su clima cálido y húmedo, e instalarse en la montaña en Misiones junto a la frontera con Paraguay», añadió el periodista. Fue, según parece, un chico algo mimado. De esos que tienen entre algodones por la fragilidad de su salud. «Contra esos cuidados incesantes comenzó su rebelión. Monta en bicicleta hasta el agotamiento, juega al ‘rugby’ y hace auto-stop, que no estaba de moda en Argentina, y solo era practicado por los mendigos. En alguna ocasión las crisis le postraron durante varios días, pero volvía a comenzar con más violencia».
Su juventud pasó por momentos surrealistas, pues trabajó como buzo y vendedor de periódicos antes siquiera de empezar a hablar de revolución. «Llama la atención con sus bromas pesadas en las grandes reuniones familiares que tienen lugar en la estancia de Portela. Es el pariente pobre, pero no soporta que se lo hagan notar», escribió el periodista de ABC. Se hizo médico para intentar superar su enfermedad, aunque no tardó en dar un volantazo más y obtener plaza en un hospital. «Se dedica a los leprosos que son, a nivel médico, el símbolo de los desheredados del tercer mundo. Trabaja como médico en una leprosería de Venezuela en 1953 y en Guatemala en 1954. Pero, al mismo tiempo, se dedica a la política, la única cosa que le interesa».
Dos enigmas
Tras hacer un breve bosquejo sobre los sucesos de Sierra Maestra comenzaban a hablar las voces de los testimonios. Entre los testigos con los que logró hablar el escritor galo se hallaba un tal Rojo del Río, un «vagabundo de la revolución» que había abandonado Cuba para trabajar en una gasolinera de San José. «Tiene la cabeza agrietada y tostada de un campesino de Extremadura. A través de sus confidencias describe perfectamente al ‘Che’». Este curioso personaje le confesó que había provisto de armas a los guerrilleros de Guevara durante su etapa en Sierra Maestra: «Un día descendí. Aterrizaje forzoso, y enseguida me encontré incluido en su pequeña banda con mi metralleta del 50».
Rojo del Río se zambulló de lleno en el carácter del ‘Che’:
«Era un buen compañero. Cuando le conocí estaba sucio, muy agotado a causa de la retirada tras haberse enfrentado a los hombres del comandante Mosquera, uno de los escasos oficiales de Batista que lucharon aceptablemente. Me di cuenta en seguida que era calculador y que miraba muy lejos. Jamás hablaba de sí mismo, pero escuchaba a los demás con una sonrisa bastante desdeñosa que exasperaba a sus interlocutores».
Rojo del Río le desveló que el ‘Che’ había dejado una serie de incógnitas tras marcharse de Cuba. La primera, cómo era su verdadera relación con Fidel Castro. Al parecer, el 8 de enero de 1959, durante una de las interminables charlas que daba el dictador al pueblo, escuchó decir lo siguiente a Guevara: «¿Cómo es posible que este hombre haya conseguido meterse en el bolsillo a toda esta muchedumbre que, en otras circunstancias, también hubiera aplaudido a Batista?». En base a la conversación que mantuvieron, el galo fue taxativo: «Tiene envidia. No posee ninguna cualidad de tribuno, pero se sabe más inteligente que Fidel».
Larteguy incidió en que, tras hablar con varios protagonistas de la revolución, entendió que la relación entre el ‘Che’ y Castro era pésima: «No se entendían muy bien. Siempre por culpa de aquella manera de ser que tenía Ernesto, que parecía estar riéndose de todo el mundo». Aunque también acabó convencido de que el dictador no ayudó a acabar con la vida de Guevara: «Es posible que el ‘Che’, en la disputa que enfrentó a los pro-chinos contra los pro-rusos, se hubiera desviado en el plano revolucionario y situado en el antisoviético. Pero eso no cambiaba nada… No se le iba a hacer desaparecer por tal cosa. Quizá haya sido forzado a modificar su idea de la revolución y se marchó de Cuba para hacerla como la entendía».
+ infoEl segundo enigma que el ‘Che’ dejó tras sí fue la última carta que escribió antes de marcharse de Cuba. Esa que Castro leyó el 2 de octubre de 1965, durante el aniversario de la creación del partido comunista del país y en la que se arrepentía de la poca fe que había demostrado en el dictador:
«Mi único error de importancia ha sido no haber tenido más confianza en ti desde los primeros momentos de Sierra Maestra y no haber comprendido tus cualidades de guía revolucionario. Difícilmente un hombre de Estado ha sabido brillar tan alto como tú en estos días, y estoy orgulloso de haberte suido sin vacilaciones e identificarme a tu manera de pensar».
En palabras del periodista, las personas más cercanas al ‘Che’ jamás creyeron que aquella carta la hubiera escrito él. Ya no solo por la mala relación que mantenía con Castro –que también–, sino porque no cuadraba con la actitud que había mantenido tras la caída de Batista. «El grupo de argentinos que Guevara llevó a Cuba no daban crédito a sus oídos. El ‘Che’ era orgulloso, burlón, terriblemente sarcástico. Esta especie de autocrítica donde confesaba que no había creído en las cualidades de guía de Castro no podía, según ellos, pertenecerle. Todos piensan, entonces, que ha muerto o ha sido obligado a abandonar Cuba, donde prácticamente se había convertido en un indeseable».
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