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La tragedia de los enanos toreros: un mundo 'cruel' que nació hace casi un siglo

Cuando Blanco y Negro abordó los peligros a los que se enfrentaban estas personas con acondroplasia, las charlotadas vivían todavía una edad de dulce

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«Irónico, cruel y burlesco, el espectáculo protagonizado por los enanos toreros atrae multitudes a todas las plazas de España». Así comenzaba un reportaje de Blanco y Negro dedicado en el verano de 1978 a la cara oculta de las charlotadas tan extendidas en las plazas de toros de España y de Hispanoamérica.

Las charlotadas son una variante de la tauromaquia de carácter cómico que ha gozado de gran popularidad desde la década de los 30 del siglo pasado hasta fechas muy recientes, cuando comenzó a ser una práctica políticamente incorrecta. Numerosas asociaciones de discapacitados llevan años solicitando a las instituciones públicas que se prohíban los espectáculos conocidos popularmente como de «enanos toreros» por considerarlas una humillación para las personas con acondroplasia, la forma más frecuente de enanismo.

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Antaño imprescindibles en las ferias de España, estas escuelas primarias para muchas figuras del toreo, incluidos Manolete, Ortega Cano, Espartaco, El Cid o Juan Mora, han ido diluyéndose en el planeta taurino a causa de los nuevos tiempos. En los últimos años se ha pasado de los 117 eventos celebrados en 2007 a los 41 en 2010, 24 en 2012, y 11 en 2019. Como consecuencia de la caída de la demanda, el 15 de septiembre de 2017 se despidió de los ruedos la emblemática agrupación cómica ‘El Bombero Torero’, nacida en 1948.

La vida de la gente con acondroplasia

Cuando Blanco y Negro abordó los peligros a los que se enfrentaban estas personas con acondroplasia, las charlotadas vivían todavía una edad de dulce. El verdadero problema para estos profesionales de la diversión no estaba en las plazas de toros, sino fuera. «Recorrer miles de kilómetros en un esfuerzo por sobrevivir y levantar risas y miedos entre su público, preferentemente infantil. Pero detrás de la parodia más allá de la carcajada del espectador, un mundo terriblemente cierto, inconmensurablemente amargo, se alza tras ellos», se podía leer en el reportaje titulado ‘Pequeños toreros, grandes hombres’.

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Los problemas auténticos a los que se refería el reportaje era la marginalización a la que les sometía la sociedad una vez salían del espectáculo por su aspecto físico y su altura. La tauromaquia de carácter cómico era una salida económica para estas personas con pocas oportunidades laborales, de modo que podían obtener importantes contratos en América e incluso en ciudades tan exóticas como Hong-Kong. «No son los bufones del medievo, pero si los bufones del último tercio del siglo XX», aseguraba el reportaje.

«No son los bufones del medievo, pero si los bufones del último tercio del siglo XX»

Sin atenerse al lenguaje adecuado que se usa hoy en día, el periodista empleaba en el artículo de Blanco y Negro el término contrahecho (gente de cabezas más grandes de la media o piernas sumamente arqueadas) y el de liliputiense (personas con acondroplasia) para referirse a estos grupos de discapacitados que se reunían ya entonces anualmente en convenciones para lograr una mayor integración social. La más famosa se celebraba en Estados Unidos.

La noticia contaba que «los enanos han intentado muchas veces crearse su propia sociedad, su propio país, donde las cosas estuvieran de acuerdo a sus dimensiones». El proyecto más conocido había sido promovido tras la Segunda Guerra Mundial por el húngaro Juhus Gont, que entonces poseía el único bar exclusivo para estas personas que había en el mundo. El húngaro pensó en crear la ciudad de Liliput, que haría realidad la fantasía de Swift, y donde «los enanos vivirían felices por el resto de sus días y sin las incomodidades de las ciudades de sus mayores».

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