Los tesoros que saqueó Stalin en la Segunda Guerra Mundial
ABC reveló en 1993 documentos inéditos del expolio soviético en Europa

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En sótanos de museos, en casas particulares esparcidas por toda la antigua Unión Soviética y hasta en una de las torres del Monasterio de Zagorsk se escondieron durante décadas centenares de cuadros de Velázquez, Goya, El Greco, Delacroix, Renoir, Monet, Cézanne, Signac, Degas y otros muchos maestros de la pintura universal. Obras de arte dadas por destruidas o desaparecidas desde la Segunda Guerra Mundial, que fueron saqueadas por el Ejército Rojo como botín de guerra.
«ABC Cultural» ofreció en 1993 documentos hasta entonces inéditos que probaron el expolio soviético en Europa. En ellos aparecieron valiosos tesoros de museos y colecciones alemanes, incluida la de Adolf Hitler, que los soldados de Josef Stalin trasladaron a Moscú y permanecieron secuestrados tras el muro de silencio impuesto por las autoridades de la extinta URSS.
Dos años antes, el corresponsal Enrique Serbeto había entrevistado a dos historiadores que revelaron la existencia de este formidable botín artístico. Konstantin Akinsha y Grigori Kozlov dieron a entender a ABC que habían visto parte de esos tesoros, entre los que había «docenas de obras de maestros españoles», pero el Kremlin les obligó a callar .
Los papeles que publicó en exclusiva este periódico en 1993 recogían las certificaciones del envío a Moscú de museos enteros como el de Leipzig y de la colección privada del Führer o de la familia Siemens. «Muchas otras obras de arte se encuentran tal vez colgadas de la pared de decenas de apartamentos privados o han desaparecido ante la ignorancia o la indiferencia de los descendientes de los soldados que las trajeron desde el territorio de los vencidos», escribió Serbeto.
Víctor Baldin, que llegó a ser director del Museo de Arquitectura, conocía perfectamente el valor de los dibujos de Durero que durante décadas tuvo en su poder. Baldin acabó entregándolos al Museo del Ermitage de Leningrado, donde por primera vez se expuso una parte de esos tesoros saqueados en Alemania . Los responsables de la muestra reconocieron que Baldin había «salvado» esas obras, pero no se atrevieron a admitir que en los propios sótanos del museo se encontraban o habían sido ocultados cuadros como el «San Juan Bautista» de El Greco de la colección Köhler de Berlín o el «Retrato de don Francisco de Borja» y «Carnaval» de Goya.
«El KGB ha utilizado parte de estos tesoros para pagar "servicios especiales" y en estos casos las obras de arte han traspasado sin problemas las fronteras de la antigua URSS», explicaba Serbeto.
Aquella debió de ser una práctica habitual de Stalin. En 1989, los ciudadanos de la URSS descubrieron con horror que el régimen soviético había regalado o malvendido algunos de sus tesoros artísticos . Al secretario del magnate norteamericano Andrew Mellon le mostraron el Ermitage y funcionarios de Comercio Exterior le dijeron: «Lo vendemos todo, cualquier objeto de cualquier museo. Escoja usted lo que le parezca más interesante». Alberto Sotillo informó de que la lista de las obras que fueron malvendidas para pagar la industrialización de Stalin y la conquista era escalofriante: «La venus del espejo», de Tiziano; «El caballero de la sonrisa», de Franz Hals; un esbozo de Velázquez para el retrato de Inoxencio X, «La adoración de los Reyes Magos», de Boticelli, «San Jorge» y «La Virgen del alba», de Rafael; el retrato de Juan Sobieski de Rembrandt... Aunque el expolio del régimen con su patrimonio se cebó especialmente con el arte de vanguardia realizado en Rusia o adquirido por coleccionistas rusos, considerado por ellos como «burgués y podrido».
En tren o por avión
Los documentos revelados por ABC en 1993 certificaron el envío de un tren que transportó «valiosos objetos de arte» desde la ciudad alemana de Leipzig a la Academia Militar Frunze, en Moscú. Un primer teniente llamado Abidov firmó el flete como «representante de la sección de trofeos 12389A» en presencia de un representante del «comisariado popular» soviético.
Otro documento era una copia certificada del contenido de uno de los envíos a Moscú realizado por avión en junio de 1945. En él figuraban 32 cuadros de la colección privada de Hitler y otros treinta procedentes de un depósito de seguridad que los alemanes construyeron en las torres del zoológico de Berlín, así como siete obras de la colección de la familia Siemens, tres cuadros «traídos de Polonia por los alemanes» y el «San Juan Bautista» de El Greco de la colección Keler.
«Según consta en otros documentos, que no han podido ser reproducidos, la obra maestra de Zurbarán, «San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino», se quemó en un aparatoso incendio de una de las torres del Zoo de Berlín, probablemente provocado intencionadamente para hacer desaparecer todo rastro de estos depósitos de seguridad que los alemanes habían preparado para proteger las obras de arte y que los soviéticos vaciaron antes de la llegada de los norteamericanos a Berlín», relató Serbeto. Las fuerzas de ocupación soviéticas también secuestraron obras en otros países, como Hungría, que habían sido depositadas por sus propietarios judíos en cámaras bancarias acorazadas. El «Carnaval» de Goya fue a parar a la URSS desde Budapest.
Una brigada especial del NKVD (antecesor del KGB) se encargaba de recopilar y enviar los objetos valiosos desde las zonas de ocupación a Moscú. A sus miembros se les conocía como «galones pequeños» por el tamaño de los distintivos de sus guerreras, o «suborevisev», por el nombre del general Suborev, el primer jefe de este departamento especializado en trofeos. «En su mayor parte no eran hombres de guerra, sino expertos civiles, ingenieros industriales o bibliotecarios y directores de museos», se indicaba en el «ABC Cultural».
Uno de estos «suborevisev» llamado Yurazov fue el primero en revelar este secreto cuando se pasó a la zona occidental de Alemania en 1946. Pero en aquella época Alemania no estaba en condiciones de entrar en batallas por trofeos y además, podrían salir a la luz las obras expoliadas por los nazis en sus conquistas por Europa. El mando soviético de ocupación pretendió zanjar el asunto con una exposición que organizaron en Dresde en 1947, pero décadas después los historiadores Andrei Akisha y Gregori Kozlov empezaron a investigar el asunto. Sus revelaciones sobre la existencia de este tesoro escondido despertaron grandes esperanzas sobre obras de arte que se habían creído perdidas. Pero las reticencias rusas alimentaron la sospecha de que muchos de estos cuadros podían estar necesitados de restauración.
Devolución «botella por botella»
«En 1991, el entonces ministro de Cultura de la URSS, Nicolai Gubienko fue el primero en reconocer que existían depósitos secretos, pero que se pretendía preparar una operación de devolución "botella por botella"; es decir, obligar a los alemanes a restituir los tesoros desaparecidos de Rusia durante los años de la ocupación», continuó Serbeto. Los rusos buscaban -aún la buscan- la famosa « cámara de ámbar » de San Petersburgo que desapareció en 1940.
Después de las palabras de Gubienko se produjo el golpe de Estado de agosto de 1991 contra Gorbachov y la desintegración de la URSS. Rusia retomó después el asunto, pero solo en parte. Cada exrepública soviética negociaría por su lado.
En febrero de 1993 Rusia y Alemania celebraron unas conversaciones en Dresde para devolverse mutuamente los tesoros. Sin embargo, las conversaciones no alcanzaron el éxito. «El problema sobre quién es el auténtico propietario ha complicado el diálogo», informó Juan Cierco. Rusia aseguraba que alrededor de 200.000 obras de arte fueron robadas por las tropas nazis y Alemania acusaba al Ejército Rojo del robo de medio millón de piezas artísticas. «Entendemos los objetos que ahora tenemos en Rusia procedentes de Alemania como una compensación por la destrucción y el pillaje de nuestros museos e iglesias», sostenía el ministro de Cultura ruso, Mikhail Shvydkoi en 1994.
Un año después Rusia desenterró 200 pinturas de guerra. El Museo Pushkin y el Ermitage organizaron por primera vez sendas exposiciones con obras de arte confiscadas a los nazis y la disputa por la propiedad de los cuadros salió de nuevo a relucir. Hubo que esperar al año 2000 para que se produjera el primer intercambio de obras de arte del botín de 1945 . Alemania entregó una cómoda y un mosaico de la legendaria Cámara de Ámbar y recibió a cambio 101 gráficos y acuarelas, entre ellas una de Durero, que pertenecieron al Museo de Bremen.