Sin recuerdo ni monumento para los comuneros: la denuncia de ABC en los 400 años de la derrota
«No hay español que no sienta dolor retrospectivo ante el humilde monumento que señala el lugar en que se alzó el rollo a cuyo pie, enfrente de la iglesia, murieron cristianamente, degollados por el verdugo, los caballeros Juan Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado», dejó escrito el cronista en el periódico del 24 de abril de 1921
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El mito comunero es uno de esos episodios ambivalentes que sirven tanto a la derecha como a la izquierda, a las fuerzas conservadoras como a las progresistas, para sus necesidades presentistas. Cada ideología quiere y necesita ver una cosa, ya sea a unos héroes demócratas adelantados a su siglo o a unos paisanos autóctonos revueltos contra un imperio ajeno, pero todas las Españas comparten la fascinación por los comuneros. Al fin, un punto de consenso entre españoles...
Cuando se cumplieron cuatro siglos de la derrota comunera en Villalar, el 23 de abril de 1921, ABC abrió ese día sus informaciones con un recordatorio de la batalla bajo una lectura clásica y romántica de los acontecimientos: «Por el cauce de cuatrocientos años ha pasado la vida española con bruscas alternativas de actividad y de inacción, de entusiasmo y de desaliento, reflejando el espíritu de la raza, desasosegado y febril, en sus constantes inquietudes por orientarse hacia el progreso sin renegar de su historia, queriendo lo moderno sin despojarse de lo tradicional, como el que pretende descubrir horizontes nuevos sin apartarse de la casa en que nació».
El héroe anónimo
ABC, que siempre ha dedicado un espacio reseñable a las informaciones históricas, lamentaba cuando se cumplían cuatro siglos del episodio la escasez de monumentos y recuerdos dedicados a los comuneros tanto en Torrelobatón, el castillo que usaron los rebeldes como base, como en Villalar. «De aquel generoso movimiento popular que engendró las Comunidades de Castilla no hay recordación monumental. El pueblo, el héroe anónimo, personificóse en sus caudillos, y de sus caudillos no hay ni una es-, tatúa pregonera de admiración», dejó escrito el cronista M. R. Blanco-Belmonte.
+ infoEn un texto cargado de emoción y de épica, el cronista de ABC hizo un breve repaso al transcurso de la batalla, con Juan de Padilla derribando de su caballo a Pedro de Bazán y a otros hombres fieles al Emperador, y describió a pie lo que fue encontrando en Villalar de los Comuneros, cuya «gloria es de panteón, gloria de epitafio de una causa grande y justa, que debió triunfar y que no venció, aun contando con la razón y con la fuerza, por la detección de los nobles, por la escasa unión del estado llano y, ante todo y sobre todo, por falta de buenos elementos directores».
«No hay español que no sienta dolor retrospectivo ante el humilde monumento que señala el lugar en que se alzó el rollo a cuyo pie, enfrente de la iglesia, murieron cristianamente, degollados por el verdugo, los caballeros Juan Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado, este último sustituyendo, merced a superchería amparada por los jueces, a su primo el capitán Pedro Maldonado Pimentel. El antiguo rollo, donde en férreas escarpias estuvieron colgadas y expuestas las cabezas de los generosos adalides, fue derribado en 1820 por orden del entonces gobernador de Zamora Juan Martín, el Empecinado, y en 1889 se elevó, a expensas del Municipio villalarense, el modesto obelisco actual, que es como una acusación y como un ruego dirigidos a los españoles amantes de la Patria», anotó.
Una nueva escultura
Del mencionado rollo se conservaba entonces una piedra, guardada por un funcionario del Ayuntamiento de Villalar a la espera de que algún día fuera engastada «en el monumento que España debe a las Comunidades, y que corresponde de derecho a Villalar». No había en ese momento noticias de la construcción del susodicho homenaje, pero sí de una escultura en Segovia dedicada a Juan Bravo por el artista Aniceto Marinas que estaba en esos días a punto de terminarse. ABC adelantó en detalle cómo sería el monumento, inaugurado un año después en verano.
+ infoEscribe Juan Comba en las mismas páginas de ABC:
«La hermosa figura que ha trazado para el monumento que ha de erigirse en Segovia en conmemoración de esta fecha es de bizarro continente: tiene la testa altiva y bien castellana en sus rasgos étnicos; el rostro afeitado, porque eso de las barbas eran entonces usos flamencos, desdeñados y aborrecidos, cual sus trajes, por los buenos patriotas, y la melena corta, como se llevaba en los añorados tiempos de los Reyes Católicos.
Así debió ser Juan Bravo, y así me lo imagino, recio y fuerte, como un símbolo de la energía de la raza, en defensa de los fueros y las inmunidades disfrutadas en plena posesión de derecho por espacio de siglos, bien ganadas todas por su lealtad a sus Reyes y por su pujanza en los combates. Cúbrese de media armadura española lisa, de hierro acerado, propia de hombre de armas, que' realza su gallarda figura de guerrero, llevando en sus ceñidas botas de ante, sujetas por hebilladas correhuelas, calzadas las espuelas de arandela pequeña y limada por abajo, por si se ofreciera, lidiar a pie».
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