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Los secretos de Agatha Christie: «El asesino nunca debe entrar demasiado tarde»

La reina del misterio publicó un artículo en 1972 en ABC «en rigurosa exclusiva nacional» en el que relató las tribulaciones de una escritora de novelas policíacas

La escritora británica Agatha Christie, en su casa de Wallingford, Berkshire
La escritora británica Agatha Christie, en su casa de Wallingford, Berkshire
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«Realmente "es" divertido escribir historias de detectives, aunque supone un esfuerzo considerable», confesaba Agatha Christie en las páginas de este periódico en «rigurosa exclusiva nacional» el 19 de marzo de 1972. La famosísima dama del misterio, de cuyo nacimiento se cumplieron 130 años el pasado 15 de septiembre, relató en ese artículo las tribulaciones de una escritora en acción: cómo imaginaba a sus personajes, cuál era el escenario ideal de sus tramas o de qué forma introducía al villano en la intriga. En resumen, algo de ese secreto del divertido arte de escribir novelas policíacas.

«Se puede elegir entre varios tipos de relatos: está el puro y simple rompecabezas, o el relato ligero de intriga, que podría quedar igual de bien sin detective, o bien el que depende de un lugar y su ambiente y de las reacciones del detective ante ambos», continuaba la autora de «Asesinato en el Orient Express» o «Diez negritos».

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«Por lo general, lo primero que se hace es trazar un esquema básico: "Este va a ser un falso y un traidor". Se empieza con el propósito de confundir y luego se trabaja hacia atrás. Yo siempre empiezo con un bosquejo bastante completo, aunque, desde luego, puedo introducir pequeños cambios según voy escribiendo. Hay que ser siempre un "poco consciente" en lo que respecta a la primera aparición del asesino. Nunca deberá entrar demasiado tarde: eso resta interés al lector. Y hay que tratar el desenlace con el más exquisito cuidado. Cuanto más próximo al fin se produzca, mejor. Esto tiene aún mayor importancia en las obras teatrales, donde un anticlímax puede echarlo todo a rodar. Y mi "malo" tiene que ser alguien de quien yo sepa que "puede" matar. O sea, alguien cuya naturaleza no se lo impida.

La gente cree que siempre hay una persona que sirve de punto de partida, pero no es cierto. A veces son extraños con los que jamás hemos cruzado una palabra quienes nos sugieren un personaje: vemos a alguien en una excursión y empezamos a tejer historias en torno suyo, como los niños. Me preocupaba hallar un detective para mi primer libro, pero por entonces, a principios de la guerra, había por aquí muchos refugiados belgas. Así que pensé que sería una buena idea, aunque la verdad es que nunca llegué a trata a ninguno. Desde luego la señorita Marple es muy parecida a cualquiera de nuestras tías o abuelas.

La escritora británica Agatha Christie con La Camboria en Londres en 1967
La escritora británica Agatha Christie con La Camboria en Londres en 1967

Mis primeros libros fueron todos muy convencionales, innecesariamente complicados, llenos de pistas y de historias secundarias. Salían policías estúpidos, y creí que debería haber un detective y un Watson. Luego me cansé del capitán Hastings, el Watson de Poirot. Pronto le desterré a la Argentina, aunque creo que volvió en una ocasión... Cuando releo aquellas primeras obras, me asombra el número de sirvientes que deambulan de aquí para allá. Y, en realidad, nadie hace nada; todo el mundo está siempre tomando el té en el jardín, como en E.F. Benson. Me hace sentir una gran nostalgia del pasado.

Pero hay una cosa que me pone furiosa, y es cuando el público se queja de que siempre ambiento mis libros en casas de campo. "Hay" que preocuparse por la casa: es donde está la gente. Puede ser un hotel, un tren, un bar..., pero tiene que ser un lugar donde se reúnen las personas. Y pienso que tiene que ser un fondo fácilmente reconocible, puesto que las explicaciones son fastidiosas. Si situamos un relato de detectives en un laboratorio, por ejemplo, lo más probable es que a los lectores no les guste demasiado. No; evidentemente, una casa de campo es lo más adecuado.

Nunca hablo de mi trabajo hasta que está acabado: creo que en el momento en que hablamos de una cosa empezamos a sentirnos insatisfechos de ella. Más adelante es posible que se lo enseñe a un par de personas, y hasta que me deje aconsejar. No puedo consultar con mi hija muy a menudo. ¡Siempre adivina! Es tan fácil abandonar... ¡cualquier excusa, antes que escribir! Creo que este año me estoy retrasando, pero espero que al fin lo haré», concluyó.

Hasta unos años atrás, Agatha Christie escribía un par de novelas al año, pero ya por entonces esta infatigable autora nacida en Torquay en 1890 se limitaba a una sola. Solía redactarlas a máquina, intercalando correcciones, y si se sentía muy cansada las dictaba a su secretaria. Ideas no le faltaban. «Me vienen a la imaginación a borbotones mientras cuido las rosas. Siempre llevo conmigo un cuaderno y tomo notas antes de que pueda olvidarme. De esta forma, los delitos más horribles nacen entre rosales», decía.

Su última aparición en público fue en 1974, con motivo del estreno de la película basada en su libro «Asesinato en el Orient Express». La dama victoriana del crimen, que contaba entre sus 300 millones de lectores con la Reina de Inglaterra, falleció el 12 de enero de 1976 a los 85 años, dejando tras de sí más de un centenar de novelas y obras de teatro.

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