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El secreto nazi con el que los tanques de la República casi aplastan a Franco

En octubre de 1936, los carros de combate T-26 se valieron de una primitiva ‘Blitzkrieg’ para asaltar Seseña; aunque se vieron obligados a retirarse, Europa descubrió lo efectivos que podían ser los blindados en grandes masas

Carro de combate T-26 capturado a las tropas republicanas por el bando sublevado+ info
Carro de combate T-26 capturado a las tropas republicanas por el bando sublevado - ABC
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«Llegó la hora del esfuerzo decisivo. Los ataques del enemigo se estrellan contra nuestra voluntad de vencer. Es el momento no solo de hacer frente, sino de arrojarlo de una vez para siempre de mis posiciones actuales, de liberar Madrid de la guerra fascista. El Gobierno anuncia a las fuerzas del frente que dispone de todos los medios necesarios para lograr el triunfo», proclamaba Francisco Largo Caballero el 28 de octubre de 1936. Se refería a los revolucionarios carros de combate T-26 y a los aviones rusos recién llegados de la URSS; equipamiento que, con apoyo de la infantería, pretendía arrojar hacia Seseña con el sencillo objetivo de dar aire al Madrid sitiado y retrasar el inexorable avance sublevado.

Desconocía que aquel asalto iba a derivar en una batalla que cambiaría la historia militar.

Ya por entonces, la idea original de la República era usar la táctica de ‘Guerra relámpago’ (‘ Blitzkrieg’), ideada en Alemania por Heinz Guderian. Aunque resulta difícil creer que los generales gubernamentales se basaran en la obra del teutón, su famosa ‘Achtung-Panzer!’, pues esta no fue publicada hasta 1937. Es probable que idearan sus planes apoyándose en las ideas de Basil Liddell Hart, quien defendía la ruptura de las líneas contrarias mediante vehículos desde la cercana Gran Bretaña. Aunque, tal y como explica Hugh Thomas en su edición revisada de ‘La Guerra Civil española’, aprendieron este concepto a través de la URSS, donde el militar germano era muy admirado. «Según esta técnica, los tanques atacaban formando un grupo compacto, en vez de diseminarse para apoyar a la infantería, como preferían los franceses», añade.

Asalto acorazado

Así se aplicó aquel invierno en las afueras de Madrid. Según Thomas, el asalto sobre Seseña, pueblo que sería testigo de un cambio de paradigma acorazado, tuvo lugar el 29. Lo protagonizaron quince tanques T-26 conducidos por rusos y dirigidos por el especialista lituano Paul Arman, al que apodaban ‘Greisser’. El plan se urdió de forma precipitada; un ‘correquetepillo’ para demostrar el poderío arribado desde los Urales. «Los coroneles Mena y Puigdengola, apoyados por el material ruso, tocaron la línea de Torrejón-Bórox-Seseña. Flamantes aparatos cooperaron desde el aire al ataque, y por la tierra reptaron los tanques desembarcados en Cartagena. Unos dos mil hombres, hasta un llamado batallón de Porteros, figuró en el ataque», narró ABC una jornada después.

La ofensiva comenzó de buena mañana. Los blindados de ‘Greisser’ se lanzaron de bruces contra las inmediaciones de Seseña y causaron estragos. Aunque no recibieron el apoyo previsto de la 1ª Brigada Mixta, dirigida por Enrique Líster, por falta de coordinación entre ambas armas. Lo mismo pasó con la aviación: ni una sola ala republicana se barruntaba en los cielos. Pero no les hizo falta. Los cañones y las ametralladoras limpiaron de enemigos la primera línea defensiva y se internaron en el pueblo. Allí se toparon con la caballería mora de José Monasterio Ituarte. El resultado fue el predecible. «A continuación, vino una batalla extraña y quijotesca entre tanques y jinetes en las estrechas calles de Seseña», añadía Thomas.

En la imagen, un tanque ruso acompañado de animales de carga y soldados+ info
En la imagen, un tanque ruso acompañado de animales de carga y soldados - ABC

El resultado todavía es un enigma. La República defendió que los T-26 acabaron con dos escuadrones de jinetes. Cifras confirmadas a través de la edición de ABC de Sevilla. Su par en Madrid, sin embargo, arguyó que los datos eran exagerados. «La UGT dice que, ante los tanques, el enemigo quedó desconcertado y completamente destrozados dos escuadrones de moros. ¡Y van dieciséis los escuadrones de Caballería mora que han quedado aniquilados, no habiendo en toda España más que un escuadrón de Caballería mora montado!». Lo que está claro es que aquella contienda ayudó a Monasterio –todavía más si cabe– a convencerse del ocaso de los jinetes en el campo de batalla. Una tesis que explicó en sus tratados:

«No sólo es posible, sino muy probable, que en el futuro se produzca un equivalente mecánico del arma montada, que sea capaz de llevar a cabo sus misiones con más eficacia; no es posible ponerse de espaldas a la realidad, ni mirar con recelo todos los progresos del orden mecánico; la ‘mecanización’ todavía en su infancia, marcha a pasos agigantados y tal vez resuelva el problema de la movilidad y de la acción ofensiva, único medio de conseguir la victoria y evitar la lucha en las trinchera».

Tanque T-26 tomado por las tropas nacionales a los republicanos en el frente cordobés+ info
Tanque T-26 tomado por las tropas nacionales a los republicanos en el frente cordobés - ABC

Pero de poco sirvió el asalto y la aplicación de la ‘Blitzkrieg’. Al carecer del apoyo de la infantería y de la aviación, los T-26 se retiraron obligados por la presión de los Legionarios y la infantería marroquí. Ambas fuerzas, armadas con cócteles molotov, resistieron el envite e hicieron que Arman huyera por la misma brecha que había abierto minutos antes. Aquello dejó huérfana a la 1ª Brigada Mixta, que se batió a brazo partido en las horas siguientes sin más éxito que la honra. El resultado fue un colosal desastre: se perdieron el 20% de los carros de combate, no se tomaron Seseña ni los objetivos planeados y Líster se vio obligado a retrasar sus líneas y defenderse de forma ruda hasta principios de noviembre. Sí que logró resistir.

A cambio, Europa descubrió el potencial de los carros de combate cuando se utilizaban en grupos considerables y como punta de lanza de los asaltos de la infantería. Unos mandamientos que Adolf Hitler aplicó años después en Polonia y en Francia de forma mucho más eficaz. Lógico, pues el parque de carros de combate y vehículos de republicanos y sublevados era irrisorio para poner en práctica las enseñanzas de Guderian.

Poca evolución

El arma blindada no era puntera en la España de comienzos de los años treinta. Cuenta el historiador Juan Pastrana Piñero en 'Medios acorazados en la guerra civil española' que, al estallar el conflicto, apenas había en nuestro país una docena de vetustos carros de combate Renault FT-17. Armatostes veteranos de mil batallas en África y protagonistas, entre otras tantas operaciones, del desembarco de Alhucemas de 1925 con el que se aplastó a Abd el-Krim. Para colmo, todos quedaron destruidos o inutilizados poco después de que el bando sublevado se alzara contra la República el 18 de julio. Y otro tanto sucedió con el batiburrillo de tanques y tanquetas existentes en el parque de vehículos patrio; entre ellos, los viejos Schneider CA-1 y los Trubia.

La mecanización de los ejércitos en lid quedó, por tanto, a cargo de las potencias internacionales que apoyaron a 'hunos y hotros', como diría Unamuno. Desde el mismo arranque del conflicto, Alemania puso a disposición de los sublevados –a la postre se supo que bajo pago, por mucho que Franco lo negara una y mil veces– sus Panzer IA. Un carro ligero, con un peso de algo más de 5 toneladas, un blindaje de 13 milímetros y una dotación de 2 hombres encargada de disparar las dos ametralladoras de 7,92 mm con las que estaba equipado. Llamar a aquello carro de combate parece irrisorio en la actualidad –más bien era una tanqueta–, pero, en la época, se desempeñaban bien como apoyo de la infantería.

Tanques republicanos T-26 desfilan junto a las tropas de infantería+ info
Tanques republicanos T-26 desfilan junto a las tropas de infantería - ABC

En total, el bando sublevado recibió 122 unidades de este blindado a lo largo del conflicto. «Dado que Alemania deseaba mantener en relativo secreto su participación en la contienda española, estos carros pasaron a ser conocidos con el sobrenombre de 'negrillos' por su camuflaje», añade el experto en su obra. Estos vehículos teutones, diseñados en principio tan solo para entrenar a los carristas de la 'Wehrmacht', se sumaron a los 149 CV3/33 italianos; una suerte de tanqueta ligera armada con dos ametralladoras o un lanzallamas e ideada para romper las líneas enemigas a toda velocidad y favorecer el avance de la infantería. Cosas de la táctica de la época.

A cambio, la Unión Soviética envió a España sus famosos T-26. Carros de combate con mayúsculas tripulados por tres combatientes y armados con un cañón de 45 mm –de considerable potencia para la época– y dos ametralladoras DT de 7,6 mm. Las casi ochocientas unidades que arribaron a la Península hicieron las delicias del Ejército Popular y se convirtieron en una pesadilla para las fuerzas sublevadas durante la primera fase de la Guerra Civil. Así lo confirmó un informe emitido por los asesores soviéticos: «Los T-26 llevaron a cabo auténticos milagros. Se puede afirmar con total seguridad que, si el grupo de combate no hubiese estado presente durante la primera fase de la defensa de Madrid, esta habría sido catastrófica».

Maniobras de El Campesino: un carro de combate T-26 avanzando a través del yermo+ info
Maniobras de El Campesino: un carro de combate T-26 avanzando a través del yermo - ABC

Huelga decir que los T-26 se mostraron intratables hasta que el bando sublevado obtuvo la superioridad aérea. «Desde los primeros combates quedó claro que los T-26B soviéticos eran muy superiores a sus homólogos del bando franquista. Los combates en torno a Madrid y en la defensa de la capital española evidenciaron que los modelos alemán e italiano eran inferiores en potencia de fuego, por lo que se vieron obligados a cambiar las tácticas», explica Piñero en su obra. Hasta tal punto, que los nacionales recibían una suculenta recompensa por capturarlos. Les fue bien y, a lo largo de la guerra, pudieron hacerse con los suficientes como para formar una unidad independiente.

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