La sangrienta guerra casi mundial entre EE.UU. y China que perdió la Rusia de Stalin
«¿Qué está sucediendo en Corea? ¿Es prólogo de una tercera guerra universal?. ¿Es sólo una guerra civil de ensayo, con ayuda extranjera como tuvimos en la nuestra reciente?», se preguntaba ABC en la edición del 11 de julio de 1950
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La Segunda Guerra Mundial dejó muchos frentes abiertos para alimentar la Guerra Fría. Buen ejemplo de ellos fue Corea, donde los planes paralelos de EE.UU. y la URSS para desalojar a los japoneses de la península dieron lugar a dos estados opuestos: en el norte se impuso una dictadura xenófoba y comunista bajo el amparo de Stalin, mientras que en el sur lo hizo una dictadura igualmente xenófoba protegida por EE.UU.
Tarde o temprano ambas formas de entender el mundo estaban condenadas a colisionar. Lo que casi nadie esperaba es que fuera tan pronto… En junio de 1950, los ejércitos de Corea del Norte cayeron sobre la frontera sur destrozando al débil ejército de Syngman Rhee, líder político en el sur.
Únicamente la violencia comunista convenció al pueblo surcoreano de que merecía la pena resistir un poco más. Esperar la ayuda de Occidente.
«¿Qué está sucediendo en Corea? ¿Es prólogo de una tercera guerra universal. ¿Es sólo una guerra civil de ensayo, con ayuda extranjera como tuvimos en la nuestra reciente? No es, exactamente, ni lo uno ni lo otro. Es más que nuestra guerra, pues en Corea toma parte abiertamente una gran potencia, apoyada por otras y respaldada por la organización internacional de la ONU, y no tiene probabilidades de ser adoptada la política de no intervención, que proponen los rusos y que prevaleció, oficialmente, en nuestra pasada lucha civil», explicaba ABC el 11 de julio de 1950 cuando todo estaba a punto de estallar.
El arte de MacArthur
Joseph Stalin había interpretado por las palabras del presidente Truman que EE.UU. no iba a mover un dedo por salvar a Corea del Sur. Pronto descubrió su enorme error. En un rápido movimiento estadounidense, Truman logró el apoyo de las Naciones Unidos para intervenir en Corea, a donde el general Douglas MacArthur envió las tropas acuarteladas de Japón.
«¡Es tan fácil hablar dé podredumbres! Es cierto que la guerra en Corea es una calamidad; pero allí se lucha contra un agresor; como se luchó desde 1939 hasta 1945. Como acordaron en la Carta de San Francisco las Naciones Unidas que habría que hacerlo, llegado el caso. ¡Más calamidad es que sea uno de los miembros de las Naciones Unidas quien incite y arme a los agresores!», recogió José Arce en las páginas de ABC para explicar por qué Occidente no podía mirar a otra parte.
+ infoLa intervención estadounidense, sin embargo, no logró el efecto deseado en la contienda. Como señala Geoffrey Parker en su libro ‘Historia de la Guerra’, reeditado por Akal en 2020, las tropas «mal entrenadas y mal preparadas» de EE.UU. «sufrieron seguidamente una serie de humillantes derrotas» que obligaron a los surcoreanos a refugiarse en un reducido perímetro en torno al puerto de Pusan. La potencia de fuego americana permitió estabilizar la línea de combate, pero solo eso, una pausa. Sería necesario un golpe maestro para cambiar el color del conflicto.
MacArthur se sacó de la manga un contragolpe tan brillante como arriesgado. Desafiando las mareas de la zona, logró desembarcar una segunda fuerza en Inchon, cerca de Seúl, justo en la costa opuesta a Pusán. Pocos en el Estado mayor de EE.UU. habían apostado por el éxito de la operación, de ahí el regocijo de MacArthur cuando no solo cayó con facilidad Inchon y Seúl , sino que todo el frente norcoreano se hundió al percibir al enemigo a su espalda. La desbandada comunista se saldó con miles de soldados prisioneros y una conquista territorial que iba a marcar la separación actual entre las dos Coreas.
Crecido por su éxito, MacArthur reclamó a Truman que armara a los nacionalistas chinos y extendiera la contienda también a China. El presidente negó la mayor, convencido de que aquello debía ser una guerra limitada , pero accedió a que el general siguiera avanzando hasta la frontera con China. A finales de 1950, las tropas chinas entraron en acción para marcar su terreno. En la columna del oeste, los estadounidenses se derrumbaron y tuvieron que huir en una lastimosa marcha; sin embargo, en el este, los marines y los soldados surcoreanos aguantaron de forma épica el envite frente a un ejército chino mal equipado, pero acostumbrado a las privaciones extremas tras años de luchar con los japoneses.
La bomba sale a escena
Cuando el Ejército chino se plantó en Seúl, MacArthur gritó aquello de ¡o César, o nada! O las Naciones Unidas se retiraban por completo de la península o EE.UU. lanzaba una bomba nuclear contra China… En su opinión no había otra solución para evitar el desastre estadounidense, cuyas tropas cada vez estaban más superadas por la numerosas filas chinas. Afortunadamente, Truman y sus asesores tenían una comprensión de la vida basada en las tonalidades grises, a diferencia de MacArthur.
+ infoLa opción de una guerra nuclear con China no era viable o, como expresó Omar Bradley, presidente de la junta del Estado Mayor, aquello sería una «guerra inapropiada, en el lugar inapropiado y en el momento inapropiado contra el enemigo inapropiado». El tiempo demostró que había otras opciones para ganar terreno. En los primeros meses de 1951, el ejército de las Naciones Unidas aumentó su potencia de fuego para castigar las líneas de suministro chino. Aquella maniobra tuvo un efecto desolador en las tripas rugientes de los comunistas, cuya principal arma eran los ataques masivos de un ejército revolucionario con más efectivos que armas de fuego.
Con Seúl de vuelta a manos estadounidenses y los comunistas sufriendo una cantidad insostenible de bajas, Pekín pidió reanudar las conversaciones de paz para buscar un punto intermedio. EE.UU. cometió entonces lo que, según defiende Geoffrey Parker, fue uno de sus errores más graves en la Guerra Fría al detener su avance e iniciar negociaciones. «No había, por supuesto, nada malo en iniciar las conversaciones, pero la detención de las tropas de las Naciones Unidas permitió al enemigo reagruparse, con lo cual terminó su necesidad de armisticio», considera el historiador británico.
La perdición de Truman
MacArthur pensaba justo eso, que la tregua solo beneficiaría a China, por lo que se adelantó a Truman y lanzó un ultimátum contra el gigante asiático. La declaración pública de MacArthur hizo peligrar las negociaciones y colmó la paciencia de Truman, que sospechaba que el general estaba planeando su próximo desembarco en política a base de un autobombo exagerado. En abril, MacArthur fue apartado del mando y la guerra continuó al ralentí hasta un desenlace que no agradó a ninguna de las partes.
Una de las causas de la destitución del militar fue la inclusión de Taiwán en el conflicto y su acercamiento a Chiang Kai-Shek, contrapeso a los comunistas chinos. EE.UU. no quería meterse de lleno en asuntos internos del gigante asiático, que en el conflicto demostró las costuras de su ejército. «El actual fracaso de la ofensiva comunista le da [a MacArthur] plenamente razón, ya que queda demostrado que no era el león tan fiero como lo pintaban; si se conforman los chinos con su derrota—70 divisiones eran suyas sobre 74—, será una prueba evidente de su impotencia [...]. Es indiscutible que esta vez a los chinos "algo" les ha fallado; el mundo conoce las divergencias de los países democráticos, pero ignora las de los totalitarios, hasta que revientan como un absceso», escribió Alejandro R. de Grijalba en un artículo titulado ‘El misterio del cuarto amarillo’ del 14 de junio de 1951.
+ infoPara Truman, el único presidente que ha apretado el botón rojo en la historia, la Guerra de Corea fue su perdición política. La prolongada duración del conflicto y los escasos réditos que mostraba para EE.UU. una contienda tan remota le convirtieron en un presidente muy impopular. En noviembre de 1952, fue elegido para ocupar en su lugar la Casa Blanca el republicano Dwight D. Eisenhower bajo la promesa de que pondría fin a la Guerra de Corea.
La inesperada muerte de Stalin, que se había metido en una guerra que únicamente había mostrado las carencias de la URSS, aceleró las negociaciones para restablecer el statu quo. Ningún bando logró nada más que desgaste y muerte. A partir de entonces, Dwight D. Eisenhower volcó los recursos militares de su país en Europa, donde en su opinión se gestaba la verdadera lucha contra la URSS. Solo Vietnam volvería a cambiar la orientación de la brújula.