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El salvaje ataque contra la embajada española en Lisboa que casi hace que Franco invadiera Portugal

Según el inventario de la pinacoteca, al menos 22 obras desaparecieron durante el asalto, entre ellas 'la Adoración de los Pastores', de Juan Pantoja de la Cruz, y seis cuadros de Luca Giordano

Detalle de la portada de ABC el 28 de septiembre de 1975.+ info
Detalle de la portada de ABC el 28 de septiembre de 1975. - ABC
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Quedaban dos meses para que falleciera Francisco Franco y los ánimos subían, bajaban o venían, según se mire, caldeados desde una Portugal que había dejado atrás su particular dictadura. En septiembre de 1975, militantes de extrema izquierda atacaron con saña el palacio de Palhavã, sede de la embajada de España en la vecina Portugal, como protesta por los cinco fusilamientos anunciados por el régimen franquista. Los últimos de una dictadura que llegaba a su fin.

Un año antes, la llamada Revolución de los Claveles había provocado el fin del régimen salazarista, que no convocaba elecciones democráticas desde 1925. La España de Franco quedó afectada por la facilidad con que había sido derrocada la dictadura vecina y el proceso revolucionario que le siguió.

La caída del régimen no había presenciado apenas episodios violentos, pero la pugna que le siguió entre la izquierda y la derecha amenazaban con conducir a Portugal hacia una guerra civil.

En pocos meses se sucedieron cinco gobiernos provisionales, cada vez más radicales, y varios intentos de golpe militar que no hicieron sino radicalizar a los extremos. La nacionalización de toda la banca y de la mayor parte de la industria marcaron un viaje hacia el socialismo a principios de 1975 que, de pronto, se interrumpió por fuerza mayor, que no era otra que la derrota de la izquierda más radical en las elecciones constituyentes de abril de 1975, donde se impusieron las fuerzas socialistas moderadas, más cercanas a la socialdemocracia, que intentaron contrarrestar la nociva influencia de los generales pro-comunistas.

Cuando las barbas de tu vecino veas cortar...

El nuevo gobierno portugués garantizó a Madrid que respetaría el sistema político interno de España y le tendió la mano para mantener buenas relaciones con el vecino peninsular. Con todo, el miedo a que al franquismo le ocurriera lo mismo obligó a poner las relaciones diplomáticas bajo cuarentena. Enfrascado en su propio proceso de derrumbe, el régimen franquista sufrió la condena del mundo democrático por su empeño, incluso haciendo oídos sordos al Papa de Roma, por llevar hasta el final sus últimos fusilados: tres miembros del FRAP y dos miembros de ETA.

Portada de ABC dedicada al ataque contra la embajada.
Portada de ABC dedicada al ataque contra la embajada. - ABC

Las manifestaciones contra estas condenas a muerte se sucedieron por todo el mundo, con peticiones de sanción y prohibición de que los vuelos de Iberia aterrizaran en México. En Copenhague la embajada sufrió daños, en París hubo enfrentamientos graves entre manifestantes y policías y en Roma se lanzaron varios cócteles Molotov contra edificios españoles, pero en ningún sitio las protestas adquirieron la violencia de Portugal, donde el Estado seguía preso de las amenazas de los más radicales. El embajador español en Lisboa, Antonio Poch, reclamó al Ministerio de Exteriores portugués que reforzara la custodia del palacio, pero los efectivos nunca llegaron. La pasividad de la policía permitió a un grupo de solo 3.000 manifestantes campar como dueños y señores de Lisboa.

A las 11 de la noche del 27 de septiembre, la tensión alcanzó su punto máximo. Los extremistas empezaron a lanzar piedras contra las ventanas y algunos manifestantes invadieron los jardines tumbando estatuas como previo pasado a asaltar el palacio, que desde 1918 era residencia de los embajadores de Madrid en Portugal y contaba con tapices, muebles barrocos y cuadros cedidos por el Museo del Prado. Según el inventario de la pinacoteca, al menos 22 obras desaparecieron durante aquella noche, entre ellas la 'Adoración de los Pastores', de Juan Pantoja de la Cruz, y seis cuadros de Luca Giordano.

Muchos intentaron llevarse objetos, como el servicio de cubertería de plata, para sacar lucro al asalto

La turba no distinguió arte de baratijas en su destructivo avance por el interior de la embajada. Rompieron jarrones llegados de Oriente, porcelana fina, tapices flamencos colgados de las paredes y los libros de la biblioteca. Incluso destrozaron los azulejos pintados que decoraban el gran salón. Muchos intentaron llevarse objetos, como el servicio de cubertería de plata, para sacar lucro al asalto. Luego se dirigieron a la residencia del embajador, al que robaron hasta el álbum de boda.

Pasividad policial

El embajador se refugió en casa de Inocencio Arias, por entonces un joven diplomático recién llegado a la capital portuguesa, donde los españoles siguieron por radio los sucesos minuto a minuto asombrados de la actitud pasiva de la policía. «Yo diría que éstas intervinieron muy poco y tarde. La Policía, al parecer, tenía orden de no intervenir, pensando en que lo harían las fuerzas militares, y éstas no lo hicieron o sí llegaron, fue tarde también», explicó al día siguiente a la prensa Poch y Gutiérrez de Caviedes, que solo llevaba un año y dos meses destinado en Lisboa. A excepción de un traje que pudo recoger a tiempo, el embajador tuvo que salir del país sin nada más encima.

El palacio fue incendiado y a sus puertas, como si fuera un doble tributo al fuego, los asaltantes montaron una hoguera donde iban quemando los cuadros y los tapices. Además, pintaron esvásticas sobre la fachada del palacio tildando a Franco de último líder fascista en Europa. ABC tituló al día siguiente ‘Impune destrucción de la embajada y el consulado español en Lisboa’ denunciando «la más absoluta impunidad, pese a la cercanía de diversos centros policiales. Archivos, muebles, documentos, cajas fuertes y hasta comestibles fueron lanzados a la calle desde las ventanas abiertas. Con todo ello se formaron grandes hogueras, que los bomberos no pudieron apagar por impedírselo la gente enfurecida. Un coche con matrícula diplomática que allí se encontraba fue igualmente incendiado después de destruido».

El diario madrileño culpó de estos actos a activistas de ultraizquierda, minoritarios pero muy agresivos, apoyados por terroristas españoles afincados en Lisboa, quienes izaron la bandera republicana, con las siglas del FRAP, en el primer piso del palacio. «Las llamas se veían desde muy lejos. Los asaltantes incendiarios tuvieron horas de manos libres para proceder a su antojo. Al final, cuando llegaron las fuerzas militares fueron dispersados con una ráfaga de ametralladora al aire. Pero la catástrofe se había consumado», narró el corresponsal de ABC en una crónica recogida vía telefónica.

El ataque fue tan grave como para que el presidente del Gobierno Carlos Arias Navarro sopesara una intervención armada en el país vecino. No fue necesario ir tan lejos, pero Franco ordenó el cierre de las fronteras y la suspensión de las relaciones diplomáticas. El 1 de octubre, más de 3.000 personas se manifestaron en Madrid frente a la embajada lusa. Cuenta la edición de ABC de ese día que «los manifestantes profirieron reiteradas veces los gritos de ‘justicia, justicia’, ‘Somos quijotes, nunca cambiaremos’»; también intentaron entrar sin éxito en el edificio, conformándose con, gracias a la ayuda de un policía, colocar una bandera española en lo alto de la verja.

Un país que arde en la anarquía

El Gobierno portugués se disculpó por lo ocurrido, «ofreciendo las más amplias satisfacciones y las reparaciones económicas consiguientes por los actos de incalificable vandalismo», aunque le bastó reconocer que el país estaba sumido en la anarquía. El 30 de septiembre, las páginas de ABC Internacional relataban cómo Portugal había puesto a todas sus tropas en estado de alerta ante el peligro de una rebelión civil en Lisboa. El primer ministro, el almirante José Pinheiro de Azevedo, declaró por televisión que «el Gobierno no puede gobernar bajo la presión de grupos que pretenden destruirle y no habrá Gobierno posible sin un mínimo dé autoridad».

La última aparición pública de Franco en un acto en la Plaza de Oriente.+ info
La última aparición pública de Franco en un acto en la Plaza de Oriente. - ABC

El asalto a la embajada española y estos episodios revolucionarios acercaron a Portugal a la guerra civil, pero un fallido intento de golpe de estado de militares pro-comunistas el 25 de noviembre estabilizó la situación. El régimen socialista desarmó y licenció a los oficiales revolucionarios para devolver el poder a los partidos políticos más votados. En este proceso de pacificación se aprobó la constitución de 1976 y se inició la consolidación de la democracia.

España comenzó su proceso democrático poco después. En 1978, el Rey Juan Carlos reinauguró la embajada en una cena de gala junto al presidente luso Ramalho Eanes. Los dos jefes de Estado brindaron porque las heridas del pasado sanaran para siempre.

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