La otra remodelación del Bernabéu que le convirtió en el templo del fútbol mundial y disparó su valor
El estadio blanco redujo en 30.000 localidades su aforo para que se pudiera disputar la final del Mundial de 1982

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De cara al Mundial de 1982, el estadio Santiago Bernabéu acometió una remodelación histórica que le convirtió en todo un referente del fútbol mundial. Se redujo el aforo, se aumentó la iluminación para adaptarla a las televisiones a color, se acondicionaron los vestuarios, se añadieron 100 aseos, muchos bares y se embelleció la fachada con el característico mortero blanco. En un reportaje publicado en vísperas del mundial, ABC aprovechó la ocasión para reconstruir la biografía del templo blanco hasta alcanzar aquellos altares.
Inaugurado en diciembre de 1947, el estadio madridista albergó grandes citas como la final de la Eurocopa entre España y la Unión Soviética o aquellas que dejó la estela de triunfos del Madrid de Di Stefano, pero conforme pasaron las décadas se fue quedado algo desfasado en cuanto a servicios.
El precio por elevar la calidad fue bajar la cantidad. Si en sus orígenes había albergado 90.000 personas y, a partir de 1954, 125.000 almas; en la remodelación para el mundial volvió a bajar a 90.000 para cumplir con las exigencias FIFA.
Historia por hacer
El germen más remoto de los estadios blancos comenzó en 1900, cuando el primer presidente del club compró unos terrenos, «casi fuera de Madrid», en la Calle de Lista con Velázquez, a un marmolista llamado Estrada. Allí jugó el equipo hasta dar el salto doce años después a un terreno cercano a la Plaza de Toros de Ventas, que sería vallado y acondicionado con el dinero de los socios. Por primera vez en el fútbol español se construyó una caseta con duchas y lavabos. En 1923, se inició la etapa con hierba en el velódromo de Ciudad Lineal. El primer partido fue una victoria de 2-0 contra el Real Unión de Irún.

Al año siguiente se inauguró el viejo Chamartín, situado en los terrenos donde hoy está el Bernabéu. Allí se disputó el primer encuentro con el Newcastle United, campeón de la Copa de Inglaterra, al que el Madrid ganó por 3-2. No obstante, durante la Guerra Civil los bombardeos se ensañaron con el estadio, usado como campo de concentración de prisioneros, y lo dejó casi en ruinas. La construcción del nuevo Chamartín, a la sazón el Bernabéu actual, se convirtió en una lucha agónica por lograr más terrenos y más dinero en un tiempo de vacas flacas. El club, muy lejos de la pujanza económica reciente, debió idear alternativas para lograr una cantidad millonaria de pesetas.
El histórico presidente Santiago Bernabéu acudió a varios bancos que le ofrecieron cantidades inferiores a las que él necesitaba, al «considerar que no era muy financiero conceder ese dineral a un club de fútbol», según explica en el artículo de ABC Ventura Gilera. «Entonces surgió la panacea: su hermano Antonio le puso en contacto con el arquitecto César Cort y este le presentó a Alfredo Oñoro, director del Mercantil e Industrial; la idea se puso en marcha y este consultó con el presidente del Consejo de Administración, Rafael Salgado, que dijo sí a la operación sin más condicionante que la retirada del dinero en otros Bancos para centralizarla en el suyo, además de un puesto en la directiva».

Las dificultades de construir el estadio
El Madrid aceptó el acuerdo, y el 22 de junio de 1943 se procedió a la compra de los terrenos. Solo era el primer paso; faltaba conseguir fondos para empezar a colocar piedra sobre piedra. Por medio de uno de sus directivos, Luis Corrales, que era técnico de Hacienda, el Real Madrid emitió unas obligaciones con la idea de amortizarlos en veinte años. Fue todo un éxito popular, con miles de personas dando la vuelta al banco para hacerse con las obligaciones del histórico club. Con ello pudieron comenzar unas obras que, junto a la ampliación de 1954, con dos anfiteatros más y las torres laterales, costaron un total de 68 millones (solo treinta años después el estadio valdría 3.000 millones).
Encontrar los materiales en esa España de la posguerra tampoco fue una tarea sencilla. Contó el presidente Luis de Carlos años después en ABC:
—No recuerdo muy bien aquellos primeros días porque oficialmente no los viví. Sí recuerdo, en cambio, las anécdotas de las dificultades que hubo. Porque conseguir hierro por entonces era una hazaña; el cemento, lo mismo. Lo conozco por referencias, porque me lo dijo Santiago Bernabéu. Tanto la mano de obra como los materiales eran difíciles de obtener y había que recurrir a los sindicatos.

Para albergar tres partidos de la segunda fase y la final del Mundial, el Bernabéu acometió nuevas obras en 1982, con un coste de 530 millones de pesetas, destinadas a mejorar vestuarios, cubierta, fachada y el césped. No obstante, la reforma sacó a relucir las grandes deficiencias en la calidad de los materiales de la construcción original. Según informó Ventura Gilera, fue necesario con motivo de las obras parar hasta treinta y tres veces el tráfico de la M-30 y usar un trailer de 36 metros de largo para completar la nueva cubierta de 10.000 metros cuadrados formada por unas cercas metálicas.
El revestimiento de la fachada, una superficie de 18.000 metros cuadrados, se realizó con un ‘sandwich’ de mortero blanco y fibra de vidrio muy ligero, que debido a las características de este material hicieron imposible a partir de entonces pegar carteles allí. Una pasarela peatonal sobre el Paseo de la Castellana fue también instalada para la celebración del Mundial, aunque luego fue desmantelada tras la cita con el mundo.
Un estadio demasiado grande
La polémica en aquella remodelación vino de la mano de la gran reducción de aforo, cerca de 30.000 localidades, que les marcó las reglas FIFA. La federación internacional exigió para los partidos del mundial que el 40% de los asientos fueran sentados y que dos tercios del público estuvieran a cubierto en caso de lluvia. Esto obligó a dejar los asientos en solo 90.800, que, a decir verdad, era una cifra más ajustada a la asistencia que por entones tenía cada domingo al templo blanco.
« El cartel de ‘no hay billetes’ solo se ha puesto en el reciente Real Madrid-Barcelona, lo cual es bastante explicativo del fenómeno actual. Un solo lleno en dos o tres temporadas desde que se inició la fase de remodelación. ¿De qué me sirve tener un estadio de 150.000 o 200.000 localidades si no vienen más de 70.000?. Las necesidades, pues, están suficientemente cubiertas», explicó el presidente a ABC.

Todo ello para aproximar el coliseo más a lo que es hoy, o al menos a lo que era antes de la remodelación de Florentino Pérez. Un estadio que, con permiso de Wembley, era y es uno de los principales del mundo. «Porque puede presumir el estadio —si fuera capaz de hablar— de haber visto a todos los fenómenos que el fútbol ha dado desde entonces (excepciones clarísimas de Garrincha y Maradona), desde Yashine a Gento, dicho sea por enumerar desde un portero hasta el extremo izquierdo, pasando por el lote de superlujo que podrían formar Di Stefano, Pelé, Cruyff, Kubala, Puskas, Nestor Rossi, Pedernera, Mazzola, Beckenbauer, Fachetti, Matthews. Charlton, Didí, Suárez, Del Sol, Amancío, Kopa, Eusebio y Rummenigge, más el larguísimo etcétera que obliga a olvidos involuntarios», escribió Ventura Gilera en las páginas de ABC.
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