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El misterio del diario de Goebbels que desapareció tras su suicidio y apareció en Moscú medio siglo después

El ministro de Propaganda nazi escribió su última entrada el 29 de mayo de 1945, dos días antes de suicidarse. Llevaba unas 75.000 páginas manuscritas y mecanografiadas a diario desde 1923, que desaparecieron misteriosamente al terminar la Segunda Guerra Mundial

Goebbels, en una imagen de la Segunda Guerra Mundial+ info
Goebbels, en una imagen de la Segunda Guerra Mundial - ABC
Israel Viana
MadridActualizado:

‘Aparece en Moscú el diario completo de Joseph Goebbels’, ‘Los diarios de Goebbels provocan la guerra entre los periódicos londinenses’, ‘El diario de Goebbels revela cómo Hitler engañó a Europa’. En julio de 1992, casi medio siglo después de su muerte, quedaba por fin al descubierto uno de los mayores secretos de la Segunda Guerra Mundial, la obra completa en la que el lugarteniente del ‘Führer’ había estado trabajando entre el 17 de octubre de 1923 y el 1 de mayo de 1945. Un total de 75.000 páginas con las que el que fuera ministro de Propaganda alemán quiso dejar testimonio de su visión sobre el nazismo en la Historia Universal.

«El diario ha permanecido aparentemente ignorado durante 47 años en los archivos rusos y permitirá ahora descubrir algunos periodos oscuros y no aclarados en la historia del Tercer Reich», destacaba ABC en el primer artículo.

El periplo de su llegada hasta nosotros resultó una aventura extravagante y rodeada de misterio. Los primeros fragmentos, correspondientes a 1925 y 1926, se descubrieron por casualidad en 1945 y fueron editados en 1960 por Helmut Heiber, que se convirtieron en la mejor fuente para comprender la personalidad de uno de los personajes más importantes del siglo XX.

Noticia de la aparición, en 1992, de los diarios completos de Goebbels+ info
Noticia de la aparición, en 1992, de los diarios completos de Goebbels - ABC

Durante veinte años, Goebbels no dejó de escribir cada día. Era una obligación para él, pues lo consideraba destinado a la posteridad. No permitía que nadie más apuntara o le dictara nada. Aquel documento era suyo, como demuestra el hecho de que muchas de sus entradas eran tremendamente íntimas. En la del 12 de julio de 1924, por ejemplo, recoge cuando ve a Hitler en persona por primera vez en Weimar: «Estoy afuera, asomado a la ventana, y lloro como un niño pequeño... me siento otro. Ahora sé claramente que él es quien dirige, nació como líder. Por este hombre estoy dispuesto a hacer cualquier cosa».

También anotaba los detalles más insignificantes, aunque fuera de forma telegráfica. «El Führer no llama para la cena», apuntó en octubre de 1934. Un año antes Hitler había culminado su proyecto haciéndose con el puesto de canciller del Reich con la imprescindible ayuda de Goebbels. Desde entonces, este seguía trabajando en su diario con una constancia fuera de lo normal, en ocasiones con una sinceridad brutal. A finales de 1944, cuando el final se acercaba, ordenó que se transcribiera todo lo que había manuscrito y mecanografiado y, al ver que el trabajo avanzaba con demasiada lentitud, pidió que se hicieran copias con ayuda de las nuevas técnicas de microfilmación.

Desaparición y hallazgo

El 1 de mayo de 1945, dos días después de la muerte de Hitler en su búnker de Berlín, el ministro nazi administró veneno a sus seis hijos y, a continuación, él y su esposa Magda se suicidaron. Dos días antes había escrito su última entrada. Con la decisión de poner fin a su vida, actuó por primera vez en contra de la orden del ‘Führer’ que, dos días antes, le había nombrado su sucesor. Al aceptar todo ese poder sin su ídolo presente no tenía sentido para él. Es más, fue el único de sus paladines que siguió sus pasos. Y cuando parecía que ya solo quedaría su diario, las microfichas que había realizado se dieron por desaparecidas e inencontrables tras la guerra.

Las primeras exclusivas sobre el diario de Goebbels, en 1992+ info
Las primeras exclusivas sobre el diario de Goebbels, en 1992 - ABC

Poco después de aquellos primeros fragmentos encontrados en 1960, aparecieron otros que se remontaban a los años 1942, 1943 y 1944. En octubre de 1972 aparecieron amplias copias del diario procedentes de fondos soviéticos que llegaron a Alemania Federal a través de la RDA. Tras complicados y desagradables litigios en materia de derechos de autor, el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich logró publicar, en 1987, los fragmentos recogidos y descifrados hasta la fecha. De la edición se encargó la historiadora Elke Fröhlich y fue recogida por ABC en artículos como ‘Goebbels, crónica diaria del periodo de auge del nazismo’ y ‘Los nazis no incendiaron el Reichstag, según Goebbels’.

Esta edición todavía parcial, discutida por algunos historiadores, existió precisamente por las copias que mandó hacer Goebbels. Sin embargo, la gran sorpresa se produjo en marzo de 1992, cuando la historiadora Elke Frohlich descubrió en el Archivo Secreto del Estado de la Unión Soviética, en Moscú, 1.600 negativos en cristal con la filmación ordenada por Goebbels de sus escritos al completo. Con ese hallazgo se cerraban por fin las lagunas existentes. Con esta base y con los manuscritos hallados anteriormente, el Instituto de Historia Contemporánea pudo editar todos los diarios siguiendo estrictos criterios científicos.

El apologista de Hitler

Lo que desconcertó a un buen número de investigadores mundiales es que, tras el hallazgo, la persona que examinó por primera vez dicho material fue David Irving, un historiador conocido como un apologista de Hitler y que anteriormente había asegurado a la prensa que había encontrado los diarios de Hitler, que luego resultaron ser una falsificación. La duda, por lo tanto, estaba sembrada con los de Goebbels, pero en este caso no parecía haber duda de que el material era auténtico.

La polémica sobre los diarios de Goebbels en 1992+ info
La polémica sobre los diarios de Goebbels en 1992 - ABC

Nunca se llegó a averiguar cómo consiguió ser el primero en acceder a un documento tan valioso. No se sabe si tuvo que pagar por ello, aunque los rusos aseguraron que ellos nunca cobraron. ‘The Sunday Times’ lo corroboró poco después. En su primera visita le acompañó un periodista de este diario: Peter Millar. Unos días más tarde, después de haber consultado las más de 1.500 placas de vidrio, el equivalente a las 75.000 páginas, el historiador se reunió con el director de este periódico, Andrew Neil. «Cuando le mostré una de las placas de vidrio que había sacado prestada de los archivos, la tomó con las manos temblorosas. 'Eres la primera persona que la examinas en 50 años', le dije. Neil se dio cuenta de que era la exclusiva más adecuada para mantener la atención tras la historia de la princesa Diana», declaró a ‘El País’ en 1992.

Según se conoció más tarde, Irving consiguió permiso del Archivo de Moscú para copiar dos placas de 45 páginas cada una para su publicación. Sin embargo, se llevó muchas más a Alemania con la intención de venderle la exclusiva a ‘The Sunday Times’. El periódico pagó 75.000 euros y le cedió al historiador un porcentaje por los derechos de autor a cambio de ello. El negocio permaneció en secreto dos semanas, hasta que un corresponsal del diario moscovita ‘The Independent’ reventó la historia.

Las críticas

Las críticas no tardaron en llegar. En primer lugar de Frohlich, que había sido la primera especialista en identificarlos. De hecho, esta especialista del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich y su director ya habían llegado a un acuerdo con los rusos para examinarlos ellos por primera vez e, incluso, publicarlos. Esta misma entidad estaba preocupada por el uso que un apologista del nazismo pudiera hacer de aquellos documentos, tal y como subrayaba el titular de la información adelantada por ‘The Independent’: ‘Un defensor de Hitler se ocupará de los diarios de Goebbels’.

Poco tiempo antes, el historiador Ralf Georg Reuth tuvo la mala suerte de publicar en la editorial Hanser una edición, en cinco volúmenes, de los mismos diarios que solo contaba con una quinta parte de los diarios de Goebbels. Su libro se adelantó por poco al gran hallazgo de Moscú, pero fue igualmente un éxito de ventas.

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