El mecanismo del botijo
Dos profesores de la Universidad Politécnica de Madrid demostraron que no es tan simple su funcionamiento

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El botijo y la bota de vino son dos de los mejores inventos nacionales. El botijo era imprescindible en talleres, oficinas, en el campo y en las casas. Agua fresca para refrescar unos ambientes en los que el aire acondicionado no estaba ni se le esperaba. Veraneos de sombra y botijo para luchar contra el calor. Un agua fresca mucho más sana que la de botella helada de la nevera, que no araña los dientes.
En 1990, un profesor de química de la Universidad Politécnica de Madrid, don Gabriel Pinto, intentó integrar en una sola fórmula todas las variables que hacían que el botijo se enfriase. Pero había un fallo, según nos cuentan en teknoplof.com, y es que con su fórmula la capacidad de enfriamiento era ilimitada, lo que es naturalmente erróneo.
Otro profesor de la misma Universidad, don José Ignacio Zubizarreta, se propuso completar la ecuación. Al parecer se había pasado por alto el calor de radiación que aporta el aire contenido en el recipiente. La fórmula fue publicada en 1995 en el número 29 de la revista norteamericana Chemical Engineering Education. Una demostración de para qué sirve la física y que a los no iniciados nos resulta sorprendente.
El argumento que explicaba científicamente por qué el botijo permitía enfriar el agua era un argumento que no podía emplear este vendedor de cerámica para explicar a estas muchachas la utilidad del objeto que miran con curiosidad. Hoy en día se ha quedado tan solo en un objeto poco más que decorativo. ¡Qué pena! Encima ahora, que ya conocemos el mecanismo del botijo.
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