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Locura nuclear: cuando EEUU planeó bombardear el espacio para humillar a la URSS

Hace dos décadas se desveló que Norteamérica había ideado una operación, llamada A-119. para demostrar su potencia atómica sobre la Luna

El misterio tras la ciudad subterránea secreta construida por la URSS contra la debacle nuclear

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ABC ya aventuraba la locura en la década de 1953, en plena Guerra Fría : «Un mortero capaz de bombardear la Luna ha sido construido en Los Ángeles por el profesor suizo Fritz Zwicky, que enseña astrofísica en el Instituto de Tecnología de California». El proyectil tenía la forma de un gran lápiz y, según esgrimía el controvertido científico, provocaría «una chispa cuya intensidad superará a la luz producida por 10.000 lámparas de arco voltaico». Aquello parecía una broma... parecía, porque, poco después, se demostró que Estados Unidos había ideado un plan para hacer lo propio.

La locura arrancó con la carrera espacial, aquella obsesión por explorar el firmamento a golpe de todo tipo de cachivaches tecnológicos. Por entonces ya empezaba a rondar en las mentes de los gerifaltes norteamericanos la idea de que uno de sus compatriotas posase sus reales sobre el satélite de la Tierra. Según consideraban, cumplir estos objetivos les proporcionaría una ventaja determinante sobre el otro tanto militar como científica.

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Conferencia de prensa celebrada en la academia de Ciencias de Moscú en 1959 con motivo del lanzamiento del segundo cohete espacial ruso que alcanzó la Luna. El profesor V. Kukarkin muestra las fotos conseguidas de la estela de sodio del Cohete - ABC

Con esta tensión en los despachos de EEUU y la URSS habría que haber visto la cara del presidente Dwight D. Eisenhower cuando, en 1957, el enemigo rojo se adelantó a su país. «La Unión Soviética causó conmoción en todo el mundo cuando colocó en nuestra órbita los primeros dos satélites artificiales, los Sputnik 1 y 2», explica el profesor Cedar I. García Ríos en su obra ‘Historias de lo natural’. Aquel movimiento magistral puso por delante a los soviéticos en la carrera espacial y fue un verdadero golpe en la mesa a nivel de promoción y propaganda.

Para contrarrestarlo, el bando capitalista se propuso encandilar a la opinión pública de forma similar. Pero... ¿Cómo hacerlo? La solución fueron una serie de alocados proyectos entre los que se destacó la instalación de un puesto militar en la misma Luna. El plan fue definido de esta guisa en una serie de informes desclasificados por la Casa Blanca en el año 2000: «El establecimiento de esta base debería ser tan prioritario como el Proyecto Manhattan en la Segunda Guerra Mundial ».

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Familia en un bar de Sevilla viendo en la televisión la llegada del hombre a la Luna - ABC

Por si fuera poco, los Estados Unidos también idearon un plan para bombardear la Luna con un objetivo doble. El primero era demostrar su capacidad nuclear a la URSS y al mundo. Al menos, así lo explicó hace casi una década el Doctor Leonard Reiffel, al frente de esta operación, al diario ‘The Observer’: «El objetivo principal era un ‘ejercicio de relaciones públicas’ y una demostración de fuerza. Las Fuerzas Aéreas querían crear una explosión que diera lugar a una nube [un hongo nuclear] tan grande que se pudiera ver desde la Tierra para no quedar rezagados en la carrera espacial». Sin embargo, los americanos también atribuyeron a esta misión finalidades científicas tales como estudiar los «sismos lunares», los movimientos del satélite. Algo que, según afirmaban, podría desvelar la formación del Sistema solar.

Según confesaba el científico, la operación, llamada A-119, era factible: «La operación consistía en lanzar un misil balístico intercontinental desde un lugar no desvelado, que se desplazara unos 385.000 kilómetros hasta la Luna, y detonarlo cuando impactara». Por descontado, el plan era secreto y confidencial. De hecho, lo fue hasta el año 1999, cuando salió a la luz. «Si se hubiera hecho público, habría provocado un clamor», determinó el científico al diario ‘The Observer’.

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Siempre en palabras de Reiffel, las Fuerzas Aéreas contactaron con él en 1958 para llevar a cabo el A-119, más conocido como ‘Estudio de los vuelos de investigación lunar’. Después de aceptar, propuso al conocido Carl Sagan , el hombre que popularizó la ciencia en Estados Unidos y que fue pionero en el estudio de la vida extraterrestre, participar también en el proyecto. Este había sido contratado para hacer una modelización matemática de la expansión de una nube de polvo en el espacio por una explosión nuclear en la Luna. Sus resultados eran más que determinantes para conocer el posible impacto del polvo atómico en la Tierra.

Sagan fue el eslabón débil de esta cadena. Pero no a nivel científico, sino por no saber guardar el secreto. ¿La razón? Que, según parece, desveló su existencia en 1959 cuando solicitó la prestigiosa beca de postgrado del Instituto Miller de Berkeley . Así lo dejó claro el propio Reiffel: «En mi opinión, Sagan violó la seguridad en marzo de 1959». También lo hizo casi medio siglo después, cuando explicó los pormenores del A-119 a su biógrafo, Keay Davidson. El mismo que, en 1999, publicó un libro con las memorias del científico en el que se hacía referencia a este absurdo plan.

Por suerte, los Estados Unidos apostaron finalmente por dirigir sus esfuerzos hacia la carrera espacial y abandonaron el proyecto A-119 en 1959. «Afortunadamente el pensamiento cambió. Me horroriza que se haya considerado un gesto semejante para influir en la opinión pública», señaló en el año 2000 Reiffel. Para asegurar el silencio en torno a esta idea, los informes que hacían referencia a ella fueron destruidos en 1987. De hecho, a día de hoy el Pentágono no ha confirmado ni negado estos planes, a pesar de la cantidad de información que se ha hecho pública sobre él.