Archivo ABC
Archivo

Un judío salvado por el Ángel de Budapest: «Vivíamos 52 personas en dos habitaciones... ¡pero vivíamos!»

Jaime Vándor relató su experiencia a ABC con motivo de un homenaje en Hungría al diplomático español Ángel Sanz Briz, que protegió a más de 5.000 judíos

Juan Carlos Sanz Briz, hijo del diplomático y Eva Benatar, una superviviente, sujetan una fotografía de Ángel Sanz Briz+ info
Juan Carlos Sanz Briz, hijo del diplomático y Eva Benatar, una superviviente, sujetan una fotografía de Ángel Sanz Briz - Ángel de Antonio
Actualizado:

Habían pasado 50 años, pero los detalles de aquel año terrible de 1944 permanecían imborrables en la memoria de Jaime Vándor, uno de los 5.000 judíos a los que el diplomático español Ángel Sanz Briz libró del Holocausto. Este profesor universitario de Filología Semítica en Barcelona solo tenía once años cuando, junto a su madre y su hermano, llamó a la puerta de la Legación española en Budapest para pedir ayuda. Y el diplomático español, como hizo con tantos, se jugó el pellejo para ponerlos a salvo.

+ info

Desde la ocupación nazi de Budapest el 19 de marzo de 1944, los judíos que vivían en la ciudad no estaban seguros en ningún sitio. Solo las legaciones diplomáticas de los países neutrales, como España, ofrecían esperanza a las miles de personas obligadas a llevar una estrella amarilla cosida en sus ropas.

El joven Sanz Briz, al frente de la representación española en Budapest, se convertiría en un «ángel de la guarda» para los perseguidos. Tenía alquilados nueve inmuebles en los que escondía a los judíos.

Vándor y su familia fueron acogidos en uno de ellos. Era «un piso con dos pequeñas habitaciones, una cocina, un pasillo y un minúsculo cuarto de baño» en el que vivían 52 personas, «más temerosas de las "visitas" de los soldados de las SS que de los bombardeos de los alemanes, rusos o americanos. Cuando los "hombres de negro" irrumpían en aquella vivienda para deportarnos, nuestra única esperanza era Ángel Sanz Briz. Siempre nos salvaba», le contó al periodista Álvaro Martínez en 1994.

Este superviviente recordaba el frío y el hambre que pasaban en ese piso el medio centenar de personas que lo habitaban, «pero la impaciencia de nuestros estómagos era socorrida por la Legación española, que nos proporcionaba los víveres necesarios para poder seguir subsistiendo».

«No podía permanecer inactivo»

Adela Quijano, viuda de Sanz Briz, afirmó en 1994 a este periódico que «siguiendo instrucciones del gobierno de Madrid, mi esposo se volcó de una manera especialísima en la protección del máximo número de judíos, ante el drama humano al que estaba asistiendo. Él no podía permanecer inactivo, ni siquiera cuando los protegió en edificios que, ante la falta de recursos en muchos casos, pagaba de su propio bolsillo. Después tenía que organizar toda la logística del abastecimiento de todos estos miles de personas que había tomado a su cargo. Él mismo en su coche salía en busca de alimentos, al tiempo que cuidaba al máximo su labor diplomática cerca del gobierno húngaro».

En el «guetto» de extranjeros, una veintena de bloques junto al Parlamento de Budapest, el joven diplomático mantuvo a varios miles de judíos haciéndolos pasar por sefarditas. En sus muros colocó ese cartel mágico de «Edificio anejo a la Legación de España. Edificio extraterritorial» que, según declaró el propio Sanz Briz a Federico Ysart («Los judíos en España», 1972), «tanto alivio proporcionó a muchas personas desgraciadas».

Encuentro entre Juan Carlos Sanz Briz y Eva Benatar. El padre de él salvó a más de 5.000 judíos, entre ellos a ella+ info
Encuentro entre Juan Carlos Sanz Briz y Eva Benatar. El padre de él salvó a más de 5.000 judíos, entre ellos a ella - Ángel de Antonio

El alto funcionario español logró que las autoridades dieran órdenes de no atacar las dependencias diplomáticas españolas y además de alimentos y atención sanitaria, fue procurando pasaportes españoles provisionales y cartas de protección a quienes ocultaba.

«La pesadilla para los judíos de Budapest terminó, al fin, el 13 de febrero de 1945, cuando los soldados rusos alcanzaron la ciudad. Hacinados, mal alimentados, pero vivos, pudieron observar desde las ventanas de esos nueve edificios el repliegue de las tropas nazis. Terminaba también la misión diplomática de Ángel Sanz Briz, que recibió órdenes desde Madrid de retirarse hacia Berna», escribió Álvaro Martínez.

«Conocí a mi padre gracias a Sanz Briz»

El padre de Vándor, que había sido voluntario durante la Primera Guerra Mundial, había recalado en Barcelona tras ser expulsado de Italia y haber pasado tres años en un campo de concentración de Siberia. Desde España, intentó sacar a su familia de Budapest. Tras siete años separados, la familia volvió a reunirse el 7 de enero de 1947 en Barcelona. «Conocí a mi padre cuando tenía catorce años -subrayaba este superviviente- y fue gracias a Sanz Briz. Mi familia estará eternamente agradecida tanto a él como a su mujer, Adela».

Durante años, los hermanos Vándor lucharon para que la labor de Ángel Sanz tuviera el reconocimiento que se merecía. «Para ello, aportamos la documentación necesaria para que el Gobierno de Israel le distinguiera como "Justo de las Naciones"». Para este superviviente, fue una satisfacción que el presidente de la República de Hungría, Arpad Gönzc, descubriera una placa conmemorativa en uno de esos inmuebles que alquiló Sanz Briz. Precisamente, en la casa en la que Jaime, su hermano y su madre estuvieron refugiados. Sin embargo, a la alegría de haber contribuido al homenaje que se rendía al diplomático español se unía por aquel entonces la amargura del pasado, de cuando Vándor llevaba en su abrigo una estrella amarilla. «Eso tampoco se olvida», decía.

+ info

Catedrático y poeta, Vándor fue una autoridad de las culturas alemana, húngara y hebrea. Fue durante 45 años profesor en la Universidad de Barcelona y fundó y dirigió la Biblioteca de la Comunidad Israelí de Barcelona. Sergi Doria recordó tras su muerte en 2014 que el Yad Vashem, el Museo de la Memoria del Holocausto de Jerusalén, le invitó a recoger el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.

De él escribió Mercedes Monmany que fue «un hombre, Vándor, más que nada, fundamentalmente bueno. Algo aparentemente fácil pero que, misteriosamente, a lo largo de la Historia, una y otra vez, siempre escasea. Alguien que, a pesar de los traumáticos recuerdos de su niñex, y de todo lo acaecido con los judíos en Europa, vivió siempre sin rencor ni ánimo de venganza, trabajando incansablemente por el entendimiento de judíos y cristianos».

Artículo solo para suscriptores
Ver los comentarios