Archivo ABC
Archivo

El humorista que tomó Barcelona en la Guerra Civil... y la devolvió esa misma noche

Antonio Mingote contó con detalle este insólito episodio de su vida a Antonio Astorga en su última entrevista

Summers recordó en unas viñetas la biografía de Mingote+ info
Summers recordó en unas viñetas la biografía de Mingote
Actualizado:

«¡Ya he devuelto Barcelona!», le notificó a su comandante un joven alférez requeté de la Quinta de Navarra que con los años se convertiría en uno de los genios del humor más apreciados y queridos en España. En plena Guerra Civil, Antonio Mingote tomó la ciudad, él solo, y la devolvió horas después.

Antonio Mingote+ info
Antonio Mingote

«A mí esto de Barcelona no me gusta contarlo, ¿sabe por qué? Porque he notado a veces como que alguien no se lo cree», le dijo el agudo humorista a Antonio Astorga en su última entrevista, antes de relatar con detalle su increíble historia:

«Yo vivía en Teruel cuando estalló la guerra, mi familia estaba en Teruel, cuando tomaron Teruel cogieron a mi familia y se la llevaron, a mi padre, a mi madre y a mi hermana.

Mi padre estaba en la cárcel, yo estaba en el frente; a través de la Cruz Roja me llegaba alguna carta y me contaban que mi madre vivía en Barcelona, en casa de mi tío Samuel, que tenía una casa en la calle Muntaner de Barcelona, un número alto. Porque mi abuelo, que era carlista, no se movió de Sitges. Fue respetado por todo el mundo, seguía con su cuello de pajarita, y su sombrero, y su bastón, y era respetado porque había sido maestro de veinte generaciones de sitjetanos. Pero, claro, mi tío Samuel sí era político de derechas, y se fue.

Cuando se llegó a Barcelona yo era entonces un bravo alférez provisional de la Quinta de Navarra, del Cuarto Batallón de Infantería del Regimiento de Zamora número 29, lo cual recuerdo con mucho cariño. Llegamos al Tibidabo, nos tocaba estar en el Tibidabo y ahí nos paramos. Y dijeron no, no entramos en Barcelona hasta mañana y yo me quedé porque yo sabía que ahí abajo, en el Tibidabo, la calle Muntaner es la que está en cuesta; yo sabía que en esa calle estaba mi madre, a la cual no veía desde hace dos años y pico o tres años, y probablemente mi hermana; mi padre no. Y entonces le dije al comandante Trapero: «Mi comandante, yo tengo que bajar ahí, está mi madre en esa calle, que baja ahí, en el número cuatrocientos y pico». Y él me contestó que si yo estaba loco, que cómo iba yo a entrar en Barcelona. Y yo le insistí: «Es que si yo bajo, me asomo a mi casa, veo a mi madre y me vuelvo...» Le di tanto la lata a Trapero que al final me dijo bueno, pero «que yo no me entere, si se va que yo no me entere». Yo le respondí: «Mi comandante, no se enterará».

Soldados nacionales que avanzan por caminos catalanes+ info
Soldados nacionales que avanzan por caminos catalanes - Cecilio Sánchez del Pando

Me fui a Barcelona, cogí a mi asistente, Miguel Flores, asturiano, grande, alto, de mi misma quinta, de mi edad, ¿y sabe lo que pasa?, que él ha desaparecido, no sé qué puñetas ha pasado que he intentado localizarlo, lo intentaron localizarlo en la televisión, cuando hicieron un programa sobre esto, y no ha habido manera, Miguel Flores ha desaparecido. Y, claro, esto que estoy contando lo tenéis que creer porque os lo cuento yo, pero no tengo ninguna prueba, ninguna referencia».

«Total -continuó relatando Mingote-, bajamos a pie a la calle Muntaner, llegué a la casa de mi tío Samuel, toqué a la puerta, salió una señora, le pregunté por Doña Carmen Barrachina, y me dijo que no, que ya se había ido a Sitges hacía dos o tres días. O sea, que se habían ido a Sitges. ¡Jo, a Sitges! Dije: ¡pues muchas gracias!; o sea, devolví Barcelona y me volví al Tibidabo. La gente me miraba extrañada porque me veían con uniforme. Yo me acuerdo que llevaba una pistola enorme, un pistolón que había sido de un comandante rojo, una «parabellum», una zamarra de cuero, y una boina con la estrella. Y, claro, era un uniforme que no entendían. La gente me miraba raro, pero nadie me dijo nada. Yo soldado, y mi soldado, figúrese, me miraban: «¡Pero éste qué tal!» O sea que volví, pero es mejor lo que viene a continuación, que no sé si contarle porque eso sí que es increíble. Regresé y le anuncié a mi comandante: «¡Ya he devuelto Barcelona!» Y añadí: Ahora yo le pido permiso para ir a Sitges porque mi madre está en Sitges».

Barcelona, 27 de enero de 1939. Guerra Civil Española. Soldados de Franco recogiendo las armas que los republicanos dejaron en las calles de Barcelona tras su huida, todo un símbolo del desbarajuste y desconcierto inicial.+ info
Barcelona, 27 de enero de 1939. Guerra Civil Española. Soldados de Franco recogiendo las armas que los republicanos dejaron en las calles de Barcelona tras su huida, todo un símbolo del desbarajuste y desconcierto inicial. - Félix Correia

«Tras la toma y entrega de Barcelona, fuimos en un camión hasta un puente, que estaba volado porque en la guerra se vuelan los puentes y se estropean, todo se rompe, y seguimos a pie casi cuarenta kilómetros hasta Sitges mi asistente Miguel Flores y yo. No tenía demasiado mérito porque había atravesado toda Cataluña a pie, ¡ya me contarás!, o sea que andar cuarenta kilómetros no me importaba nada, ni al otro tampoco; había andado muchos más. Y era de noche, lloviznaba, llovía, de noche, carretera adelante caminando, entonces yo no me explico, todavía no me explico, y eso me hace que no lo cuente nunca porque no se lo puede creer nadie, cómo es posible que en plena guerra civil, sitiada Barcelona, que me la había dejado atrás, entre Barcelona y Sitges, en esa carretera, no me encontrara ni un centinela, ni un guardia, ni una patrulla, nada, nada, no había nadie, lloviznaba eso sí, hacía frío, y cómo es posible que yo llegara a Sitges sin tropezar con nadie. Imagínese lo que hubiera sido que me encontrara a alguien y que me preguntara: "¿Tú a dónde vas? ¿Estás loco?". Yo le habría respondido: "A Sitges, a ver a mi madre"».

«Total -continuó Mingote- llegué a Sitges, estaba ya casi amaneciendo, llegamos mi asistente y yo. Sabía que mi tío Samuel vivía en la calle de San Pedro, lo que pasa es que no me acordaba del número, había un sereno, y le pregunté: «Oiga, ¿dónde está la casa de don Esteban Barrachina?» Y me dijo: Esta mañana lo hemos enterrado. Digo, pero, «¿cómo que lo hemos enterrado?» «¿A mi abuelo?» Mi abuelo se había muerto. Luego me enteré de que, como había sido carlista, Franco había hecho carlistas a todos los veteranos de la guerra carlista, los había hecho tenientes, y entonces unos requetés de Sitges, de Barcelona, de dónde fuera, le llevaron una boina roja a mi abuelo con las estrellas de teniente, se la puso y fue a una misa de campaña, la primera que se celebraba después, hacía frío, llovía, se enfrió y se murió. Entonces llegué a la casa de mi tío Samuel, era un caserón con una puerta grande de madera, toqué en la aldaba, hice «pon pon pon...» y oí una voz adentro que decía: «¡Mi hijo!». Y era mi madre la que gritó, bajó, me abrió la puerta, y era ella, mi madre. Me da mucho miedo contar estas cosas porque somos un país muy poco dado a participar en las emociones del otro, somos un país muy duro, muy raro, muy poco solidario, muy individualista -¡este gilipollas qué se ha creído!-, y entonces me da mucho miedo contar estas cosas».

Barcelona, 26 de enero de 1939. Guerra Civil Española. Las tropas nacionales entraban en Barcelona y junto a los soldados vencedores, una alegre multitud recorría las calles de la ciudad festejando el fin de la lucha .+ info
Barcelona, 26 de enero de 1939. Guerra Civil Española. Las tropas nacionales entraban en Barcelona y junto a los soldados vencedores, una alegre multitud recorría las calles de la ciudad festejando el fin de la lucha . - Josep Brangulí

«Volví al Regimiento, al batallón, y ya habían tomado Barcelona, yo no tomé Barcelona, lo hizo mi batallón. Yo estaba en Sitges y cuando me incorporé ya habían tenido un encontronazo y había habido muchas bajas. Y entonces desde ahí hasta la frontera ya no pasó nada, ya fue un paseo. Pero yo me tragué todo Cataluña, desde Lérida. ¿Usted sabe lo que es la emoción, de repente, una mañana estar durmiendo, era en enero, esto pasaba en enero, despertarte y ver Montserrat, lejos, pero lo vi. ¿Usted sabe lo que es eso?», finalizó Mingote.

El genial dibujante, que no faltó a su cita cada día con los lectores de ABC y Blanco y Negro durante más de 50 años, se había alistado como requeté, siguiendo la tradición familiar, y aunque recordaba con cariño sus años de militar solía decir que «una guerra es horrorosa» y «una guerra civil es lo más horroroso del mundo».

Ver los comentarios