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El día que los habitantes de Leningrado decidieron ‘enterrar’ a Lenin en contra de los comunistas

En junio de 1991, las autoridades preguntaron a la población de la segunda ciudad más grande de la URSS si quería cambiarle el nombre en honor al fundador del Estado soviético y la sorpresa fue mayúscula, a pesar de la dura defensa de Gorbachov

Lenin, en un dibujo de la época , durante un discurso ante los soldados del Ejército soviético+ info
Lenin, en un dibujo de la época , durante un discurso ante los soldados del Ejército soviético - ARCHIVO ABC
Israel Viana
MadridActualizado:

La URSS ni siquiera había dejado de existir cuando los habitantes de Leningrado le dieron la espalda al hombre que había fundado el Estado soviético. Faltaban todavía seis meses para que el Soviet Supremo reconociera la extinción del gigante comunista, que se produciría el día de Navidad de 1991, pero sus súbditos creían que ya iba siendo hora de pasar página y olvidarse de sus principales líderes, los mismos a los que habían homenajeado, durante tres cuartos de siglo, bautizando con sus nombres a las principales ciudades del país.

Reportaje sobre la votación del cambio de nombre de Leningrado+ info
Reportaje sobre la votación del cambio de nombre de Leningrado - ARCHIVO ABC

En la Perestroika –aquel periodo de apertura y reformas al que se vio sometida la URSS en sus últimos años de vida– otras poblaciones habían recuperado ya su antigua denominación.

Por ejemplo, Gorki, llamada así en recuerdo del escritor más comprometido con la revolución de octubre de 1917, que había vuelto a ser Nizhni Nóvgorod poco antes. Sin embargo, Leningrado y Lenin eran otro cantar, dos de los símbolos más importantes de la dictadura comunista durante más de siete décadas que parecía que jamás se podrían tocar.

Leningrado era la segunda ciudad más grande de la Unión Soviética, con cinco millones de habitantes y un gran significado para la historia del país. Era la ciudad que había resistido el asedio de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, a pesar de acabar con la mitad de sus tres millones de habitantes en solo dos años y cinco meses. Lenin, por su parte, era la figura soviética por excelencia, como demostraba el hecho de que su efigie presidía la mayoría de las plazas y edificios oficiales en todos los pueblos y ciudades de la URSS. Su cuerpo embalsamado todavía yace en un mausoleo de la Plaza Roja de Moscú y es visitado por millones de personas cada año.

Lenin, en 1918+ info
Lenin, en 1918 - ARCHIVO ABC

El mito de Lenin

El 14 de junio de 1991, sin embargo, ABC publicaba un amplio reportaje bajo el titular de ‘San Petersburgo: la historia vuelve sobre sus pasos’. En él se informaba del referéndum que se había realizado entre los vecinos de Leningrado para cambiar el nombre a la ciudad. El resultado fue del 56% a favor, algo impensable dos o tres años antes. «La votación del miércoles constituye la primera declaración popular que pone en cuestión el mito de Lenin. Algunas estatuas ya han sido derribadas en distintas partes del régimen comunista», contaba el corresponsal de este periódico.

Segunda parte del reportaje sobre San Petersburgo - ARCHIVO ABC

El cambio se gestó a pesar de los medios de comunicación comunistas, que lanzaron una campaña muy agresiva en contra de la medida. El diario ‘Pravda’ creó una sección titulada ‘Salvar a Leningrado’, en la que recogía innumerables cartas de los lectores que expresaban su escándalo por la profanación de «la ciudad que simboliza el amor y la valentía». El Partido Comunista hizo un llamamiento a «no permitir que se borre el nombre del gran Leningrado y a no permitir ese ultraje». El propio presidente del Gobierno, Mijail Gorbachov, salió en defensa del antiguo líder soviético: «Esta gran ciudad lleva el nombre de un gran hombre y de un gran pensador de nuestro siglo. No hay razones políticas ni morales para cambiarlo».

Los comunistas, que vivían sus últimos meses de gloria, no dejaron de recordar el bloqueo que la metrópoli sufrió durante 900 días entre 1941 y 1944, así como la actitud heroica de los combatientes soviéticos contra los nazis al defender la ciudad bajo ese nombre. Un infierno para sus habitantes que la superviviente Zina Generalo recordaba así: «Los alemanes rodearon la ciudad y no hubo forma de salir. Mi esposo se puso muy pálido por el hambre, casi azul. No podía moverse. Una mujer me dijo: ‘Tu hijo morirá, dale toda la comida a tu esposo y sálvalo. Si él sobrevive, podrás tener otro bebe’. Le hice caso, pero mi hijo comenzó a llorar y decidí volver a darle la comida que le pertenecía. La gente estaba tan débil que, cuando se caían, ya no podían levantarse otra vez. Yo también estaba cada vez más débil, me estaba muriendo».

«A pesar de ello, los partidarios del cambio respondieron que fue peor la batalla de Stalingrado y luego no le crujieron los dientes a nadie cuando volvió a llamarse Volgogrado», explicaba ABC. En el caso de Leningrado, se barajó también la denominación de Petrogrado, la cual era preferida por mucha gente porque en lengua eslava sonaba mejor que la voz germanizada de San Petersburgo, pero fue esta última la que se impuso. «El llamamiento del Patriarca Ortodoxo de Rusia, Alexis II, en favor de San Petersburgo ha tenido una gran influencia en el resultado de la votación», añadía.

Se calculó entonces que cambiar todas las indicaciones, membretes, placas y demás simbología sobre Leningrado llevaría diez años, aunque el Ayuntamiento de la ciudad tardó poco en desempolvar las viejas enseñas: dos anclas cruzadas sobre un cetro y la bandera blanca, roja y azul de Rusia. Ni rastro de la hoz y el martillo.

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