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Gorki, el escritor marxista que se enfrentó a los «crímenes» de Lenin en las páginas de ABC

El gran autor ruso identificado con el movimiento revolucionario y considerado como una de las figuras más importantes de la cultura de la Unión Soviética, fue también crítico con los excesos de la Revolución de 1917 y la guerra civil

Máximo Gorki, junto a Stalin, en una imagen de 1925
Máximo Gorki, junto a Stalin, en una imagen de 1925 - ABC
Israel Viana
MadridActualizado:

«Hace poco tiempo alguien escribió en cierto diario: ‘Gorki se ha vendido a los alemanes; Gorki ha traicionado a Rusia’. Hace pocos días fui acusado también públicamente de haberme vendido a los ‘cadetes’ [estudiantes de las escuelas militares de la Rusia Imperial], mientras que hoy los diarios rusos afirman que todos mis esfuerzos tienden a traicionar a los obreros. Tales acusaciones, antes que aterrorizarme, me dejan completamente frío, pues de querer dar crédito a los acusadores tendríamos que creer que Rusia está habitada solo por hombres que no piensan en nada más que en hacer traición a su Patria».

Quién así se quejaba en las páginas de ABC, el 3 de marzo de 1918, era Máximo Gorki, fundador del movimiento literario del realismo socialista, cuyo objetivo era promover la conciencia de clase y el conocimiento de los problemas sociales de los obreros.

Esta corriente sería más tarde impuesta oficialmente por la Unión Soviética, sobre todo, en los años más terribles de Stalin. Por eso es difícil pensar que el célebre escritor ruso fuera sospechoso de traicionar los principios de la Revolución… aunque fue eso de lo que se le acusó durante aquellos años.

«¿No pensáis, compatriotas, que al echarnos en cara mutuamente tales atroces acusaciones, todos los que hemos nacido y vivimos en este país quedamos sentados en el banco de los acusados? Es verdaderamente ridículo que los obreros rusos, los cuales han dado pruebas de tener dos deditos de frente, vean en mí al enemigo de la clase obrera, que según mi más firme convicción representa la fuerza cultural más importante en nuestra desgraciada Rusia. Esa clase obrera a la cual deseo, con toda la fuerza de mi alma, su desarrollo y su bienestar», se defendía el escritor a continuación.

El eterno candidato al Nobel

Gorki, sin embargo, no era una figura cualquiera, sino un escritor nominado cinco veces al Premio Nobel de Literatura que alcanzó una gran notoriedad con novelas como ‘Los bajos fondos’ (1902) y ‘La madre’ (1907). Un intelectual amigo, en principio, de los líderes de la Revolución rusa y de escritores como Antón Chéjov y un León Tolstói cuya hija también criticaría el totalitarismo soviético en la década de 1930, mediante una carta enviada a este mismo diario: «¿Es posible que todavía haya quien crea que la sangrienta dictadura de unos cuantos hombres destructores de la cultura, la religión y la moral pueda llamarse socialismo?», se preguntaba.

Lenin, en un discurso de 1917
Lenin, en un discurso de 1917 - ABC

Aunque Gorki se opuso públicamente al régimen zarista y, durante un tiempo, se le asoció estrechamente con Vladímir Lenin y los bolcheviques, fueron estos quienes precisamente cargaron contra él en las habituales purgas que se llevaron a cabo durante los años de la Revolución rusa y posteriores. Él no dudo en arremeter contra ellos, como demuestra en el artículo de ABC publicado en marzo de 1917:

«Los comisarios del pueblo acogen con estruendosa carcajada mis confesiones, pero no importa: no por eso he de callar, la verdad. Lo repito: amo a Rusia con todas sus miserias y tristezas… y al pensar que la revolución nos da la posibilidad de trabajar ‘libremente’, mi corazón se hincha de orgullo y esperanza, a pesar de la nubes de sangre y de alcohol que fluctúan en el firmamento de mi adorada Patria [...]. Los reformadores del Instituto Smolny, sin embargo, poco se preocupan de Rusia, y con una sangre fría que causa espanto, van martirizando a la pobre Patria», arremetía contra aquella sede que, a principios de año, Lenin había elegido como cuartel general de los bolchevique durante la revolución y como su residencia hasta que trasladó su gobierno al Kremlin.

Contra la violencia de la Revolución

Gorki, un marxista convencido y defensor de los principios revolucionarios, criticaba en su texto la forma violenta en que estos se estaban llevando a la práctica y los excesos que se estaban perpetrando durante la guerra civil. El invierno entre 1916 y 1917 había sido el más duro. Como explica Catherine Merridale en su libro ‘El tren de Lenin’ (Crítica, 2017), al amanecer del primer día de 1917, la Policía de Petrogrado halló en un río helado el cuerpo mutilado de Rasputín, consejero privado del Zar y de la zarina Alejandra.

El escritor no se equivocaba, porque apenas una semana después de la publicación de este artículo, la insurrección desembocó en la creación del famoso Sóviet de Petrogrado, cuya sede en el palacio de Potemkin sirvió de prisión para miles de soldados y funcionarios, muchos de ellos ancianos, todavía afines al Zar. Y los muertos ya se contaban por miles. «La revolución social en Rusia es, en las actuales circunstancias, una locura. Es más, un crimen, pues es imposible convertir en un santiamén al 85 por 100 de los campesinos en verdaderos socialistas. Los comisarios del pueblo están exterminando a los obreros sin tener en cuenta que, una vez desaparecidos estos, habrá desaparecido también la mejor fuerza de la nación», escribía Gorki.

Durante la Primera Guerra Mundial, el apartamento de Gorki en Petrogrado se había convertido en punto de encuentro de profesores bolcheviques, pero cuando su periódico ‘Nóvaya Zhizn’ (‘Nueva vida’) comenzó a ser censurado por la autocrítica que vertía en sus páginas sobre el movimiento, todo cambió. Poco después del artículo de ABC, publicó una colección de ensayos críticos contra los bolcheviques en los que llamaba a Lenin tirano por sus detenciones sin sentido y por la represión que estaba llevando a cabo. «Es un maldito de sangre fría que no ahorra ni el honor ni la vida del proletariado», aseguró.​

«La Revolución no necesita historiadores»

Se cuenta que en una ocasión le apeló a Lenin que, al menos, salvara al gran escritor Nicolás Mijáilovich, pero que el líder bolchevique le respondió: «La Revolución no necesita historiadores». En agosto de 1921, Nikolái Gumiliov, su amigo y compañero escritor, fue arrestado en Petrogrado por sus puntos de vista monárquicos. Gorki fue a Moscú para intentar conseguir la orden de su liberación, pero a su regreso se enteró de que ya había sido ejecutado.

El autor de ‘La madre’ acabó yéndose al exilio, donde pasó muchos años hasta que, en 1932, ya muerto Lenin, Stalin lo invitó personalmente a volver para siempre y aceptó la oferta. El regreso del escritor de la Italia fascista fue considerado como una gran victoria de la propaganda soviética. Fue, incluso, condecorado por el genocida, que le llegó a premiar con una gran mansión en Moscú en la que vivió hasta su muerte en 1936. Sus críticas a la revolución quedaron olvidadas.

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