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Así fue el golpe de Estado de Brasil que Bolsonaro añora: «Su error fue torturar y no matar»

El actual presidente brasileño ha mostrado sus simpatías por el régimen militar que gobernó su país durante dos décadas con secuestros, torturas y asesinatos de opositores, a pesar de que él asegura que «es mentira que fuera una dictadura»

La Policía persigue a un opositor al golpe de Estado de 1964 en Brasil
La Policía persigue a un opositor al golpe de Estado de 1964 en Brasil
Israel Viana
MadridActualizado:

Hace un año, el escritor brasileño Walter Barretto Jr. publicó el libro ‘Bolsonaro y sus seguidores: 1560 frases’. «Mi idea es que el ciudadano que lo compre les lea unas cuantas de estas ‘perlas’ a sus amigos y familiares para que vean el error que cometieron al votarle y evitar que lo repitan», explicó el autor a ‘XL Semanal’. Hasta ahora, su objetivo se ha cumplido solo parcialmente, después de que este domingo Lula da Silva haya ganado la primera vuelta de las elecciones de Brasil con un 48% de los votos. El actual presidente obtuvo un 44%, por lo que aún sueña con ser reelegido en la segunda vuelta, que se celebrará el 30 de octubre.

No son pocas las posibilidades que Jair Bolsonaro tiene de volver a ser presidente, a pesar de las polémicas declaraciones que ha soltado en los últimos años

, desde que anunció su intención de presentarse por primera vez a las elecciones generales celebradas en octubre de 2018. Por poner solo un ejemplo: «Si veo a dos hombres besándose en plena calle les golpeo», «si te vacunas y te conviertes en caimán, tú mismo», «si a los más pobres les das subsidios terminan teniendo más hijos», «tienes una cara de homosexual que no puedes con ella [a un periodista]», «cuando era un congresista soltero, me gastaba las dietas en follar», «si fuera por el Partido de los Trabajadores [de Lula da Silva], la pedofilia pronto dejaría de ser delito» o «todo el mundo tiene que morir algún día», en referencia al Covid.

Sin embargo, los comentarios que más ampollas levantaron entre la mayoría de la población brasileña son aquellas en las que este excapitán del Ejército de extrema derecha parecía legitimar o mostraba sus simpatías por el golpe de Estados de 1964 que dio paso a dos décadas de dictadura militar. En un primer momento aseguró que «es mentira que fuera una dictadura», aunque ya había declarado en 2016, cuando era diputado federal y sin ningún tipo de pudor, que «el error de la dictadura fue torturar y no matar a sus adversarios».

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La conmemoración del golpe de Estado

Bolsonaro fue más allá hace dos años, cuando la Fiscalía brasileña repudió su intentó de «conmemorar» la sublevación militar de 1964 y le recordó que «festejar un golpe de Estado» era «incompatible con el Estado de Derecho». El Ministerio Público Federal (MPF), a través de la Procuraduría de los Derechos del Ciudadano, subrayó también en un comunicado que aquel levantamiento, «supuso, sin ninguna posibilidad de duda o de revisionismo histórico, una ruptura violenta y antidemocrática del orden constitucional».

La Fiscalía destacó asimismo que la asonada del 64 «dio origen a un régimen de restricción a los derechos fundamentales y de represión violenta y sistemática a la disidencia política», y recordó que el apoyo de un presidente de la República puede suponer un «crimen de responsabilidad», según lo establecido en el artículo 85 de la Constitución. Y es que Bolsonaro sigue empeñado en blanquear la historia de lo ocurrido hace casi sesenta años, calificándolo de «revolución» o «contrarrevolución», en vez de «golpe de Estado», a pesar de haber recibido ya por sus exabruptos tres condenas judiciales y 30 peticiones de inhabilitación.

El golpe de Estado de Brasil hay que entenderlo dentro del contexto de la Guerra Fría. Hacía solo dos y tres años que se había producido la crisis de los misiles de Cuba y se había construido el Muro de Berlín, respectivamente. Estos dos episodios habían intensificado la lucha entre Estados Unidos y la Unión Soviética en la escena internacional. En este sentido, a nivel interno, algunos militares y sectores conservadores estaban preocupados por el ascenso de ciertos grupos comunistas o socialistas desde la llegada al poder de Joao Goulart en 1961, a lo que se sumó la crisis económica heredada del gobierno de Juscelino Kubitschek.

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Nueva constitución

En 1958, Kubitschek había tenido que entablar negociaciones con el FMI para recibir un préstamo de Estados Unidos de 300 millones de dólares, pero finalmente, el presidente rechazó las condiciones impuestas por el organismo y prescindió del dinero. Aquella decisión le valió una gran popularidad, pero la situación económica del país siguió siendo débil. Durante los tres años de legislatura de su sucesor, ‘Jango’, como se conocía popularmente a Goulart, se produjo un aumento de la inestabilidad social y política del país, con una inflación cada vez más elevada y unas diferencias con la oposición derechista cada vez más grande.

Para la mayoría de los mandos del Ejército era importante forzar al presidente a renunciar a su plan de reformas y a purgar a los miembros de su administración que fueran más de izquierdas. Goulart no cedió a las presiones y, aunque ya vislumbraba en el horizonte la posibilidad de una sublevación, todavía confiaba en la lealtad de un grupo de oficiales que habían sido ascendidos por él a puestos de poder dentro del estamento militar. También creía que sus partidarios ofrecerían resistencia armada en el caso de que se produjera el golpe de Estado, así que siguió con sus políticas.

El presidente firmó un decreto de expropiación de refinerías de petróleo y de una serie de tierras de propiedad privada en marzo de 1964. Después pidió una nueva constitución, lo que generó una reacción de las fuerzas conservadoras, que organizaron la llamada ‘Marcha de la Familia con Dios por la Libertad’ en varias ciudades de Brasil. Los sucesos se precipitaban a una velocidad de vértigo y una asamblea de marineros que reclamaban una subida de sueldo produjo la ruptura casi total de Goulart con la jerarquía militar. El presidente respondió con la detención de los líderes de la protesta, a los que igualmente liberó pocos días después.

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Discursos finales

Pocos días antes del golpe de estado, ‘Jango’ dio un discurso ante cerca de 200.000 personas, conocido como el ‘Comicio de la Central’ o ‘Comicio de las Reformas’, que fue interpretado directamente como una declaración de guerra contra el Ejército. El 30 de marzo, el presidente realizó una nueva declaración improvisada en el Club del Automóvil de Río de Janeiro ante un grupo de sargentos en la que pide el apoyo de los militares para sus reformas. Esto provocó que los militares rebeldes dieran el golpe de Estado un día después.

Por la noche del 31 de marzo, el general Olímpio Mourão Filho, jefe de la guarnición de Minas Gerais, inició la revuelta avanzando con sus tropas hacia Río de Janeiro, la ciudad donde se hallaba todavía el presidente. Ese mismo día, la embajada de Estados Unidos empezó la conocida como ‘Operación Brother Sam’, cuyo objetivo era asegurar que el golpe de Estado tuviera éxito. Curiosamente, tres meses y medio antes del golpe, el embajador Lincoln Gordon ya había manifestado su rechazo a las políticas de Goulart y enviado a la Casa Blanca un informe titulado ‘Plan de Contingencia para Brasil’, en el que había detallado la influencia del comunismo soviético provocaría una grave revuelta de la izquierda en el país.

Apoyado en la sombra por Washington, el mismo día 31 el general Amaury Kruel llamó por teléfono a Goulart para exigirle que dimitiera y expulsara a sus asesores de izquierda, pero este se negó. A continuación le retó con las siguientes palabras: «General, usted debe aferrarse a sus convicciones. Ponga sus tropas en la calle y traicióneme públicamente». En ese momento, las tropas de Sao Paulo que todavía le eran leales, se unieron al golpe y no le quedó más remedio que huir a Brasilia para intentar obtener el apoyo del Parlamento.

Sin embargo, uno de los diputados, Auro Moura Andrade, declaró vacante la presidencia. Ante esta situación, Goulart se trasladó a su estado natal, Río Grande do Sur, porque las Fuerzas Armadas de allí aún le eran leales, pero viendo que ya no podía hacer nada, decidió rendirse y evitar una guerra civil entre los brasileños. Entonces se refugió en su hacienda familiar, situada en la frontera con Uruguay, donde fue testigo del triunfó definitivo del golpe.

Ningún colectivo dentro del Ejército mostró resistencia y Goulart acabó cruzando la frontera el 4 de abril. Las principales ciudades fueron ocupadas por soldados armados, tanques. En Río de Janeiro, la sede del sindicato de la UNE (Unión Nacional de Estudiantes) fue incendiada y el resto de asociaciones que apoyaban a Goulart, asaltadas por los militares. El Congreso, bajo la presión de estos, designaron al general Humberto de Alencar Castelo Branco como presidente de Brasil el 15 de abril, iniciándose una de la etapas más oscuras de la historia del país, que en la década de 1970 vio como se endurecía el aparato represivo con secuestros, cárceles privadas, torturas, asesinatos y ocultación de cadáveres.

Según el libro ‘Derecho a la memoria y a la verdad’, publicado después por el Gobierno de Lula da Silva, 475 personas murieron o desaparecieron por motivos políticos en aquellos años.

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