Gambito del franquismo
Arturo Pomar fue un «niño prodigio» que ganó siete títulos nacionales de ajedrez. Utilizado por el régimen de Franco, si no llegó más lejos fue por falta de ayudas
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Con apenas 12 años, Arturo Pomar ya era noticia en España. «Las partidas del Campeonato nacional de Ajedrez, que están jugándose en Madrid, han destacado una figura meritísima que pronto se ha hecho popular y que por de contado ha servido como la mejor propaganda -y la más ingenua- de que nunca se haya beneficiado el juego. El caso, que al principio pudo parecer casual, luego extraordinario y ahora asombroso, el dominio, la inteligencia, la serenidad y hasta la originalidad de este ajedrecista diminito que se llama Arturito Pomar, queda tan fuera de lo vulgar que todo el mundo ha comprendido y ha elogiado el gesto de la Delegación Nacional de Deportes, adelantándose a ofrecer a la Federación de Ajedrez una beca para que el pequeño mallorquín pueda cultivar su inteligencia sin menoscabo de seguir jugando y progresando como consumado jugador de ajedrez», decía la primera información que publicó ABC sobre este «niño prodigio» que electrizó al público en 1943 y se convirtió en una leyenda del ajedrez. Ganó hasta en siete ocasiones el campeonato de España.
La primera, a los 14 años.
Nacido en Palma de Mallorca el 1 de septiembre de 1931, Arturito había aprendido a jugar con su padre, con solo 5 años. Apenas una década después alcanzaría la fama mundial tras hacer tablas en el torneo internacional de Gijón con el entonces campeón del mundo, Alexander Alekhine, que le felicitó.
«Si hubiera nacido en la Unión Soviética, sería aspirante al título», llegó a decir de él Alexander Kotov.
En enero de 1946, hace justo 75 años, Arturito Pomar viajó a Londres para participar en el torneo internacional organizado por el «Sunday Chronicle» junto a otro gran campeón español, Antonio Medina. Antes de partir, el niño decía en una entrevista en ABC: «En cada partida juego como me parece que debo combatir al contrario, sin previamente discurrir ésta o la otra táctica (...) Cuando juego, yo no me fijo en los que me miran: muevo las piezas después de tratar de alcanzar lo que el contrario intenta. Lo que me sucede, a veces, es que me impaciento...».
+ infoEn la capital británica no se hablaba de otra cosa en aquellos días que del Campeonato mundial de ajedrez, contaba Cristóbal de Castro. «En el concurso de gigantes, ante Berstein, Goliat ruso-francés, adelanta su peón táctico Arturito Pomar, "el David español". Miles de espectadores se apretujan por verlo jugar desde todos los rincones de la galería. Todas las miradas sobre él: curiosidad y simpatía. Y él, sobre todas las miradas: serenidad y firmeza (...) Hondo silencio de los jugadores, con entrecejo ante las piezas, y de los curiosos, con lápiz en ristre ante las jugadas... De repente, el Goliat ruso-francés se levanta y saluda en reverencia de vencido al triunfal "David español". Estalla una ovación formidable. Bernstein se dispone a salir. Arturito Pomar le tiende hidalgadamente la mano... Pero como el ruso-francés es un gigante, el muchacho español se empina, se empina, como España...».
+ infoNumerosos aficionados y más de un centenar de compañeros de colegio de Arturito le recibieron entusiasmados en el aeropuerto de Barajas a su regreso. El alcalde de Madrid, Alcocer le impuso la Medalla Deportiva, creada por el Ayuntamiento, y el delegado nacional de Deportes, teniente general Moscardó, recibió a Pomar y a Medina en el Palacio de Oriente tras su brillante actuación en Inglaterra. Incluso Franco quiso recibirle en su residencia de El Pardo solo unos meses después.
+ info«Tanto talento no pasó inadvertido y pronto empezó a ser utilizado por el régimen con ayuda del No-Do y otros medios de comunicación», contaba Federico Marín Bellón.
«Un niño que gana a los hombres»
En julio de aquel mismo año ganaba su primer campeonato de España de ajedrez y Francisco de Cossío mostraba en las páginas de ABC su admiración por este niño que jugaba como un viejo. «He aquí un caso que maravillará al mundo. He aquí una propaganda viva de nuestras posibilidades humanas. Un niño que gana a los hombres».
Después llegarían otros seis campeonatos, su triunfo en el Abierto de Estados Unidos en 1953 o una medalla de bronce en la Olimpiada de Leipzig (1960), de las doce que disputó. En 1962 alcanzó la categoría de Gran Maestro, la más alta que concede la Federación Internacional, y en 1967 apareció en el puesto 40 de la lista de la FIDE.
+ infoPero no pudo vivir del ajedrez. Él mismo lo contó a Manuel Menéndez-Chacón en una entrevista en 1957, cuando buscaba un empleo que le permitiera compaginar su trabajo con el juego. «Aquí, en España, no se puede vivir como profesional de ajedrez. En otros países sí. Los eslavos, Estados Unidos, Argentina...».
Conforme pasaron los años y el «niño prodigio» creció, la fama de Arturo Pomar se fue diluyendo y acabó siendo abandonado por los mismos que lo utilizaron. «Como funcionario de Correos, tenía que pedir excedencias sin sueldo para asistir a los torneos internacionales, a los que asistía sin ayuda económica ni técnica. Por todo ello, nunca entrenó lo necesario», subrayó Marín Bellón.
+ infoAun así, llegó a ganar a algunos de los mejores de su tiempo y logró quedar en tablas con Bobby Fischer en Estocolmo en 1962.
Para el escritor Paco Cerdà, autor de «El peón», Pomar y Fischer «son la némesis, dos contraposiciones muy definidas». Si el norteamericano representaba la «ambición, la arrogancia y la dificultad para encajar en la sociedad», Pomar mostraba el «conformismo, la resignación y la humidad». Al final, resumió a la periodista Irene Medina, ambos no fueron tan distintos y «estuvieron al servicio de sus regímenes con una finalidad política y propagandística».