El extravagante secreto de la minifalda
Un profesor de la escuela de negocios Wharton defendía la existencia de una relación directa entre el largo de la falda y la economía

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El profesor George Taylor, economista de la escuela de negocios Wharton en la Universidad de Pennsylvania, desarrolló en 1926 un indicador económico para medir el desarrollo que es uno de los más originales jamás creados, el «hemline index» o «indicador del largo de falda».
Según este índice, cuando las faldas se acortan, sube la economía y al revés, cuando se alargan los bajos la economía entra en recesión.
Lo cierto es que en los años del «charleston», con las faldas por la rodilla, se vivió una buena época para la economía. En cambio, los años treinta vieron cómo las faldas bajaban y el mundo entró en crisis. Los años sesenta, los de la minifalda que presentó por primera vez Mary Quant el 10 de julio de 1964, vieron unos crecimientos económicos inusitados mientras que en los setenta se volvieron a alargar las faldas y a principios de los ochenta se redujeron.
No es el del largo de la falda el único indicador económico extravagante. Hace algunos años se desarrolló el de la venta de pintalabios. Según este marcador, en tiempos de crisis aumentaría su consumo.
Subyace en los dos indicadores la idea de que las personas, en tiempos de crisis, se conforman con los lujos menores al no poder acceder a los mayores.
Hay otros muchos indicadores más relevantes como el consumo de cemento, las matriculaciones de vehículos, la contratación de hipotecas o el gasto en alimentación. Pero estos indicadores que pretenden predecir el futuro basándose en el precio de una hamburguesa, el largo de las faldas o el consumo de pintalabios se parecen demasiado a lo que hacían los augures desentrañando el futuro revolviendo las entrañas de las aves. Aunque, eso sí, al menos son mucho más limpios.