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La odisea de 20 alemanes que se fugaron de España para volver a combatir en la Primera Guerra Mundial

Pese a estar internados en Pamplona y Alcalá de Henares, compraron un velero y lograron huir desde Vigo

Los alemanes en la Universidad de Zaragoza. Una de las seis clases de idioma español, creadas por acuerdo del claustro universitario, para los alemanes internados de Camarones (Camerún)+ info
Los alemanes en la Universidad de Zaragoza. Una de las seis clases de idioma español, creadas por acuerdo del claustro universitario, para los alemanes internados de Camarones (Camerún) - Aurelio Grasa
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«Si las fuerzas alemanas, en sus repliegues, invaden nuestro territorio de Guinea, no creo se habrán de resistir a ser internados y desarmados», avisó el ministro de la Guerra, general Agustín Luque, el 23 de enero de 1916. El asalto aliado a la colonia alemana del Camerún durante la Primera Guerra Mundial estaba empujando a las soldados germanos a refugiarse en el territorio neutral español de Guinea y la situación diplomática se estaba complicando por momentos. «Desde que comenzó el conflicto, nunca se había acercado tanto la guerra a territorio español», subraya el historiador Carlos A. Font, autor del trabajo « El internamiento de las tropas alemanas del Camerún en la Guinea Española (1916), publicado en la Revista de Historia Militar.

Ese mismo 23 de enero, ABC informaba de que había alemanes que «habían logrado penetrar aisladamente en la Guinea española, donde levantaron campamentos, en los que hoy se hallan refugiados los restos del derrotado Ejército alemán». En la prensa francesa se alertaba de que se habían dirigido «diversas comunicaciones al Gobierno de Madrid participándole que en caso de que las autoridades españolas no dispongan de medios suficientes para hacer respetar su neutralidad a las tropas fugitivas alemanas los franco-ingleses se verán en la necesidad de penetrar en territorio español en persecución del enemigo».

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La política humanitaria que había llevado a cabo España durante la Gran Guerra, alentada por el propio Alfonso XIII, se pondría a prueba en aquellos días en ese lejano rincón del África Ecuatorial. Font estima que solo en febrero de 1916 pasaron a territorio español de Guinea desde Camerún 95 oficiales, 480 europeos, 7.000 soldados indígenas (askaris), 400 funcionarios o colonos, 11.000 mujeres y niños y unos 20.000-30.000 porteadores.

A pesar de su precipitada retirada, el historiador remarca que los alemanes «tuvieron el gesto, al cruzar la frontera de colgar en un árbol un documento para sus enemigos que dejaba constancia de que entraban en territorio neutral y abandonaban las hostilidades». Ya en Guinea, los fugitivos se presentaron oficialmente ante las autoridades españolas y entregaron sus armas.

En la colonia española se improvisó como se pudo la acogida a la masa de refugiados, pero no se disponía de recursos para alojar y alimentar a tantos. Tras meses de caos, hambre y enfermedades, los internados fueron llevados a la isla de Fernando Poo (la actual Bioko). Desde Santa Isabel, el corresponsal de ABC José Vicent contaba en abril de 1916 que en apenas mes y medio había llegado a la capital de la isla todos los alemanes y los soldados indígenas con sus familias. En total, unas 20.000 personas, cuyo alojamiento y manutención también creó allí serios problemas.

En la estación del Mediodía, en Madrid. Llegada de unos de los trenes que trajeron a los alemanes de Camerún el 3 de mayo de 1916. En el ángulo superior derecho, grupo de señoritas alemanas que los obsequiaron con flores+ info
En la estación del Mediodía, en Madrid. Llegada de unos de los trenes que trajeron a los alemanes de Camerún el 3 de mayo de 1916. En el ángulo superior derecho, grupo de señoritas alemanas que los obsequiaron con flores - Julio Duque

Tras arduas negociaciones con los países aliados, los soldados alemanes fueron posteriormente trasladados a la Península. Así lo contaba ABC el 5 de mayo: «Han pisado ya el suelo español los centenares de alemanes a quienes el infortunio ha impedido seguir viviendo en la tierra africana que pertenecía al pabellón germano y que se acogen confiados a nuestra bandera. No son combatientes, sino refugiados; depusieron sus armas y España, con un deber de neutral que a la vez es deber sagrado de civilización y de humanidad, les garantiza el asilo a cambio de condicionarles la libertad, según los principios jurídicos internacionales. No son por tanto, extranjeros de la misma libre condición que gozan los que residen desde antes de la guerra en España o los que después llegaron aquí sin proceder de la lucha. Y precisamente por esa circunstancia, que no les iguala al prisionero, pero les separa del súbdito libre, merecen una singular acogida de respeto y de consideración, exactamente lo mismo que la merecerían los franceses, inglesas, belgas, etc, a quienes la adversidad les trajera al mismo caso. Debemos pensar lo que estimaríamos esa acogida si la fatalidad hubiera colocado en tan amargo trance a un puñado de españoles».

Los «alemanes internados», como se les llamaba en la prensa, fueron repartidos en varias ciudades españolas hasta el final de la guerra. Se les trasladó a Alcalá de Henares, Pamplona y Zaragoza, tres destinos alejados de la costa para evitar que huyeran y volvieran a participar en la contienda. Un puñado de ellos, sin embargo, protagonizó una insólita fuga.

Huida desde Vigo

«Se ha sabido estos días -y El Liberal ha dado una primera referencia de ello- que algunos oficiales alemanes de los internados en España lograron salir de nuestra Península a primeros de octubre y treinta días más tarde cayeron en manos de las autoridades marítimas de Inglaterra», informaba ABC en enero de 1917. El promotor de la evasión, según dicha nota, había sido el teniente (reservista) Koch, enviado a Pamplona y que con salvoconducto solía hacer alguna excursión. «Por medio del vicecónsul de Vigo se puso al habla con los tripulantes de un barco alemán refugiado, los cuales le indicaron la adquisición de un velero español, el "Virgen del Socorro"».

En Alcalá de Henares. Aspecto de la plaza de la estación A la Llegada del tren que Condujo A los Alemanes. En el ángulo superior Izquierdo, grupo de Oficiales de la expedición+ info
En Alcalá de Henares. Aspecto de la plaza de la estación A la Llegada del tren que Condujo A los Alemanes. En el ángulo superior Izquierdo, grupo de Oficiales de la expedición - José Zegri

Koch pagó 11.150 pesetas por el barco y se puso de acuerdo con otros oficiales alemanes, como el sargento Dietrich Grnetschuss, internado en Alcalá de Henares, o Varl Schauf, Leopold Kutz o el sargento Hans Firttsche, destinados a Pamplona. «Unos y otros hicieron el trayecto hasta Palencia en automóvil y de Palencia a Vigo en tren», continuaba la información de ABC.

El «Virgen del Socorro» amarró el 6 de octubre al costado del vapor alemán «Wehrt» que estaba en el puerto de Vigo y los veinte oficiales germanos, que se habían desperdigado en varias casas de huéspedes, fueron acudiendo, uno por uno, al «Wehrt», de donde pasaron al velero.

A las dos de la madrugada, el «Virgen del Socorro» emprendió la marcha, remolcado por el vapor «Andurina». Según contó ABC, a las pocas horas de navegar en esa frágil embarcación les sorprendió un furioso temporal, y tuvieron que entrar en el canal de la Mancha para ganar las costas de Bélgica o las de Holanda. Como izaba pabellón holandés, logró en un principio burlar la vigilancia británica, pero terminó siendo reconocido y capturado por el contratorpedero inglés «Paarmout», que lo condujo a Ramsgate (Inglaterra).

Los veinte alemanes fueron capturados y conducidos como prisioneros de guerra, aunque antes, según las crónicas de la época, «tuvieron tiempo de destruir muchos papeles comprometedores que llevaban consigo».

A Pamplona había llegado la noticia a mediados de diciembre de 1916, cuando los alemanes internados allí se enteraron de la suerte que habían corrido los cinco compañeros suyos que se fugaron en octubre con intención de llegar hasta Alemania. «Estuvieron un tiempo en una cárcel y luego fueron conducidos a un campo de concentración, en el cual se hallan», decía la nota de este periódico.

«Una sorpresa mayúscula»

Font explica a ABC que «la noticia de la evasión de los internados alemanes causó un gran impacto en los medios periodísticos y políticos del país. La sorpresa fue mayúscula ante el descaro con que actuaban los alemanes, contraviniendo todos los compromisos adquiridos de no salir del país. Las autoridades españolas quedaron en muy mal lugar pues mostraron su incapacidad por controlar a un grupo de internados alemanes».

Sin embargo, el periodista Domingo Tejera de Quesada, que firmaba con el seudónimo de R. Schneider, defendía el intento de los alemanes en su artículo « El viaje de la vida»: «¿Qué se diría si los 20 tripulantes del "Virgen del Socorro" fuesen españoles ya que igual que si lo fueran se han portado? No regresaban a su país por escapar de un cautiverio. En España vivían, a su buen placer. A su Patria iban, sorteando mil peligros, para ofrecerle sus vidas».

El resto de los alemanes provenientes del Camerún e internados en España tuvieron una vida plácida y cómoda hasta acabar la guerra, según relata Carlos A. Font. «La neutralidad española brindó a los alemanes lo que no tenían sus compatriotas: paz, seguridad, diversión y buena alimentación» y «la población española, en general, recibió con entusiasmo y hospitalidad sincera a estos refugiados de guerra». A juicio del historiador, «el internamiento de los alemanes en España durante la Gran Guerra fue una prueba más de las salpicaduras de este conflicto y la constatación de que neutralidad no era sinónimo de indiferencia».

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