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La extraña fuga de Tolstoi

El célebre escritor abandonó su casa en 1910 sin que se sepan a ciencia cierta los motivos de su huida

Leon Tolstoi al final de sus días+ info
Leon Tolstoi al final de sus días
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Sofía Andréyevna dormía cuando su marido, Leon Tolstoi, despertó sigilosamente a su hija Alejandra en la noche del 27 al 28 de octubre de 1910. A sus 82 años, el anciano autor de «Guerra y paz» y «Anna Karerina», había decidido dejar atrás su vida en Iásnaia Poliana, la casa de sus ancestros, al sur de Moscú. «Me marcho ahora mismo. Ayúdame a hacer los paquetes», le susurró a Alejandra. Ataviado con una camisa azul de mujik, chanclos y gruesos guantes de lana, y con apenas equipaje, abandonó su hogar sin despedirse de nadie. Tan precipitada fue su fuga, que ni siquiera cogió el pasaporte. «Su familia tuvo que prevenir por telégrafo a las autoridades para que no le detuviesen como un vagabundo», relató por aquel entonces ABC.

Acompañado por el fiel doctor Makovetski se dirigió a la región de Kaluga, al monasterio de Optina, según contó este periódico. Tolstoi había sido excomulgado por la Iglesia Ortodoxa, así que al llegar, preguntó al hermano portero si podía pasar. «Todos son aquí bienvenidos», le respondió éste y el conde, agradeciendo su hospitalidad, firmó en el libro de registro. En Kaluga, visitó a su hermana María Nicolaiewna en el convento de monjas de Schamardiwsk y continuó su viaje.

«Durante una semana buscó la familia a los fugitivos. La esposa de Tolstoi, enloquecida, intentó suicidarse», apuntó Pedro Rocamora en su 50 aniversario. La noticia apareció en todos los periódicos del país, que seguía con angustia la desaparición del genial escritor.

Éste, al llegar a Astapovo, cayó enfermo con fiebres altas y tuvo que ser recogido por el jefe de la estación. Padecía una neumonía y estaba muy grave. Tanto que el 16 de noviembre se le dio por muerto. El ilustre escritor de «Resurrección» aún vivía, aunque no por mucho tiempo. Moriría el 20 de noviembre de 1910 (7 de octubre de 1910, según el calendario juliano), tras aquella huida que tanto dio que hablar.

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«En la "Novoie Uremie" se publica hoy un artículo del príncipe Dimitri Obolenki, en el cual éste afirma que Tolstoi había anunciado recientemente su intención de escribir un nuevo "Robinson Crusoe". La familia del gran escritor, al recordar ahora estos anuncios, sospecha si con ellos quería dar a entender su propósito de acabar sus días en la soledad», recogía este periódico.

Otros interpretaron de otro modo aquellas palabras diciendo que Tolstoi se consideraba un Crusoe espiritual y que al no encontrar respaldo en sus familiares a sus ideas «decidió convertirse en un Rey Lear moderno».

En 1910 el anciano escritor era «tan poderoso como el propio zar» al que se había enfrentado. Era un admirado literato, pero para sus seguidores era muchísimo más, un profeta, un redentor social, un pensador sublime que daba ejemplo único de austeridad y afán de justicia, según reflejó su biógrafo Jay Parini. Nada quedaba de aquel aristócrata que hizo carrera en las armas, a quien adoraban las mujeres y triunfaba en los salones. Se había convertido en un místico anárquico, el fundador de un movimiento de ideas ascetas, contrario a la propiedad privada y defensor de la liberación del campesinado y de la resistencia no violenta.

Pero «este hombre celebérrimo, tan temido por las autoridades, que no dejan de vigilarle, amado y adulado hasta la idolatría por los que le rodean» era profundamente infeliz. Según escribió Carlos Puyol, le obsesionaba la pobreza absoluta, pero era un rico terrateniente; la castidad, pero estaba casado y era padre de 13 hijos; la igualdad social, pero era un aristócrata. Quería vivir como un campesino más, vestía y comía como los siervos y pretendía identificarse con los humillados de Rusia, pero era un autor de fama universal y un anciano.

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«Una cosa me atormenta cada vez más: la iniquidad del lujo en medio de la injusta miseria que me rodea», escribió en 1908. Aunque según Alexis Souvernie, que conocía a Tolstoi desde hacía tiempo y cuyas propiedades no estaban lejos de las suyas, era «absurdo hablar de vida mundana en Iasnaia Poliana; no se puede imaginar una vida más sencilla que la que allí se hacía». En su opinión, el conde Tolstoi «estaba harto de la corriente de visitantes que iban a importunarle a su casa y por eso huyó de ella».

Otro amigo de Tolstoi aseguraba, por su parte, que presintiendo que se acercaba su muerte había decidido huir con el propósito de evitar a su familia enojosas complicaciones por estar él excomulgado, con motivo de sus funerales. Una versión que ya por entonces ABC calificó de "menos verosímil».

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Su esposa Sofía Andréyevna, que amaba a Tolstoi, pero no compartía sus creencias y mantenía con él una tensa relación, se trasladó a Asparovo para acompañar a su marido en sus últimos momentos. «A las seis de la mañana Lev Nikoláievich ha fallecido. Solo me han dejado pasar cuando estaba a punto de expirar, no me han permitido despedirme de mi marido esos seres crueles», escribió en su diario. Para ella, aquella huida de su casa fue «un enigma incomprensible».

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