El día que España estuvo a punto de entrar en la Segunda Guerra Mundial, según el relato de Serrano Suñer
El exministro franquista narró en 1976 los pormenores de la histórica entrevista de Franco y Hitler en Hendaya en la que estuvo presente
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Tres décadas después del encuentro entre Francisco Franco y Adolf Hitler en Hendaya, Ramón Serrano Suñer dio a conocer su personal relato sobre esta histórica entrevista en la que él estuvo presente como ministro de Exteriores del régimen. En aquel enero de 1976, Serrano Suñer acababa de intervenir en la presentación del libro sobre el franquismo de Ricardo de la Cierva y había mantenido una discusión con el historiador a cuenta de este episodio. De ahí que decidiera revelar cómo se desarrollaron las conversaciones con los nazis en la frontera hispano francesa el 23 de octubre de 1940. Aseguraba el ministro fascista que era la «verdad histórica» de lo ocurrido.
+ infoEl Cuñadísimo, como era conocido popularmente Serrano Suñer por ser cuñado de Carmen Polo, la esposa de Franco, no había incluido su versión de aquellos hechos en su libro «Entre Hendaya y Gibraltar» (1973) porque «si decía la verdad había en ella un punto que podía "entonces" ser peligroso para la seguridad de mi país», aseguraba.
Habría revelado entonces el «protocolo» que de allí surgió y que, sin embargo, ya era conocido cuando ABC publicó su relato.
En ese protocolo, «aunque de un modo ciertamente dilatorio y absolutamente condicionado, que le quitaba toda eficacia (...), España adquiría por primera vez el compromiso formal, aunque solo fuera en principio, de terminar con su situación de «no beligerancia» para pasar a ser beligerante a favor del Eje. Manteniéndolo secreto, hasta que la oportunidad de publicarlo llegara, España se adhirió en Hendaya al «Pacto Tripartito» que era la alianza militar», afirmó Serrano Suñer.
Subrayando en todo momento su protagonismo y respondiendo a cada momento a críticas o informaciones que se habían publicado en esos últimos años, el exministro contó que tanto Franco como él, así como los altos mandos militares españoles, creían «ciegamente» en 1940 en la victoria alemana en la Segunda Guerra Mundial, aunque preveían que la lucha sería larga «y ello reforzaba nuestra resistencia a intervenir en el conflicto». Desde ese convencimiento, «tuvimos por fuerza Franco y yo que prever la necesaria acomodación de España al orden europeo que de esa victoria había de deducirse y tratar de conseguir en él, para nuestro país, una situación más ventajosa que la que en el pasado inmediato nos había deparado la hegemonía anglo-francesa. Ahora bien -continuó Serrano Suñer- esa esperanza estaba sazonada de un cierto temor: el temor a un exceso de victoria alemana, y eso que entonces ignorábamos algunos 'de los aspectos horribles y negativos del régimen hitleriano». De ahí, explicaba el exministro franquista, que él buscara una especial aproximación a Italia y a la Francia de Vichy.
+ infoSerrano Suñer describió el viaje del 23 de octubre de 1940 a Hendaya en el «break» de Obras Públicas enganchado a un tren especial que conducía el comandante de ingenieros Martínez Maza. Les acompañaban «el general Moscardó, jefe de la Casa Militar; el jefe de Protocolo del Ministerio de Asuntos Exteriores, barón de las Torres, y Antonio Tovar, Enrique Giménez Arnau, Vicente Gállego, algún periodista más y los ayudantes de servicio del Generalísimo».
«Pequeño» retraso
«En el viaje no sucedió nada de particular, salvo el normal repaso de datos y argumentos en el saloncito del "break" y... el "pequeño" retraso con que llegó nuestro tren a Hendaya -ocho o nueve minutos- que determinó en Franco el natural disgusto», aseguró el exministro, que quiso detenerse a aclarar este punto.
+ info«Un matiz de la leyenda en que se transformó la realidad de la entrevista de Hendaya para magnificarla quiere ahora que el tren llegó con un gran retraso —más de una hora— y que este retraso fue calculado y dispuesto por la astucia del Generalísimo. La cosa es enteramente contraria a la verdad y además grotesca y casi ofensiva. Ni a Franco ni a nadie que no estuviera loco se le hubiera ocurrido que, en aquellas circunstancias, fuera preparación adecuada para una entrevista tan delicada y de tanta responsabilidad cometer, adrede, una desatención tan tosca (que hubiera sido peligrosísima y gravemente imprudente) y poner así de mal humor o irritar a persona tan poderosa como la que nos esperaba. (...) Llegamos con un pequeño retraso a Hendaya porque aquel tren, que arrancaba violentamente, dando grandes sacudidas, no estaba en forma deseable, como tampoco las vías ni los servicios del trayecto. Soy testigo de que aquello causó a Franco el disgusto que era la reacción de un hombre normal y responsable».
Su tren llegó «a las tres y media de la tarde y el tren especial que conducía a Hitler había llegado solo diez minutos antes, como puede leerse en la Prensa española y extranjera del día siguiente», añadió.
+ infoLa estación de Hendaya estaba engalanada con banderas de España y Alemania. En el andén formaba un batallón para rendir honores con bandera y música. Hitler y Ribbentrop y el mariscal Von Brauchitsch con su séquito se acercaron hasta el pie del vagón del que Franco descendió «y los dos jefes de Estado, tranquilos y sonrientes, cambiaron un saludo muy expresivo y afectuoso», continuaba contando Serrano Suñer. Una vez revistadas las fuerzas, Hitler invitó a la delegación española a subir al histórico salón de su tren especial y allí, a las cuatro menos veinte, comenzó la reunión. «Tomamos asiento en el salón: Hitler, Franco, Ribbentrop, yo y "dos" intérpretes. Por parte alemana actuó como tal, una vez más, el intérprete oficial para español del Führer llamado Gross» y por parte española, el barón de las Torres. El exministro puntualizó este extremo, asegurando que aunque el profesor Tovar fue con ellos a Hendaya, no estuvo en la conferencia. Ni tampoco el Paul Schmidt, intérprete personal del Führer. Ambos permanecieron fuera de la sala.
Hitler presiona
Tras el intercambio de saludos, «Hitler expuso con amplitud, con precisión y algún efectismo, la situación de los acontecimientos militares y sus planes sobre la integración europea en un nuevo orden político en el que España no podía dejar de ocupar un puesto relevante (...) Era preciso, dijo en síntesis, que España participase en el esfuerzo común y contribuyese activamente a la victoria del Eje».
+ infoHitler «dijo: "Yo soy el dueño de Europa y como tengo a mi disposición doscientas divisiones no hay más que obedecer". Aseguró que el aniquilamiento de Inglaterra era cuestión de muy poco tiempo y que le interesaba tener sujetos los puntos neurálgicos que el enemigo pudiera intentar utilizar y por ello había querido celebrar esta conversación con el Caudillo, pues en varios de aquellos puntos España estaba llamada a desempeñar un papel muy importante, y que suponía querría desempeñar ya que si dejaba pasar esta oportunidad no se le volvería a presentar nunca más. Y con este motivo manifestó que tres cosas le preocupaban: Gibraltar, Marruecos y Canarias».
Por su situación privilegiada en el Estrecho, Gibraltar era el punto de apoyo más importante para la navegación por el Mediterráneo para los aliados. En manos españolas, entre Gibraltar y Ceuta sería imposible su paso. Serrano Suñer explicaba además que Hitler prometía a Franco el dominio de Marruecos si entraba en la guerra, pero lo aplazaba «para después de la victoria». Y en cuanto a las Islas Canarias, el líder nazi temía que los ingleses pudieran hacerse con ellas y asestaran un duro golpe a la campaña submarina alemana.
+ infoHitler dedicó las últimas palabras de su discurso para coaccionar moralmente a Franco recordándole que «durante la guerra civil española había estado siempre espiritual y materialmente a su lado». Pero Franco, con sonrisas y buenas palabras para no enojar al Führer, le respondió diciendo que dificultades económicas, militares y políticas en España le impedían luchar al lado de Alemania.
Según el relato de Serrano Suñer, «Franco hizo en la Conferencia de Hendaya todo cuanto pudo para mantener nuestro difícil equilibrio frente a las presiones de Hitler y repitió los datos y argumentos que, de acuerdo con él, había yo anticipado en Berlín en varias conversaciones con el Führer y Ribbentrop (...) Se demostraba así que para poner a España en situación de combatir era necesario dotarla de todo y hacernos desde Alemania una transferencia de recursos que de ningún modo podía esperarse como no fuese a plazo larguísimo. No hay duda de que habíamos acertado —otra vez— en presentar la intervención española como una empresa cara».
El exministro subrayaba además que «cuando Franco trató con abrumadora amplitud el tema de las reivindicaciones españolas en Marruecos, pidiendo sobre esto un compromiso formal y previo para participar inmediatamente en la guerra, Hitler puso muchas objeciones y no se comprometió a nada porque ello hubiera destruido su política de aproximación con la Francia de Vichy (al día siguiente se reunía con Petain en Montoire) y dejó, como ya antes manifestara, el tema abierto para... "después de la victoria". Nuestra táctica dilatoria había dado resultado otra vez».
+ infoHitler dio por terminada la primera parte de la conferencia, poniéndose en pie, y cuando los españoles salían del saloncillo de su tren para trasladarse al suyo «el barón de las Torres, que salía el último, oyó que Hitler, dirigiéndose a Ribbentrop, nos dedicaba palabras despectivas, algo así como "con estos tipos no hay nada que hacer"».
Sin embargo, cuando terminó la cena, alrededor de las diez de la noche, se reanudó la conversación y «tanto Hitter como Franco insistieron en sus puntos de vista y reiteraron sus argumentos: España, dijo Franco, sintiéndolo mucho no podía por el momento en esas condiciones intervenir, y bastante había hecho adueñándose de Tánger y evitando que lo hiciera el enemigo», continuó Serrano Suñer.
«Allí y entonces -aseguraba el exministro- Hitler no dio ninguna de las muestras de irritación y destemplanza» a que se refirió años después el intérprete Paul Schmidt, «que ni sabía español ni estuvo presente en la conferencia». Serrano Suñer tenía por cierto sin embargo, que estos gestos se produjeron luego, cuando ellos ya se habían retirado. Y en contra de lo que habían dicho algunos comentadores extranjeros de esta entrevista, aseguraba que no era cierto que Franco saliera de Hendaya satisfecho y aliviado, sino «disgustado y preocupado».
+ infoAntes de regresar, Hitler y Ribbentrop les presentaron el protocolo que habían llevado redactado en el que se pretendía que España se comprometiera a entrar en la guerra cuando Alemania «lo considerase oportuno». «Argüimos por nuestra parte que no habiendo sido esas exactamente las consecuencias de la entrevista, el texto resultaba inadecuado y el acto mismo del protocolo prematuro. En conclusión, no aceptamos», continuó contando Serrano Suñer.
Susto en la despedida
Pasada la medianoche tuvo lugar la despedida oficial en el andén y ocurrió un pequeño percance que pudo haber tenido una extraordinaria trascendencia en la historia. «Franco, en lugar de penetrar en el vagón y saludar desde la ventanilla, prefirió quedar de pie en la plataforma del mismo, cuadrado en posición militar, con la portezuela abierta, saludando al Führer. Nuestro tren, otra vez, al arrancar, dio un tirón brusquísimo que le zarandeó de forma peligrosa y que sin la reacción que su agilidad física y la de Moscardó sujetándole permitieron, le hubiera arrojado de bruces sobre el andén». Serrano Suñer estaba convencido de que si el accidente se hubiera producido en la forma más grave, España hubiera entrado en la guerra, pues así lo deseaban Yagüe, Aranda, Muñoz Grandes y tantos otros.
Ya en Ayete, la residencia de Franco en San Sebastián, éste les ordenó formular un protocolo menos rígido que el alemán, que recogiera las condiciones dilatorias y las reivindicaciones españolas. Según el exministro, ese escrito fue el que entregaron a los alemanes cuando al amanecer se presentó el embajador Espinosa de los Monteros apremiando con la urgente necesidad de que se firmara el documento que los alemanes les habían entregado. «Tiene que aceptarse, decía el embajador, porque los alemanes, después de haber abandonado nosotros —Franco y yo— la estación de Hendaya, le habían mostrado a él —quien había permanecido con ellos allí— gran irritación por lo ocurrido».
+ info«Franco después de un cuarto de hora de protesta, me dijo: "Mira, en estas circunstancias no es prudente hacer esperar más a los alemanes y lo mejor será entregar "el proyecto que hicimos anoche" dándoles, sólo en base de éste, nuestra conformidad».
Serrano Suñer remarcaba cómo las enmiendas españolas desvirtuaban el texto propuesto por los alemanes: «En nuestro texto quedó establecido: 1°, la adhesión de España al «Pacto Tripartito» ; pacto de alianza militar, pero manteniendo secreta esta adhesión basta que se considerase oportuno hacerla pública; 2º, el compromiso que España contraía de entrar en la guerra junto a las potencias del Eje se llevaría a efecto sólo cuando la situación general lo exigiese, la de España lo permitiera y se diera cumplimiento a las exigencias puestas por nosotros para dar aquel paso».
«No fue poco salir así del paso en una situación tan difícil, tan peligrosa, tan grave como aquella», recordaba el cuñado de Franco, quien apenas veinte días después fue requerido con urgencia en Berchtesgaden, el refugio de Hitler en los Alpes austriacos.
«Franco había resistido en Hendaya, y yo —de acuerdo con él— tuve que afrontar en Berchtesgaden —y rechazar— aquel requerimiento apremiante para que España entrara en la guerra; en la más concreta y dramática de nuestras negativas. Pero la verdad es que ni en Hendaya ni en Berchtesgaden quedó conjurado el gran peligro de invasión y de guerra que corrimos. Ni mucho menos. Todo seguía pendiente. El 18 de diciembre de 1942 continuaban en el Cuartel General del Führer las conversaciones con Muñoz Grandes sobre preparativos militares. Fue el giro de los acontecimientos la complicación creciente que para Alemania significó pronto la guerra con Rusia, los compromisos con Vichy, el cambio de suerte en la trayectoria de la guerra, la ofensiva general de Zhukov contra el Ejército alemán, lo que alejó a España definitivamente del conflicto ya entrado el año 1943», escribió el exministro.
En opinión de Serrano Suñer, si Hitler hubiera aceptado las reivindicaciones españolas en Marruecos, cuya satisfacción Franco consideraba indispensable para justificar la intervención española en la guerra, quizá la entrevista hubiera acabado de otro modo. «Esta reivindicación que en definitiva no pudimos lograr de Hitler en la Segunda Guerra Mundial, demostró muy claramente un fallo en la perspicacia del Führer a pesar de que pudo comprobar en Hendaya cuan decisiva era la perspectiva marroquí para el Jefe del Estado español en relación con el grave problema de nuestra participación en la guerra, que el alemán no supo aprovechar».
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