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La entrevista en la que el fundador del Opus Dei respondió a cuestiones espinosas en los años del franquismo

A monseñor Escrivá de Balaguer le preguntaron si la Obra se había politizado al estar presentes algunos de sus miembros en el Gobierno o sobre los rumores de enfrentamiento con los jesuitas

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Monseñor Escrivá de Balaguer, en una tertulia
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Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador y presidente general del Opus Dei, respondió en 1966 a las preguntas que le formuló el periodista francés Jacques Guilleme-Brulon, corresponsal en Madrid del diario parisino 'Le Figaro'. En la entrevista, publicada el 16 de mayo, se trataron asuntos relativos a una de las asociaciones de la Iglesia Católica de la que más se hablaba y escribía por entonces. «Ninguna voz tan autorizada como la de su propio fundador daría mayor interés a las manifestaciones», subrayó ABC antes de reproducir esta conversación con el hoy santo.

-Algunos han sostenido en ocasiones que el Opus Dei estaba interiormente organizado según las normas de las sociedades secretas. ¿Qué hay que pensar de tal afirmación? ¿Podría usted, por otra parte, darnos en esta ocasión una idea del mensaje que deseó dirigir a los hombres de nuestro tiempo al fundar la Obra en 1928?

Desde 1928 no he dejado de predicar que la santidad no está reservada a unos privilegiados y que todos los caminos de la tierra pueden ser divinos, porque el quicio de la espiritualidad propia del Opus Dei es la santificación del trabajo ordinario. Es preciso rechazar el prejuicio de que los fieles corrientes no pueden casi más que limitarse a ayudar al clero en apostolados eclesiásticos y señalar, en cambio, que para conseguir este fin sobrenatural los hombres necesitan ser y sentirse personalmente libres, con la libertad que Jesucristo nos ha conquistado. Para predicar y enseñar a practicar esta doctrina no me ha sido preciso jamás ningún secreto. Los miembros de la Obra execran del secreto porque son fieles corrientes, gentes estrictamente idénticas a las demás: al inscribirse en el Opus Dei no cambian de estado. Les repugnaría llevar un cartel en la espalda que dijera: 'Tengan en cuenta que me he enrolado en el servicio de Dios'. Eso no sería ni laico ni secular. Pero los que conocen y tratan a los miembros del Opus Dei saben que forman parte de la Obra, aunque no lo proclamen, porque tampoco lo disimulan.

-¿Le sería posible, en estas condiciones, esbozarnos un rápido panorama de las estructuras del Opus Dei a escala mundial y de su articulación con el Consejo general que usted preside en Roma?

El Consejo general tiene su domicilio en Roma, independiente para cada sección: la de los hombres y la de las mujeres; un organismo análogo existe en cada país, presidido por el consiliario de esa nación.

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No piense en una organización poderosa, capilarmente extendida hasta el último rincón. Represéntese, más bien, una 'organización desorganizada', ya que la tarea de los directores del Opus Dei tiende principalmente a lograr que llegue a todos sus miembros el espíritu auténtico del Evangelio -espíritu de caridad, de concordia, de comprensión, absolutamente extraño al fanatismo- merced a una sólida y oportuna formación teológica y apostólica. Después, cada uno actúa con entera libertad personal y, formándose de manera autónoma su propia conciencia, se esfuerza en buscar la perfección cristiana y en cristianizar su ambiente, santificando su propio trabajo, intelectual o manual, en todas las circunstancias de su vida y en su propio hogar.

Por otra parte, la dirección de la Obra es siempre colegiada. Nosotros detestamos la tiranía, particularmente en el gobierno exclusivamente espiritual del Opus Dei. Amamos la pluraridad: lo contrario no podría conducir más que a la ineficacia, a no hacer nada ni dejar hacer nada, a no progresar.

-El artículo 484 de su código religioso 'Camino' precisa: «Tu deber es ser instrumento». ¿Qué sentido hay que atribuir a esta afirmación en el contexto de las preguntas precedentes?

¿'Camino' un código? No. Escribí en 1934 buena parte de este libro, resumiendo mi experiencia sacerdotal con todas las almas -del Opus Dei o no- de las que me ocupaba. Yo no suponía entonces que treinta años después alcanzaría tal difusión -millones de ejemplares- en tantas lenguas. No es un libro escrito solamente para los miembros del Opus Dei; está destinado a todos, incluso a los no cristianos. 'Camino' debe ser leído con un mínimo de espíritu sobrenatural, de vida interior y de afán apostólico. No es un código del hombre de acción. Pretende ser un libro que estimule a amar a Dios y a acercarse a Él, y a servir a todo el mundo. Ser un instrumento (tal era su pregunta), como el apóstol Pablo lo quería ser de Cristo. Instrumento libre y responsable: los que quieren ver en sus páginas una finalidad temporal se engañan. No olvide que es corriente entre los autores espirituales de todos los tiempos considerar a las almas como instrumentos en manos de Dios.

Escrivá de Balaguer, escribiendo+ info
Escrivá de Balaguer, escribiendo

-¿Ocupa España un lugar preferente en su organización? ¿Es el punto de partida de un programa más ambicioso o un simple sector de actividad entre tantos otros?

Entre los sesenta y cinco países donde se hallan personas del Opus Dei, España constituye un país más y los españoles no son más que una minoría. Geográficamente, el Opus Dei nació en España; pero, desde el principio, sus fines eran universales. Por lo demás, yo tengo mi domicilio en Roma desde hace veinte años.

-El hecho de que ciertos miembros de la Obra estén presentes en la vida pública del país, ¿no ha politizado en cierto modo al Opus Dei en España? ¿No comprometen de esta manera a la organización y a la misma Iglesia?

Ni en España ni en ningún otro lugar. Insisto en el hecho de que cada uno de los miembros del Opus Dei actúa con entera libertad y bajo su responsabilidad personal, sin comprometer a la Iglesia ni a la Obra, ya que no se apoyan ni en la Iglesia ni en la Obra para llevar a término sus actividades propias.

San Josemaría con monseñor Álvaro del Portillo en 1939+ info
San Josemaría con monseñor Álvaro del Portillo en 1939

Personas formadas en una concepción militar del apostolado y de la vida espiritual tenderán siempre a ver en la actuación libre y personal de los cristianos una manera colectiva de actuar. Pero yo le digo a usted lo mismo que no he dejado de repetir desde 1928: que la diversidad de opiniones y de conductas en el terreno temporal y en el campo teológico, dejada a la libre discusión, no le plantea a la Obra ningún problema: existe y existirá siempre entre los miembros del Opus Dei, y representa, por el contrario, una manifestación de buen espíritu, de comportamiento noble, de respeto hacia las opiniones legítimas de cada uno.

-¿No cree usted que en España, y en razón del particularismo inherente a la raza ibérica, cierto sector de la Obra podría caer en la tentación de utilizar su poder con el fin de satisfacer intereses particulares?

Formula usted ahí una hipótesis que me arriesgo a garantizar que no se presentará jamás en nuestra Asociación. No sólo nos asociamos exclusivamente para fines sobrenaturales, sino que si se diera el caso de que un miembro del Opus Dei quisiera imponer, directa o indirectamente, su criterio temporal a los demás, o servirse de ellos con fines humanos, sería expulsado sin contemplaciones, porque los otros miembros se sublevarían legítima y santamente.

-El Opus Dei se jacta de llegar a todas las clases sociales de la población española. ¿Es válida esta afirmación para el resto del mundo? O, por el contrario, ¿hay que admitir que en los restantes países los miembros del Opus Dei se reclutan más bien entre los ambientes significados, tales como los puestos clave de la industria, de la Administración, la política y las profesiones liberales?

Entre los miembros del Opus Dei se encuentran, lo mismo en España que fuera de ella, personas de todas las condiciones sociales: hombres y mujeres, viejos y jóvenes, obreros, industriales, empleados, campesinos, representantes de profesiones liberales, etc. Es Dios quien da la vocación, y para Él no hay acepción de personas.

Escrivá de Balaguer, en una de las tertulias en el Brafa (Barcelona)+ info
Escrivá de Balaguer, en una de las tertulias en el Brafa (Barcelona)

El Opus Dei no se jacta de nada: las obras de apostolado no deben su prosperidad a las fuerzas humanas, sino al soplo del Espíritu Santo. En una asociación con fines temporales sería lógico el publicar estadísticas que hiciesen ostentación del número, la condición y las cualidades de sus miembros, como tienen costumbre de hacerlo las organizaciones que buscan un prestigio humano; pero esta manera de actuar, cuando sólo se busca la santificación de las almas, no hace más que favorecer el orgullo colectivo; pero resulta que Cristo lo que quiere es la humildad para todos y cada uno de los cristiano.

(La conversación, que puede leerse íntegramente en el periódico de 1966, continuó sobre la situación del Opus Dei en Francia y en otros países)

-Pretenden diversas fuentes que una sólida enemistad enfrentaría a la mayor parte de las Órdenes religiosas, y principalmente a la Compañía de Jesús, al Opus Dei. ¿Tienen acaso estas habladurías algún fundamento, o solamente forman parte de esos mitos que suele alimentar el rumor público en torno a problemas de los que no tiene más que un vago conocimiento?

Aunque no somos religiosos, ni parecemos religiosos, ni hay autoridad alguna que pueda forzarnos a serlo, en el Opus Dei veneramos y amamos el estado religioso. Yo ruego cada día para que todos los venerables religiosos sigan ofreciendo a la Iglesia frutos de virtudes, de obras apostólicas y de santidad. Los rumores de los que se ha hablado son... rumores. El Opus Dei ha contado siempre con la admiración y la simpatía de los religiosos y religiosas de clausura, que rezan por nosotros, nos escriben con frecuencia y dan a conocer nuestra Obra de mil maneras, poque comprenden nuestra vida de contemplación en medio de nuestras ocupaciones de la calle. El secretario general del Opus Dei, Don Álvaro del Portillo, estimaba y tenía relación con el último general de la Compañía de Jesús. Con el actual general, el padre Arrupe, estoy igualmente en relación, y le estimo, y él a mí. Las incomprensiones, de haberlas, demostrarían poco espíritu cristiano, porque nuestra fe está hecha de unidad, no de rivalidades y divisiones.

-Tuve oportunidad de oír, monseñor, las contestaciones que dio usted, hace año y medio, a un público de más de dos mil personas, reunido entonces en Pamplona. Insistió en la necesidad para los católicos de conducirse como ciudadanos responsables y libres, y «de no vivir de su pertenencia a la religión católica». ¿Qué importancia y qué proyección da usted a esta idea?

Me ha molestado siempre la actitud de aquellos que convierten el «llamarse católicos» en una profesión, o de los que quieren negar el principio de la libertad personal sobre el que se fundamenta toda la moral cristiana.

Josemaría Escrivá de Balaguer, junto a los primeros miembros del Opus Dei en Valladolid+ info
Josemaría Escrivá de Balaguer, junto a los primeros miembros del Opus Dei en Valladolid

El espíritu de la Obra y de sus miembros consiste en servir a la Iglesia y a todas las criaturas, sin servirse de la Iglesia. Me gusta que el católico lleve a Cristo no en su nombre sino en su conducta, dando un testimonio real de vida cristiana. El clericalismo me repugna, y comprendo que al lado de un anticlericalismo malo existe un anticlericalismo sano, que procede del amor del sacerdote y que se opone a que el fiel corriente o el sacerdote utilicen una misión sagrada con fines temporales. Pero no pienso con esto manifestarme contra nadie. No hay en nuestra Obra ningún deseo de exclusivismo, sino solamente el deseo de colaborar con todos los que trabajan por Cristo y con todos aquellos que, cristianos o no, hacen de su vida una espléndida realidad de servicio.

Por lo demás, lo importante no es solo la proyección que he dado a esta idea, en particular desde 1928, sino la que le da el magisterio de la Iglesia. Hace poco, el Concilio -produciendo una inexpresable emoción en el pobre sacerdote que soy- ha recordado a todos los cristianos, en la Constitución Dogmática 'De Ecclesia', que tienen la obligación de sentirse plenamente ciudadanos de la ciudad terrestre, aportando a todas las actividades humanas lo mejor de su competencia profesional, sin olvidar el amor que deben a todos los hombres, y buscando la perfección cristiana, a la cual han sido llamados por el mero hecho de haber recibido el bautismo.

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