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Entre la guerra y la gloria: la dramática estancia de Shackleton en Vigo antes de partir hacia la Antártida

El explorador británico, cuyo histórico barco Endurance ha sido descubierto en el fondo del del mar de Weddell un siglo después de su hundimiento, zarpó de Galicia para iniciar su último viaje al Polo Sur, justo en el momento en que estallaba la Primera Guerra Mundial

Retrato de Schackleton, en una de sus expediciones
Retrato de Schackleton, en una de sus expediciones - ABC
Israel Viana
MadridActualizado:

«Sin exagerar, es el barco hundido de madera más bello que he visto en mi vida, por mucho. Se mantiene erguido, orgulloso en el fondo marino, intacto y en un estado de conservación fantástico. Es un hito en la historia polar», aseguraba este miércoles a ABC Mensun Bound. El director de la expedición que ha descubierto la embarcación de Ernest Shackleton (1874-1922) estaba radiante, pues el Endurance se encontraba perdido y olvidado a 3.008 metros de profundidad, en el mar de Weddell, desde hace más de un siglo.

El trágico final del barco de Shackleton comenzó a escribirse el 18 de enero de 1915, después de que el magnífico bergantín quedara atrapado en una banquisa. El explorador intentaba convertirse en el primer hombre en cruzar la Antártida a través del Polo Sur, pero no lo consiguió.

Tras varios meses bloqueado, el Endurance sufrió daños por las placas de hielo cuando empezaron a derretirse en la primavera y se hundió para siempre. El explorador y sus hombres se vieron obligados, entonces, a resistir en una asombrosa misión de supervivencia que culminó milagrosamente con éxito ocho meses después.

Recuerdo de Schacklenton, en ABC Cultural, en 2015+ info
Recuerdo de Schacklenton, en ABC Cultural, en 2015 - ABC

Todos se salvaron, convirtiendo aquel intento fallido en una de las grandes hazañas de la exploración. Lo que nadie recuerda, sin embargo, es que Shackleton pasó por Galicia, tal y como contaba ABC el 30 de septiembre de 1914. El titular rezaba: ‘Expedición al Polo Sur’. A continuación podía leerse: «A bordo del vapor británico ha llegado al puerto de Vigo el famoso explorador inglés Shackleton, que se dirige a Buenos Aires para, desde allí, emprender una nueva travesía al Polo Sur que durará dos años. El intrépido viaje se ha costeado por una suscripción que ha iniciado el Rey Jorge V con 10.000 libras esterlinas».

Pocos aventureros de su época se habrían planteado el desafío de Shackleton. El anuncio que publicó en la prensa para reclutar a voluntarios reflejaba la cruda realidad del proyecto: «Se buscan hombres para un viaje arriesgado. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de absoluta oscuridad. Peligro constante. No es seguro volver con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito». Pero a pesar de las advertencias, se presentaron más de 5000 candidatos.

Una locura

La expedición era una locura, porque el mar de Weddell permanecía indómito desde que un cazador de focas inglés del mismo nombre lo descubriese en el primer tercio del siglo XIX. Eran muchos los navegantes que lo habían intentado sin éxito antes que Shackleton. A esto hay que sumar la marcha a pie que hubieran tenido que hacer sobre la Antártida si hubieran llegado a la costa, pero no lo consiguieron. Prueba de la dificultad es el asombro y la incredulidad manifestada por Roald Amundsen, primer hombre en alcanzar el Polo Sur, cuando le explicó su plan.

Página de 1914 en la que se narra el paso de Shackleton por Vigo+ info
Página de 1914 en la que se narra el paso de Shackleton por Vigo - ABC

La prensa española llevaba desvelando detalles del proyecto meses antes de pasar por Vigo. En marzo, ‘El Heraldo Militar’ informaba de que Shackleton se encontraba en Noruega preparando el viaje: «Ha elegido este país porque, en esta época del año, la región ofrece muchos parajes cubiertos de nieve en los que puede operarse como en las comarcas polares». ‘La Correspondencia de España’ destacaba la polémica mantenida con el explorador austriaco Felix König, que reclamó «su derecho de prioridad y le escribió una carta que decía: ‘No es posible que las dos expediciones partan del mar de Weddell. Espero que escoja usted otro punto de partida’».

Sin embargo, había un problema mayor en la cabeza de Shackleton que hizo tambalear su gran aventura. El mismo día que el Endurance zarpó de Londres el 1 de agosto de 1914, Alemania le declaró la guerra a Rusia. Francia, aliado militar de este último, hizo lo propio con Alemania. El ambiente bélico se apoderó de la expedición desde el primer día, mientras navegaba por el Támesis. En la primera escala nuestro protagonista bajó a tierra y se encontró con que los periódicos anunciaban la movilización general en Gran Bretaña. En ese instante, la Antártida se hizo tan inalcanzable como la Luna.

El sentimiento patriótico

Es fácil imaginar el sentimiento que recorrió a todos los que estaban en el barco al tener noticia del comienzo de la Primera Guerra Mundial. El sentimiento patriótico les hizo plantearse abandonarlo todo para acudir en defensa de su país. Shackleton, por supuesto, también barajó esa posibilidad, a pesar de que era el viaje de sus sueños. Esa misma mañana reunió a sus hombres en cubierta y les dijo que eran libres para incorporarse a filas si querían. A continuación telegrafió al Almirantazgo para ofrecer su buque, aunque añadió que, «en caso de que no se considerase necesario, creía conveniente salir cuanto antes para poder llegar a la Antártida en el verano austral», cuenta Javier Cacho en ‘Shackleton, el indomable’ (Fórcola, 2013).

Imagen de la expedición liderada por Amudsen al Polo Sur poco antes+ info
Imagen de la expedición liderada por Amudsen al Polo Sur poco antes - ABC

Una hora después, con temor todavía a que su plan se viniese abajo, recibió la breve respuesta del Almirantazgo: «Continúen». A continuación le entregaron un segundo telegrama de Winston Churchill, en el que le agradecía en términos más elogiosos y más extenso su ofrecimiento y le conminaba a seguir el viaje. Mientras el mundo se zambullía en la guerra más devastadora de la historia hasta ese momento, el atravesaba el canal de la Mancha con la conciencia no del todo tranquila.

Un día después, el Endurance llegaba al puerto de Plymouth, su última escala en Gran Bretaña antes de salir hacia Buenos Aires. Fue en ese momento cuando Shackleton decidió que no iba a acompañarlos en la travesía del Atlántico y regresó a Londres para cerrar algunos asuntos. En la capital fue testigo de la vertiginosa marcha a la que se desarrollaron los acontecimientos, con la declaración de guerra de su país a Alemania el 4 de agosto. Un día después se entrevistó con Jorge V, quien le transmitió su interés personal y el de la Corona de que la expedición no se viera afectada por el conflicto.

En dirección a Vigo

A pesar de todos los apoyos que había logrado, Shackleton no tenía muy claro cuál debía ser su postura. Algunos periódicos le habían criticado por su decisión de irse a la Antártida cuando Gran Bretaña se encontraba al borde del abismo. «El país te necesita», clamaban los carteles repartidos por todo Londres cuando emprendió su viaje a Galicia en el vapor ‘Uruguay’ a finales de septiembre. En ese momento, los alemanes se encontraban a las puertas de París mientras él hacía su escala en España para zarpar desde allí al encuentro del Endurance y sus hombres en Buenos Aires.

Crónica del rescate de Shackleton+ info
Crónica del rescate de Shackleton - ABC

'Shackleton en Vigo', podía leerse en el diario 'Informaciones de Madrid'. Allí el explorador seguía dudando de si debía continuar con aquella expedición que le había llevado años de preparación, y en la que había invertido tanto dinero, o si debía «mandarla a tomar viento», como le dijo a los periodistas cuando le preguntaron. Era lógico que se sintiese conmocionado por todo lo que estaba ocurriendo en medio de las ovaciones de los gallegos que fueron a recibirle al puerto.

«Shackleton ha sido saludado a bordo por un gran número de personas a quienes preguntó acerca de los galeones que, en 1702, se hundieron en esa bahía con enormes cargas de oro, plata y piedras preciosas. Según ha manifestado, él mismo tuvo intención de haber realizado trabajos para extraer toda esa riqueza antes de organizar la excursión al Polo Sur», contaba ABC. Aquel interés era una reminiscencia de su costumbre de niño de buscar tesoros ocultos, aunque ahora tuviera la cabeza en otro sitio.

Sus dudas se las disipó finalmente su amigo James Caird, un filántropo escocés para el que, según le argumentó, era sencillo encontrar a cientos de miles de jóvenes que pudieran ir a la guerra, pero prácticamente imposible hallar a uno capaz de, como él, acometer el desafío de aquella expedición. Partió entonces a Buenos Aires para subirse al Endurance en el mismo momento en que se aprovisionaba para el último viaje de su vida.

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