La dulce Neus, que indujo a sus hijos a matar al padre tirano
«Ahora que papá está dormido es el momento», dijo la madre al entregarles la pistola
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«Ahora que papá está dormido es el momento». Aquellas palabras que Nieves (Neus) Soldevila dirigió a sus hijos eran la señal que estaban esperando. La madre entregó a uno de sus dos hijos varones la pistola que había de acabar con la vida del industrial catalán Juan Vila Carbonell. El chico, de 16 años, cogió el arma y vaciló. Tampoco su gemelo pudo empuñarla para asesinar a su padre. Fue la resuelta Marisol, de 14, quien se decidió a tomar en sus manos el revólver. «Si no os atrevéis vosotros, lo haré yo», les dijo antes de entrar sigilosamente en el dormitorio. Se acercó hasta la cama donde su padre dormía la siesta y le disparó a bocajarro mientras sus hermanos y su madre miraban.
Aquel 28 de junio de 1981 la familia se encontraba en su chalé de Esplús, en Huesca, pasando unos días de vacaciones. Los gemelos y la chica de catorce años estaban viendo la televisión junto a sus dos hermanas pequeñas. La mayor, Nieves, de 18 años, se había ausentado, sospechando quizá lo que tramaban su madre y sus hermanos contra su padre. «Parecía que todos estaban embrujados», declaró la empleada de hogar que vivía con ellos a la Policía al describir el clima de tensión que se vivía en la casa.
Juan Vila Carbonell, de 47 años, era un hombre de carácter violento y muy autoritario, «una bestia», según la Policía, que tenía aterrada a la familia con sus malos tratos. Las crónicas de los periódicos contaron detalles como que hacía trabajar a los varones desde los ocho años de peones de albañil, en jornadas de catorce horas diarias, porque no quería que estudiaran, y que entregaba a su mujer 10.000 pesetas semanales para todos los gastos del hogar.
«Toda la familia (...) sentía odio hacia él como consecuencia de las continuas vejaciones a las que los sometía. Esto hizo que los hijos se encariñaran mucho con la madre, Nieves Soldevila Bartrina, de 38 años, hasta el punto de que sus menores deseos eran órdenes para ellos», escribió Mariano Banzo en ABC.
+ infoLos hijos apoyaban a la madre, pero tampoco ésta llevaba una vida ejemplar. Tenía varios amantes y se había dedicado a pedir préstamos de dinero a conocidos, prometiéndoles elevados intereses a corto plazo que reintegraba con otros préstamos, gastándose el dinero destinado a inversiones en su propio beneficio, a espaldas de su marido. En el momento del asesinato, Nieves Soldevilla debía 18 millones de pesetas por esta estafa piramidal que había montado. Además, poco antes había animado a su marido a suscribir un seguro a favor de sus hijos de 25 millones de pesetas. «Parece claro que el móvil económico jugó una baza importante» y que «tal vez la idea de que su padre era un "tirano" fue inculcada por la madre en el ánimo de sus hijos», apuntó ABC.
+ infoEn los días anteriores al asesinato estuvieron pensando cómo eliminar al cabeza de familia y decidieron emplear su propia pistola. Era una Star de nueve milímeros corto, para la que Juan Vila no tenía licencia de armas. Tres de los hijos la probaron disparando unos tiros en los alrededores del chalé.
El 28 de junio, los dos esposos se retiraron a su habitación. La empleada de hogar, que residía con la familia y que estaba al tanto de lo que ocurría, se llevó a las dos pequeñas lejos de la casa mientras los demás aguardaban viendo la televisión. Tras mantener relaciones maritales, Juan Vila se quedó dormido y su mujer, «la dulce Neus», como la apodaron los medios por su suave voz, aprovechó la ocasión. Cogió del armario la pistola y salió en busca de sus hijos. «Ahora que papá está dormido es el momento».
La clave de las balas
Una vez perpetrado el crimen, contaron a la Policía que dos enmascarados habían irrumpido ese domingo en la casa a la hora de la siesta y que, tras reducirlos, dispararon varias veces sobre Juan Vila y se dieron a la fuga.
La Guardia Civil de Huesca se hizo cargo de la investigación. En un primer momento se creyó que podía tratarse de un atentado político por las ideas de extrema derecha del industrial, militante de Fuerza Nueva. Se sospechó incluso que podía estar detrás la mano criminal de ETA, del GRAPO o de Terra Lliure, aunque tampoco se descartaba algún tipo de venganza personal o algún lío de carácter financiero en el que se hubiera metido el constructor, cuya fortuna era estimable.
La familia, que regresó a su domicilio habitual en Montmeló, realizó una parada en su viaje, a la altura del kilómetro 184 de la autopista de Zaragoza a Barcelona, para enterrar la pistola y los casquillos. Pero las pruebas periciales de las balas que alcanzaron a la víctima llevaron a los inspectores a la insólita e inesperada conclusión de que el agresor o los agresores podían pertenecer a la familia del fallecido. La Policía descubrió numerosos puntos débiles en sus declaraciones y tras investigar las cuentas y realizar otras gestiones logró reconstruir la vida que llevaba el matrimonio. Al interrogar de nuevo a la empleada de hogar, ésta terminó confesando el complot familiar.
El juicio fue muy mediático. La «dulce Neus», a la que defendía el famoso abogado Emilio Rodríguez Menéndez, fue condenada a 28 años de prisión como inductora del asesinato de su marido, sus hijos mayores a entre 12 años y 9 años y Marisol, a cuatro en un internado.
+ infoUn año después de que su historia fuera llevada al cine por Santiago San Miguel en «Crimen en familia», aprovechó un permiso penitenciario y huyó a Portugal con una de sus hijas. Desde el país vecino, donde se le realizaron unas fotografías desnuda que publicó Interviú, manifestó que en España no tenía «ninguna esperanza ni futuro» porque «no funciona la justicia y solo se genera paro y delincuencia».
En opinión de Jaime Campmany, resultaba «chocante» que esas palabras las dijera precisamente una delincuente. «Es como si mañana se fuese de España un gandul recalcitrante con el pretexto de que le hacen la competencia los parados», escribió.
La Audiencia Provincial de Huesca había revocado la concesión de régimen abierto de que disfrutaba, aduciendo que el delito por el que fue condenada demostraba una conducta nada ejemplar como madre. «Me he pasado cuatro años y medio en la cárcel y no quiero volver, me voy para comenzar una nueva vida», dijo la evadida antes de continuar su escapada a varios países de Latinoamérica.
La Policía ecuatoriana la detuvo en Quito en junio de 1988 tras intentar vender unas esmeraldas falsas. Se hacía llamar Montserrat Ferrer. ABC mantuvo una entrevista telefónica con ella desde la cárcel donde estaba recluida. «La realidad nunca ha podido salir a la luz, hay personas a las que no les convenía. ¿cómo va a disparar una niña?... Tuvimos que callarnos... Solo nos juzgaron y nos metieron en prisión», le dijo a Ricardo Domínguez. Aunque su hija Marisol contó en un programa de televisión hace unos años que su madre le «aguantó la mano» y ella disparó.
Extraditada desde Ecuador, llegó a España en mayo de 1989 entre una enorme expectación mediática, e ingresó en la cárcel de Brieva. En una carta remitida a ABC, se quejaba en 1993 de «estar totalmente abatida y desamparada» por la «injusta situación» carcelaria. Salió en libertad provisional en 1997 y en el año 2000 saldó sus cuentas con la Justicia.
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