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Drogas y muerte: la turbia visita a España de los Rolling Stones tras fallecer Franco

El 11 de junio de 1976, la Plaza de Toros Monumental de Barcelona recibió a sus satánicas majestades en mitad de una gira marcada por la controversia y los estupefacientes

Crónica del concierto: La última lección de inmortalidad de los Rolling Stones

Ron Wood y Mick Jagger, durante una actuación en los setenta
Ron Wood y Mick Jagger, durante una actuación en los setenta - ABC
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En 1976, España se desperezaba del letargo. Francisco Franco había fallecido un año antes, la censura se deshacía cual azucarillo y comenzaba el destape en la cultura. El caldo de cultivo ideal para que sus satánicas majestades atravesasen nuestras fronteras y terminaran de poner a la sociedad patas arriba. Fue el primer gran grupo que visitó el país desde el comienzo de aquel deshielo y, como tal, fue cubierto por ABC. «Después de catorce años en la brecha, los Rolling Stones van a llegar por fin a España, y con Billy Preston al órgano», desvelaba J. R. Pardo en los días previos.

Pero, como sucede siempre con los Rolling –o los Stones, pues existen dos escuelas a la hora de citarles– su visita estuvo rodeada de controversia.

La más extravagante se dio a conocer el mismo 11 de junio, pocas horas antes de que el grupo tomara por las armas la Monumental de Barcelona a golpe de camiseta de tirantes y pelo cazo. «Los Rolling Stones podrían ser correos involuntarios de drogas», explicaba ABC. Por si el titular no fuese lo bastante cristalino, el subtítulo lo aclaraba: «En el automóvil accidentado de uno de sus miembros, la Policía descubrió cocaína y marihuana, cuya existencia desconocía el propietario».

Turbia previa

La noticia se refería a un suceso que se había producido tres semanas ants en Inglaterra, pero que no había saltado a la prensa hasta entonces. «'Scotland Yard' sospecha que la gira que realizan los Rolling Stones por Europa ha sido aprovechada por una red internacional de tráfico de drogas en su propio provecho. Esta sospecha se basa en el descubrimiento de drogas en el automóvil de uno de los miembros del famoso grupo 'pop'». El protagonista era Keith Richard, guitarrista del grupo, y la controversia había llegado después de que tuviera un accidente con su Bentley mientras conducía a toda velocidad por una autopista inglesa.

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Poco se decía del accidente en sí. El periódico solo informaba de que el impacto del vehículo había producido un muerto y que, «al examinar la policía el destrozado Bentley, encontraron cocaína y marihuana escondida en unas joyas y sus estuches». Richards dijo no tener «ni idea» de todo aquello. 'Scotland Yard' llegó entonces a la conclusión de que el grupo había sido víctima de una mafia que les había utilizado como 'camellos' involuntarios. «La Policía estima que ha podido ser fácil para los contrabandistas el colocar drogas en el equipaje de cortejo de los Rolling Stones, compuesto de cien personas y un elevado número de maletas y bultos».

Al parecer, no era la primera vez que sucedía aquello. Tal y como se recogía en un reportaje publicado por el diario inglés The Daily Mirror, ya había habido «antecedentes de haber sido usados los amplificadores de grupos musicales, así como los instrumentos, de escondrijo de drogas, sin que sus dueños se diesen cuenta». Las autoridades británicas iniciaron una investigación internacional ya que el grupo se encontraba en plena gira: nueve países europeos en treinta y cinco días. Aquello, por cierto, quedó en nada. ABC no volvió a informar del tema ese mes de junio y se centró en las mil y un apariciones y entrevistas del grupo.

Alegrías y tensiones

La de los Rolling fue una visita esperada y deseada. El grupo llevaba más de una década en la cima de la música y sus conciertos los disfrutaban decenas de millones de espectadores en cinco continentes. Acorde a su estatus, España preparó un escenario de iguales dimensiones. «El lugar, hasta este momento, es la Monumental de Barcelona. En un principio se habló de Salou, pero dificultades de tipo administrativo han hecho que Gay Mercader, organizador del recital, se decidiera al fin por Barcelona», explicaba algunos días antes Pardo. Con un aforo de casi 20.000 personas, la plaza de toros era idónea. Aquel día, serían sus majestades taurinas.

Aquello supuso también la ruptura de una amarga tradición: la de intentar traer a los Rolling a España sin éxito. Años llevaba la banda anhelando pisar las tierras españolas, y todos ellos sin éxito por culpa de sus promotores. «Es curioso saber que no son las exigencias económicas del primer conjunto mundial las que impidieron su presencia entre nosotros. Ellos no cobran una cantidad fija por su actuación, sino que exigen un porcentaje, elevado, eso sí, sobre la recaudación total», escribía ABC. La única condición era que el aforo superase las 20.000 almas; de llenarlo ya se encargaban ellos.

Fans de los Rolling Stones en el concierto de los Rolling Stones en el estadio Vicente Calderón de Madrid en 1982+ info
Fans de los Rolling Stones en el concierto de los Rolling Stones en el estadio Vicente Calderón de Madrid en 1982 - ABC

Sus satánicas majestades venían de llenar estadios en su gira norteamericana tan solo un año antes. Y eso, después de haberse visto obligados a sortear las solicitudes que habían arribado por correo para su actuación en Nueva York: más de medio millón. Los afortunados tuvieron el privilegio de pagar para disfrutar de su presencia en vivo. Fue uno de muchos ejemplos. «En Los Ángeles se agotaron 56.000 entradas en cuatro horas. Y en San Francisco la media de tiempo en la cola necesaria para lograr una entrada era de... ¡treinta y seis horas!», completaba Pardo. Con esos precendetes, no era extraño que los promotores se resistiesen a que se pasaran por España.

Con todo, ABC llamaba a la calma, pues en tierras rojigualdas ya se habían estrellado –siempre en sentido musical– grupos de la talla de The Beatles. «Si no hay un lleno hasta la bandera, puede que nuestros aficionados hayan de esperar otros diez años a que la crema del 'pop' cruce por nuestros escenarios en sus giras mundiales». Aunque todo hacía pensar que los Rolling Stones iban camino al éxito en tierras rojigualdas. «Por de pronto, setenta judokas y karatekas se encargarán de la vigilancia de la zona del escenario», explicaba el diario. Y nadie se gastaría el dinero en esa guardia pretoriana tan especializada si la Monumental no fuera a trasformarse en una olla a presión...

Concierto de los Rolling Stones en Barcelona en 2003+ info
Concierto de los Rolling Stones en Barcelona en 2003 - ABC

Los augurios no se cumplieron. De un aforo final de 18.000 plazas, acudieron 10.000 personas. Un paso algo discreto. La noche comenzó con los artistas elegidos para telonear a los Rolling Stones: Robin Trower y The Meters. Estos segundos fueron escogidos directamente por Jagger para acompañarlos durante toda la gira por Europa y Estados Unidos, tras quedar impresionado después de verles en directo. El primero, sin embargo, se indispuso a última hora y fue sustituido por el cantautor John Miles. Después, Jagger salió al escenario y saludó en catalán a los presentes.

Lo que le sobró al concierto fue pirotecnia, aunque no planificada. Poco antes de que se cerraran las puertas, la policía cargó contra más de tres mil personas que intentaban acceder al recinto sin entrada. Incluso lanzaron botes de humo para dispersar a la muchedumbre. La respuesta de parte del público fue arrojar botellas a las autoridades desde las gradas. El follón estaba servido. Al final, los agentes accedieron al corazón de la Monumental para detener aquella locura. «Cuando comenzó a sonar la primera canción del concierto, 'Honky Tonk Woman', se vieron botes de humo en las gradas del fondo. Los tiraban los grises que estaban patrullando fuera, debieron pensar que no llevábamos suficientes efectos especiales», afirmó después Mercader.

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