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El desaparecido barrio de las Injurias de Madrid

El Ayuntamiento ordenó derribar en 1906 esta miserable barriada en la que vivían 150 vecinos en condiciones infrahumanas

Los bomberos y agentes del municipio desalojando una casa del barrio de las Injurias+ info
Los bomberos y agentes del municipio desalojando una casa del barrio de las Injurias - Goñi
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Cerca de la estación de metro de Pirámides, al lado del Río Manzanares y del estadio Vicente Calderón, en una hondonada a la izquierda del Puente de Toledo, existía desde finales del S. XIX el que se conoció como barrio de las Injurias.

Era éste en realidad un poblado de unas cincuenta chabolas habitadas por unos 150 vecinos, en su mayoría obreros y pobres de solemnidad, que vivían en unas condiciones infrahumanas, imposibles de imaginar en la España de hoy en día. 'Blanco y Negro' describió estas casas como «desprovistas de condiciones higiénicas y en cercana vecindad con los gérmenes palúdicos del río y las miasmas del Depósito judicial de cadáveres».

«El alquiler de los cuartos de estas fincas suele de ser de 25 céntimos de pesetas diarios, y su abono se hace al día», añadía.

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El Ayuntamiento de Madrid decidió demoler en 1906 este «barrio infecto», como lo llamó Pío Baroja en su libro «Mala hierba». Ordenó desalojar las viviendas, sin ofrecer solución alguna a los que allí vivían.

El 11 de septiembre ABC daba cuenta de cómo las Injurias comenzaba a desaparecer bajo la acción demoledora de la piqueta municipal. «Los vecinos del barrio, en actitud mucho más pacífica de lo que se esperaba, aguardaban tranquilamente la llegada de los bomberos encargados del derribo de sus modestas viviendas. Algunos, no queriendo esperar aquel momento, cargaban con sus escasos enseres, trasladándose... ¡Dios sabe adónde!».

El éxodo. Una mudanza en el barrio de las Injurias+ info
El éxodo. Una mudanza en el barrio de las Injurias - Goñi

El barrio, alegre y bullicioso en otras ocasiones, infundía aquel día la más profunda tristeza. Desde la madrugada era considerable el número de curiosos que se había acercado a contemplar el desalojo. Según narró ABC, a las ocho de la mañana, llegó una sección de la guardia municipal montada y se situó a la entrada del barrio. Momentos después se personó el delegado interino del distrito de la Inclusa, seguido de algunas parejas del cuerpo de Seguridad. Acudieron después el teniente de alcalde del distrito, Santiago Gascón, el apoderado del dueño de las casas que formaban el barrio y el administrador de las mismas. Los vecinos fueron notificados de la orden de desahucio y ayudados por los bomberos, sacaron a la calle los muebles de las casas. «La primera desalojada fue la de Josefa María, una pobre viuda con dos niños. No opuso la menor resistencia. Una vecina de 54 años lloraba amargamente al ser lanzada de la casa en que había nacido».

A las doce, en las estrechas y malolientes calles del barrio solo se veían trastos viejos amontonados y algunas mujeres que lloraban desconsoladamente sin saber a dónde ir. Para colmo, comenzó a llover, estropeando los enseres depositados en la calle.

«El vecindario de las Injurias, no obstante su fama de levantisco e ingobernable -constató ABC- ha dado pruebas de una cordura sin ejemplo».

Por orden del alcalde y de los fondos de la Asociación Matritense de Caridad, a cada vecino se les entregó un duro para ayudarles en los gastos que les ocasionaba el traslado.

Noventa casas, de las 91 de la barriada quedaron desalojadas, cerradas y selladas. Las llaves fueron entregadas al alcalde de barrio. Solo quedó una habitada aquel día, la de un enfermo de reuma que iba a ser posteriormente trasladado al hospital, «donde se hallará mejor indudablemente», finalizaba ABC.

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