Decapitar la revuelta: la traición con la que la URSS volatilizó al líder checheno con un misil
El 21 de abril de 1996, Moscú localizó una llamada vía satélite de Dzhojar Dudáyev; acto seguido, varios cazas despegaron para decapitar de un solo golpe a la cúpula rebelde

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En 1996, Dzhojar Dudáyev llevaba una vida alejado de los focos por miedo a las represalias rusas. El líder checheno, uno de los más perseguidos por Boris Yeltsin, apenas disfrutaba de la luz del sol. Sin embargo, una maniobra rusa le obligó a mostrar su tez desde finales de febrero, tras un extraño alto el fuego proclamado desde Moscú. Todo era una trampa. El 21 de abril de ese mismo año, después de una reunión con un contacto enviado desde Rusia, la cabeza visible de la resistencia local llamó con su móvil vía satélite. Fue lo último que hizo. Pocos minutos después, varios aviones despegaron y arrojaron sendos misiles sobre su posición. Un golpe maestro, militar y político, del presidente ruso.
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Dudas iniciales
Hubo que esperar para conocer la noticia, cosas de la censura de unos y otros, pero la información salió a la luz cuatro jornadas después. «Confusión en torno a la posible muerte de Dudáyev en un ataque ruso en Chechenia», titulaba ABC el 25 de abril. La información había estallado una jornada antes de manos de un tal Ahmed Yarijánov, antiguo jefe de la delegación rebelde que había negociado con Moscú en 1995: «Dudáyev está muerto, no cabe la menor duda». Añadió que el siniestro atentado se había sucedido durante «un ataque de la aviación rusa contra un objetivo de la localidad de Gueji-Chu, a 30 kilómetros de Grozni, donde el líder se hallaba reunido con su guardia pretoriana.
A partir de ahí comenzaban las dudas. En el cuerpo de la noticia se explicaba que Saipudi Jasanov, el representante en Moscú del líder rebelde, había desmentido de forma categórica la muerte: «Sigue vivo y trabajando a un ritmo normal». En un encuentro con los líderes internacionales, el gerifalte insistió en que había hablado personalmente com Dudáyev ese mismo lunes, por lo que era imposible que los rusos hubieran acabado con él el domingo.
Los grandes oficiales siguieron su estela. O más bien apostaron por el silencio, como bien desveló el periodista de ABC en el extenso reportaje: «El corresponsal en Chechenia de la televisión privada rusa NTV habló con varios comandantes chechenos y ninguno mencionó su nombre». ¿Quién mentía? Imposible saberlo, aunque la sombra de Yeltsin sobrevolaba igual que el misil que había impactado contra el enemigo del Kremlin.
+ infoNo fue hasta el jueves 25 de ese mismo mes cuando ABC corroboró que Dudáyev había muerto a manos del Kremlin. «La suya es una cabeza que vale su peso en oro», escribió J. Cierco, corresponsal de este diario en Pekín. Para entonces los planes de Yeltsin habían salido ya a la luz. «La oferta de paz tenía truco. Cuando el presidente anunció a bombo y platillo el alto el fuego en Chechenia y la apertura de negociaciones, le estaba tendiendo una trampa al general». Fue perfecto. Si hasta entonces el jefe rebelde se movía de noche –nunca dormía bajo el mismo techo y apenas salía durante el día para evitar ser localizado por los rusos–, aquello le obligó a cambiar.
Maquiavélico atentado
El movimiento de ajedrez del Kremlin obligó al líder separatista a hacer declaraciones, a mantener reuniones con su estado mayor, a tener entrevistas con negociadores rusos y, por descontado, a estar pegado a su teléfono vía satélite. Cosas de los años noventa. La tecnología fue la que le mató. El 21, los soviéticos captaron la emisión móvil y comunicó a la aviación dónde se hallaba Dudáyev. Curiosamente, el político había recibido una llamada de Moscú, la trampa perfecta. Acto seguido, una escuadrilla despegó y arrojó su temible carga mortal sobre la residencia del checheno. Los cohetes dieron cuenta de su vida. «Esta vez, los rusos atinaron en el centro de la diana», explicó Cierco.
Junto a él cayeron varios de sus asesores y familiares. «Estaba junto a su mujer, varios asesores y escoltas y un misterioso alto representante de Moscú. Dudáyev, Yaniyev, Jamad Kurbanov y el funcionario ruso salieron al claro de un bosque para orientar su antena del teléfono satélite y efectuar una llamada. En ese mismo instante, un mísil tierra aire cayó sobre ellos», desvelaba ABC. Al parecer, todos fallecieron en el acto salvo el líder checheno, que vivió lo suficiente para dar su última órden: «¡Acabad lo que hemos empezado!». Por entonces se barajó la posibilidad de que el enviado ruso hubiera sido un cebo sacrificado por Yeltsin; aunque también que un chivato.
+ infoComo buena parte del planeta, Cierco estaba convencido de que Moscú había urdido un maquiavélico plan para abatir a Dudáyev. Más concretamente, la idea que se extendió fue que el presidente ruso había acabado con él para ganar unos millones de votos en las próximas elecciones. «Cazado el lobo checheno gracias a esta 'cláusula secreta' del plan de paz ideado por el Kremlin –dicha cláusula estipulaba la imperiosa necesidad militar y política de aniquilar físicamente tanto a Dudáyev como al resto de dirigentes independentistas–, Boris Nikolayevich tiene ahora, en su particular bandeja de plata, una cabeza que no tardará en mostrar su electorado y que vale su peso en oro».
+ infoLo que no se puede negar es que el presidente ruso cumplió su promesa. Y lo hizo, como bien explicó ABC, después de llevar un año y medio burlando a la justicia. «A menos de dos meses para las decisivas elecciones presidenciales, el enemigo público número uno del Kremlin fue ayer enterrado en Shalachi», añadía este diario.
El ataque fue analizado por columnistas como Alejandro Muñoz-Alonso. El periodista de ABC insistió en que, «con la 'telemuerte' del líder checheno, Yeltsin ve realizada la más acuciante de sus obsesiones de los últimos meses y, posiblemente, consigue una baza importante para la campaña electoral».
En Chechenia, la muerte fue recibida con ira. Al parecer, por una ancestral tradición local que mandaba a la familia de una persona muerta de forma violenta vengarse sin demora. «Por eso, desde ayer, una vez confirmado el fallecimiento de Yojar Dudáyev, la vida de Boris Yeltsin corre más peligro que nunca», informó ABC.
El presidente, que tenía que recorrer media Rusia para las campañas presidenciales, tomó nota de ello y redobló su seguridad. «La familia tiene claro su objetivo. Los partientes del que fuera primera general del Ejército Rojo no estarán solos. El pueblo norcaucásico ha jurado vengar la muerte de su máximo dirigente tras los tres días de luto decretados en la república», determinaba este diario. Por suerte para él, no le pasí nada.
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