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Las críticas de John Wayne a los más jóvenes: «Los hombres de ahora son muy blandos»

El veterano actor de Hollywood escribió un artículo que publicó ABC en 1971 que cuando él desapareciera habría muerto «la época del hombre de pelo en pecho»

El actor John Wayene sostiene el Oscar con el director de cine Howard Hawks+ info
El actor John Wayene sostiene el Oscar con el director de cine Howard Hawks
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A sus 64 años, John Wayne había sacudido a cientos de cowboys y maleantes de toda ralea en más de un centenar de películas. Siempre lo había hecho él mismo, con sus propios puños, pero las cosas estaban cambiando en el mundo del cine. «Los actores de hoy son muy blandos», aseguró el rudo actor de metro noventa y tres en un artículo que escribió en 1971 y que ABC publicó en exclusiva en España. El hombre más temido del Oeste estaba convencido de que cuando él desapareciera habría muerto «la época del hombre de pelo en pecho».

«Siempre hay tipos que me retan a una lucha. Entonces me pongo a jurar como un condenado y cuando saco el pecho se acoquinan.

Suele dar resultado. ¡Y cuando no lo da, lucho!». Ése había sido siempre el modus operandi de John Wayne, pero se daba cuenta de que los tiempos eran distintos a principios de los años setenta. «Ahora los hombres sólo son duros hasta donde les obliga la competencia».

Cuando él empezó, en 1935, después de haber jugado al rugby en la Universidad, «uno tenía que saber usar los puños ante las cámaras, así como montar a caballo y hacer por sí mismo las escenas más arriesgadas, pero los actores de "western" de hoy día -los pocos que van quedando- son... BLANDOS», escribió destacando en mayúsculas la última palabra.

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Ponía el ejemplo de «un buen chico como Robert Stack», conocido por la serie de televisión Los Intocables, que iba «limpio» era un buen actor, «el tipo que les gusta ver a los niños», pero que «si hubiera vivido en los verdaderos tiempos de Capone, Dillinger y los Intocables habrían barrido las calles con él». Y lo mismo sucedía, a su juicio, con «todos esos héroes y detectives privados. Yo creo que representan la clase de símbolo que pide el público actual».

«Francamente, cuando yo y otros cuantos de la vieja guardia hayamos desaparecido de la escena habrá muerto la época del hombre de pelo en pecho», aseguraba al ver cómo había cambiado el mundo. «Los chicos se divierten con juegos de pelota y yates, beben Coca-Cola, compran flores y leen las cotizaciones de Bolsa», se lamentaba.

James Cagney y George Raft eran, en opinión de John Wayne, buenos actores, que hicieron creer al mundo que constituían serias amenazas. «Pero, en realidad, son unos señores que arrastran vidas asépticas. No se ajustan a mi idea del tipo duro», apuntó.

Él recordaba a Humphrey Bogart bebiéndose un whisky y comiéndose después el hielo durante un desafío. «Eso es ser duro -decía-. Absurdo, pero duro». A Johnny Garfield, que «no era muy corpulento, pero sabía usar los puños». O a su compañero, el fallecido Ward Bond, que «podía hacer toda clase de demostraciones de fuerza» y «se sentía orgulloso de su físico; así es como hay que ser si uno quiere mantenerse en forma».

Claire Trevor y John Wayne en «La Diligencia»+ info
Claire Trevor y John Wayne en «La Diligencia»

«Un hombre, que de verdad lo sea, no necesita ser muy grandullón, aunque a veces ayuda», admitía el protagonista de «La diligencia», «Río Rojo» o «La legión invencible». A su juicio, Sinatra podía ser temible cuando quería y también Marlon Brando era un duro, aunque «está ahora domesticado», decía.

John Wayne siguió nombrando a otros actores como Richard Boone, Roy Rogers, Robert Mitchum, Burt Lancaster, Kirk Douglas y George Montgomery. Tipos musculosos, pero según su criterio «más bien hombres de negocios».

«Por lo que yo sé, los tipos como Elvis Presley, Tiny Tim y Los Beatlessaben desenvolverse muy bien», aunque despertaban «otra clase de interés, con sus pantalones ajustados, sus largos cabellos y ademanes estrafalarios».

El mítico actor hizo un pequeño inciso en su artículo para confesar algunos detalles sobre su vida, como que solía beber mucho, pero jamás mientras trabajaba, o que fumaba sin parar, hasta que tuvo problemas con los pulmones. Su encuentro con el cáncer había sido «endemoniadamente serio». «Me faltó poco para irme al otro mundo», escribió ocho años antes de su muerte. Tuvo que someterse a dos complicadas operaciones en apenas cinco días y aunque en las fechas en que escribió estas líneas ya no podía trepar una colina como antes, creía que todavía no le llamaban desde arriba. «Me siento enormemente agradecido por el privilegio de seguir viviendo», subrayó.

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Dicho esto, continuó explicando que Texas era tal vez la única región donde quedaban hombres duros por aquel entonces. «Es el campo abierto, el aire puro y el ser todo tan grande lo que les da esa vigorosa confianza en la vida. Cuando se pasea por las calles de Nueva York, de Los Ángeles, Londres o París, nunca se ve nada parecido», consideraba.

La culpa, pensaba John Wayne, era de su generación. «No es bueno ser tan indulgente. Nos han calentado la cabeza diciéndonos: "¡Dejad que los jóvenes hagan lo que quieran!" Pero yo no estoy de acuerdo. Todo el mundo necesita disciplina. Y su falta ha originado la situación actual. Todas las personas que han alcanzado el éxito son gentes disciplinadas que saben "controlarse" a sí mismas. Y el mundo se está volviendo loco porque es incapaz de afrontar la realidad».

«Bueno, quién sabe... tal vez estemos entrando en una era mejor -continuó John Wayne-. Quizá, el tipo de hombre de ahora sea el más adecuado. Atiende a sus negocios, se acuesta temprano y ahorra dinero. ¡Pero a mí no me va eso! Nunca me ha ido... ni me irá jamás».

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