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La espantosa catástrofe del «Sirio», el «Costa Concordia» de Cartagena

El capitán, que se lucraba embarcando pasaje de forma ilegal, abandonó con los oficiales el barco y murieron al menos 242 personas

El vapor italiano «Sirio» que naufragó en los bajos de las Hormigas+ info
El vapor italiano «Sirio» que naufragó en los bajos de las Hormigas - ABC
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De «espantosa catástrofe» calificó ABC la tragedia que acababa de ocurrir el 4 de agosto de 1906 en aguas próximas a Cartagena y de la que este periódico informó el primero, adelantándose incluso al telégrafo oficial del Gobierno. El vapor italiano «Sirio» se había hundido en los bajos de las Hormigas, cerca de Cabo de Palos, con cientos de emigrantes a bordo. Al menos 242 personas perecieron en el naufragio, aunque la cifra real puede que se elevara al doble. La investigación posterior del siniestro llevada a cabo por una comisión italiana reveló que el capitán Giuseppe Piccone y la tripulación llevaban tiempo lucrándose con el embarque clandestino de emigrantes que pagaban cuanto tenían para viajar a América.

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El vapor de la Compañía general de Navegación italiana había zarpado de Génova el 2 de agosto con destino a Pernambuco (Brasil) y Montevideo (Uruguay).

Tras hacer escala en Barcelona, donde embarcaron 50 españoles, navegaba hacia Cádiz para recoger allí a los últimos pasajeros antes de atravesar el océano Atlántico. El buque, de 115 metros de eslora y construido en 1883, tenía capacidad para 1.300 pasajeros. En el momento del naufragio conducía a unas 800 personas, la mayoría de ellas emigrantes hacinados en tercera clase, que abandonaban Europa con sus familias en busca de un futuro en el continente americano.

Ésos eran los datos que constaban en el recuento oficial del barco, pero debía de llevar a muchos más a bordo porque se sabe que el «Sirio» había fondeado frente a Alcira para embarcar a más pasaje de forma ilegal y tenía previsto hacer lo mismo en Águilas, Almería y Málaga. «En el momento de su hundimiento es probable que doblara la cantidad de pasajeros declarada por el capitán Giuseppe Piccone, un viejo lobo de mar con más de 46 años de servicio a sus espaldas», relata Luis Mollá en «Eso no estaba en mi libro de Historia de la Navegación».

Los bajos de las Hormigas, vistos desde el faro de Cabo de Palos+ info
Los bajos de las Hormigas, vistos desde el faro de Cabo de Palos

Aquel 4 de agosto, sábado, la mar estaba en calma y hacía buen tiempo. Los pasajeros descansaban tras el almuerzo cuando, de pronto, a las cuatro de la tarde el barco embarrancó, al parecer por un exceso de confianza del capitán. Según el relato del corresponsal de ABC, el choque de la proa contra el bajo «fue violentísimo e inmediatamente la popa se sumergió, invadiendo las aguas todas las cámaras y compartimentos de aquella parte del buque». El barco siguió hundiéndose con rapidez y en pocos minutos desapareció entre las aguas arrastrando consigo a numerosos pasajeros que no tuvieron tiempo de ponerse a salvo.

El capitán Piccone
El capitán Piccone

En medio de la confusión el capitán Piccone, como décadas después haría el del Costa Concordia, huyó en un bote con los oficiales y parte de la tripulación, abandonando a los infelices pasajeros a su suerte. «A esta incalificable conducta del comandante y los oficiales del Sirio, conducta que está siendo objeto de unánimes y durísimas censuras, se debe que fuera mucho mayor el número de víctimas», subrayó este periódico.

El pánico se apoderó del barco. Enloquecidos y aterrados, los pasajeros corrían de un lado a otro sin que nadie les indicara qué debían de hacer. Todos gritaban. Unos lloraban. Otros blasfemaban. Un testigo refirió en ABC detalles horribles de la catástrofe: «Hombres y mujeres peleaban a golpes, a puntapiés y a mordiscos. Junto a mí, un hombre alto y fornido derribó al suelo de una patada en el vientre a una joven, casi una niña, para quitarle un salvavidas... Delante de la chimenea, apoyándose en ella, un hombre bien portado se disparó un revólver en el cráneo... Otro joven, un muchacho de unos veinte años, forcejeando con un sacerdote que asido a una cuerda descendía al mar, logró quitarle el cinturón de salvamento y se alejó flotando mientras el sacerdote anciano se hundía en el agua para siempre».

«Nadie desataba los cabestrantes de los botes invadidos por la multitud. Vi cortar unas cuerdas con tan poca destreza, que uno de los botes quedó colgando y asidos a él unas cuantas mujeres y un niño. Todos cayeron al mar», continuaba este pasajero que confesó haber peleado con otros con rabia feroz. «Allí no había hombres ni mujeres, sino una manada de lobos acometiéndose a dentelladas (...) para conseguir lanzarse sobre las lanchas que acudían a nuestro socorro».

Grupo de náufragos del «Sirio» a bordo del vapor «María Luisa» que los salvó
Grupo de náufragos del «Sirio» a bordo del vapor «María Luisa» que los salvó

El corresponsal de este periódico, que firmaba como Montserrat, embarcó en el remolcador de las obras del puerto de Cartagena hacia el Cabo de Palos junto con el secretario de la Junta de obras del puerto, el teniente alcalde Francisco Jorquera y otros reporteros. Llevaban víveres para los náufragos que habían logrado llegar a las playas y se encontraban sin alimentos ni ropas. El secretario del Viceconsulado de Italia ya había partido en otro remolcador con material y personal sanitario. Y en tren especial salieron el alcalde, el director de los servicios municipales de higiene y varios médicos con material sanitario.

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Montserrat regresó horrorizado. «Es imposible describir las escenas de horror y de tristeza que hemos presenciado quienes acudimos en los primeros momentos al lugar de la catástrofe», decía. Una mujer que había perdido a sus tres hijos pequeños había enloquecido de dolor y otros muchos que vagaban por las playas con la impresión de lo ocurrido en su semblante.

El «Vicente Lacomba», que participó en el salvamento de los náufragos del «Sirio»+ info
El «Vicente Lacomba», que participó en el salvamento de los náufragos del «Sirio»

Varios vapores extranjeros y uno español pasaron cerca del lugar, sin acudir al auxilio de los infortunados del Sirio, como sí hizo el barco «Joven Miguel», que recogió a más de 300 personas y a punto estuvo de naufragar en el rescate. El laúd «Vicente Lacomba» o el vapor «María Luisa», que llevó a Alicante a una treintena. Otros barcos de pesca también prestaron su ayuda secundando al «Joven Miguel» en el salvamento.

Entre los héroes de aquel día, ABC destacó al patrón del «Joven Miguel» Vicente Buigues o al Tío Potro, que fue uno de los primeros en acudir al lugar del siniestro con su viejo y desvencijado barco y rescató a 65 náufragos.

El Tío Potro, anciano pescador que se distinguió en el salvamento+ info
El Tío Potro, anciano pescador que se distinguió en el salvamento

También refirió los casos de supervivientes que se arrojaron al agua para salvar a otros que estaban en peligro o el del religioso benedictino que en lugar de intentar salvarse se dedicó a auxiliar a los demás en la cubierta del Sirio. En la primera noche, aún flotaban en las inmediaciones del barco numerosos cadáveres, que el mar fue devolviendo a tierra en los días que siguieron.

Hubo rescates milagrosos, como el del niño que se salvó asido al cadáver de su madre, y en Cartagena, a donde fueron trasladados la mayoría de los supervivientes, se pudieron ver emocionantes escenas de reencuentro entre familiares que se creían fallecidos.

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La ciudad se volcó en ayudar a las víctimas con ropas, alimentos y dinero. En la Plaza de Toros de Cartagena, un grupo de personas saltó al ruedo tras la lidia del tercer toro con un cartel que rezaba: «¡Cartageneros, una limosna para los náufragos» y el público aplaudió estruendosamente y arrojó hasta 2.000 pesetas a la arena. Los toreros contribuyeron también con un generoso donativo y Bienvenida cedió parte de su sueldo.

Tras el espanto, todos se preguntaban cómo pudo haber ocurrido la tragedia. Los bajos de las Hormigas estaban perfectamente señalados en los mapas y el barco italiano era veterano en la ruta a América y había pasado innumerables veces por el lugar. «La temeraria desviación de la derrota que terminó por encallarlo y hundirlo se debió al intento de recuperar el tiempo perdido en el fondeo de Alcira y a la búsqueda de alguna otra playa en la que hacer más lucrativo el repugnante negocio del capitán», resume el capitán de navío Luis Mollá.

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