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Henri Landru, el sádico «Barba Azul» francés que descuartizó al menos a 11 mujeres

La Policía elevó las posibles víctimas de este asesino en serie por encima de las cien

Henri Landru, el «Barba Azul» francés, ante el jurado+ info
Henri Landru, el «Barba Azul» francés, ante el jurado
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Una Francia que comenzaba a recuperarse de los horrores de la Primera Guerra Mundial asistió asombrada al juicio del que la prensa llamó el «Barba Azul francés» o el «moderno Barba Azul». Henri Landru era un hombre pequeño, calvo, algo cargado de hombros, de nariz prominente, ojos hundidos, anchas cejas y de poblada barba. No era desde luego un hombre guapo, ni siquiera atractivo, pero durante cinco años sedujo y estafó a 293 mujeres. Al menos 11 de ellas fueron asesinadas, descuartizadas e incineradas.

«Tenía un don de hacerse amar al que nadie podía resistirse», aseguraba la joven Fernanda Segret, superviviviente de los idilios de este monstruo.

Landru se había casado con su prima, con quien tuvo cuatro hijos.

Antes de la Primera Guerra Mundial había sido encarcelado por diversos delitos, uno de ellos una estafa de 20.000 francos a una viuda. Durante el conflicto bélico, este «moderno Barba Azul» comenzó a publicar anuncios en los periódicos en los que se presentaba como un viudo de cuarenta y tantos años, con dos hijos y solvente. Eran escasos los buenos partidos como aquél, por lo que numerosas mujeres respondieron. De manera minuciosa este asesino en serie estudiaba las posibilidades de rentabilizar sus idilios, que fueron muchos.

Alquiló una casa en la que cometió sus crímenes. Y al mismo tiempo siguió con su vida, visitando asiduamente a sus hijos y haciendo generosos regalos a su esposa. La confusión de la guerra le ayudó en la comisión de sus espantosos crímenes, pero al terminar, algunos familiares comenzaron a preguntar por sus parientes desaparecidas. La hermana de una de ellas alertó al inspector Belin, que tras diversas pesquisas detuvo a Landru el 11 de abril de 1919. En su casa encontraron numerosos huesos, cenizas, piezas dentales de oro y una agenda que fue su perdición. Se consiguió constatar el asesinato de once mujeres, aunque la policía elevó las posibles víctimas por encima de las cien.

Su juicio fue seguido en todo el mundo. Por parte de ABC, el escritor Enrique Gómez Tible, conocido como Enrique Gómez Carrillo, quien ejerció de corresponsal en París desde 1921 hasta su muerte en 1927. En una de sus crónicas se preguntaba asombrado: «¿Cómo es posible -pregunta todo el mundo, en los instantes de serenidad filosófica-que el monstruo que ha matado a una docena de seres humanos, no inspire ni horror, ni repugnancia, ni espanto, sino, al contrario, una especie de simpatía burlona?».

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Lo cierto que este monstruo no suscitó la repugnancia que sus horribles crímenes debieran, y que incluso llego a inspirar a Chaplin su película «Monsieur Verdoux», en la que los asesinatos eran poco menos que graciosas complicaciones de vodevil. Aunque fue condenado a muerte y guillotinado el 25 de febrero de 1922. Conservó hasta el final la pasmosa serenidad con la que cometió todos sus crímenes.

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