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El artículo que Emilia Pardo Bazán escribió con un pie en la tumba

ABC publicó de forma póstuma un texto dedicado a Juan Valera que la ilustre escritora redactó pocos días antes de morir

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Emilia Pardo Bazán, ante su mesa de trabajo en 1918 - Alba
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Pese a la edad que figuró en su esquela, Emilia Pardo Bazán no había cumplido aún los 70 años cuando le sorprendió la muerte. «El domingo se sintió algo indispuesta, pero no le dio importancia, por tratarse, aparentemente, de un simple constipado», contaba ABC, pero su salud se agravó por la diabetes que padecía y el jueves 12 de mayo de 1921, a las doce de la mañana, la ilustre escritora fallecía en el palacete de Pozas de Madrid, en la calle Princesa, donde residía desde 1915.

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Días antes, la condesa de Pardo Bazán había enviado a la redacción de este periódico el artículo que debía publicarse en la segunda quincena del mes. «Ya que por el propósito de erigirle otro monumento en Madrid (el primero álzase en Cabra, villa natal de D.

Juan Valera), ha venido a ser de actualidad el autor de "Pepita Jiménez", recordémosle, sin entrar en el análisis detenido de sus obras, aquí imposible», comenzaba el texto sobre «El aprendiz de helenista» que la autora de «Los pazos de Ulloa» remitió al diario antes de caer enferma.

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Al día siguiente de su muerte, ABC publicó este escrito, el último artículo de Emilia Pardo Bazán que vio la luz en España, con un sentido encabezamiento: «Nos honramos publicando el último artículo escrito por nuestra insigne colaboradora, quien al escribirlo hace muy pocos días, no pudo imaginar que sería su obra póstuma».

Escena familiar de doña Emilia Pardo Bazán+ info
Escena familiar de doña Emilia Pardo Bazán

Nada en aquel texto hacía prever que fuera el último publicado de esta «creadora de caracteres, descriptora de paisajes, dialoguista insuperada, narradora comunicante de la emoción», así como «crítica, erudita, conocedora de las problemas filosóficos y pedagógicos y cronista excelsa», como la calificó aquel mismo día el escritor José Ortega Munilla.

Pardo Bazán desplegó su talento ante la figura de Juan Valera, «un "clásico" del habla» como todo aquel que maneja y domina un idioma enriqueciéndolo y un «clasicista», es más, «el último clasicista, sino el último humanista».

La escritora se limitó a describir las aportaciones del autor de «Pepita Jiménez» o su estoicismo ante la ceguera, sin hacer memoria de las «ideas cerradamente antifeministas» de Valera, que «no era en este particular helenista, sino semita puro».

La condesa de Pardo Bazán+ info
La condesa de Pardo Bazán

«Seamos justos: D. Juan no ocultaba su manera de pensar respecto a la mujer, y no pocos piensan, más desdeñosamente aún; y no lo confesarían, por no parecer atrasados ni anticuados», finalizaba la condesa de Pardo Bazán. Eran las últimas palabras que firmaría esta prolífica autora en la prensa española.

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En ABC llevaba escribiendo desde 1918 (publicó 41 artículos) y en «Blanco y Negro» desde que publicó su cuento «Pena de muerte» en 1896. Estas cabeceras fueron la vía para dar a conocer un buen número de artículos y relatos, una serie de semblanzas hagiográficas de santos que después su hija Carmen recopilaría en el libro «Cuadros religiosos», o su novela corta «La serpe», que ilustró el maestro Narciso Méndez Bringa, como en tantas otras colaboraciones de la escritora gallega.

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Pardo Bazán colaboraba con varios periódicos «y sin distinción de matices», como explicó al periodista de «Blanco y Negro» Ramón Martínez de la Riva cuando le abrió las puertas de su casa en noviembre de 1918. Por entonces trabajaba en una obra sobre América en época de Hernán Cortés que iba a titular «Leyenda de oro», con las ideas que expuso en París en 1898 en la Sociedad de Conferencias.

Escribía en una máquina de escribir que destacaba sobre la enorme mesa de su gabinete, «entre varios libros, una escribanía de plata, un jarroncito de flores y un aparato de luz eléctrica». Junto a esta mesa de trabajo, y después junto a un tapiz del siglo XV que representaba una danza macabra, discurrió la conversación con Martínez de la Riva en la que la condesa habló de la guerra y la literatura, de las mujeres y la política.

«Esta Patria nuestra, que se creyera tan viril, ha sido formada y penetrada por dos espíritus femeninos, Isabel la Católica y Santa Teresa», sostenía. Puede que también por el suyo.

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