Archivo

El artículo de ABC sobre la Monarquía que enfureció a Franco

Este periódico fue secuestrado en 1966 y Luis María Anson tuvo que abandonar España

Fuente De, en la comarca de Liébana, Cantabria, 12/9/1966. Francisco Franco en la inauguración del Parador Nacional de Turismo y el teleférico de la localidad cántabra.+ info
Fuente De, en la comarca de Liébana, Cantabria, 12/9/1966. Francisco Franco en la inauguración del Parador Nacional de Turismo y el teleférico de la localidad cántabra. - ARC
ABC
Actualizado:

La nueva Ley de Prensa e Imprenta , que suprimía la censura previa, apenas llevaba cuatro meses de andadura en 1966 cuando ABC publicó un artículo sobre «La Monarquía de todos» firmado por Luis María Anson, que hizo que Franco montara en cólera. Según testimonio de su biógrafo Francisco Salvado-Araújo el general calificó a Anson como «el mayor enemigo del Régimen» y escribió en su diario : «Después de una guerra de tres años con cerca de un millón de muertos y media España destruida, no se le ocurre a este señor otra cosa que la salvación de España está en una Monarquía Democrática».

+ info
Fraga, en las Cortes en 1966

El propio artífice de la nueva ley de Prensa, Manuel Fraga Iribarne confesó en su libro «Memoria breve de una vida pública» (Planeta, 1980) que aquel artículo le provocó el «primer disgusto serio» al incidir «gravemente sobre el tema tabú de la sucesión».

ABC fue secuestrado. La Policía recogió los ejemplares del periódico en Madrid y la Guardia Civil en los pueblos.

«El motivo de esta decisión de las autoridades es el contenido del artículo que el periódico publica en la primera página de texto, titulado "La Monarquía de todos". Agentes y coches-patrullas han recorrido los puestos callejeros de periódicos y retirado de la venta todos los números de ABC», informó la agencia gubernamental Cifra. Según afirmó José Antonio Novais en «Le Monde», se hicieron más de un millón de fotocopias del artículo.

Anson fue procesado y, aunque finalmente el caso fue sobreseído, tuvo que abandonar España y trabajar durante un tiempo como corresponsal en Hong Kong y enviado especial a las guerras del Congo y Vietnam.

+ info

He aquí el artículo íntegro de «La Monarquía de todos» que se arrebató a los españoles en 1966:

«En la vieja Europa de las experiencias y de las sabidurías políticas, una serie de países avanzados, de alto nivel de vida, que han hecho una reforma social justa y han distribuido la riqueza de manera equitativva, sin necesidad de revoluciones armadas, ni de sangre; que, en fin, gozan de libertad en medio de paz prolongada y de ejemplar estabilidad política, son Monarquías: Suecia, Noruega, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Inglaterra... Con esto no quiero negar la existencia de repúblicas justas y estables, sino sencillamente subrayar un hecho incuestionable: la Monarquía es un sistema que responde a las exigencias de la más avanzada modernidad social y política, y no sólo no entorpece el progreso y la libertad, sino que, por el contrario, los favorece al máximo. De ahí se deriva, tal vez, la profunda popularidad de la institución monárquica en los países europeos que disfrutan de ella, en todos los cuales, por cierto, han gobernado o gobiernan los socialistas. Que en Bélgica, en Dinamarca e Inglaterra el pueblo está con la Monarquía, nadie puede dudarlo. Por eso toda la propaganda antimonárquica desbordada en España por ciertos sectores de demagogos enraizados en ideologías más o menos totalitarias, y torpemente planteada sobre pintorescas imágenes de pelucas, marqueses empolvados, rigodones y explotación del pueblo, se desmorona como un castillo de arena ante la realidad de la Europa de hoy.

Mirando hacia Noruega o Suecia resulta verdaderamente difícil convencer a nadie de que la Monarquía es un sistema atrasado que utilizan los poderosos para exprimir al pueblo y privarle de la libertad y de su derecho a intervenir en la vida pública. Aún más, es cierto que algunas de las monarquías derribadas desde la crisis de la gran guerra se han convertido, tras pruebas durísimas, en repúblicas libres: la Alemania partida en dos, Austria, Italia, donde si gana el partido de la oposición se terminaría la democracia. Pero la mayor parte de los países europeos que perdieron sus monarquías no lo hicieron en favor de la libertad, sino que, tras breves periodos republicanos, desembocaron en dictaduras. Así, Rusia, Hungría, una parte de Alemania, Yugoslavia, Albania, Rumanía, Polonia, Bulgaria. En Portugal y España, la caída de la Monarquía y la República consiguiente concluyeron en regímenes autoritarios occidentalistas. Hoy, en fin, libertad y Monarquía en Europa se identifican. Y eso no lo puede negar nadie. Conviene tener en cuenta todas estas consideraciones ahora que se habla tanto en España de Monarquía. Porque la Monarquía en sí misma quiere decir poco. Si interesa a los españoles es en función de que cumpla una serie de condiciones: las mismas que satisfacen las monarquías europeas, según ha señalado certeramente Carlos Ollero en su reciente y gran discurso académico. Habrá diferencias de matices y de tal o cual estructura, poque las circunstancias son también diferentes, pero, en líneas generales, la Monarquía española no podrá ser muy distinta a la belga, la noruega o la danesa. Desde 1945 el Régimen español -poco propicio a la permeabilidad- ha experimentado una evolución de noventa grados. Basta leer los discursos y los periódicos de entonces y los de ahora para comprobarlo. ¿Cómo se puede pretender entonces que dentro de veinte años la Monarquía sea igual que el Régimen, hoy? El inmovilismo, sobre todo después del ejemplo del Concilio, es imposible, la evolución se impone y la Monarquía española, incorporada en el futuro, económica y políticamnte a Europa de form casi inevitable, será, en líneas generales, como son las otras monarquías europeas, con sus inconvenientes, pero con todas sus inmensas ventajas de paz, continuidad, progreso económico y libertad.

+ info
Don Juan de Borbón en Villa Giralda en 1969 - Jaime Pato

Por eso, en España los caminos políticos conducen a la Monarquía de Don Juan , que es la Monarquía a la europea, la Monarquía democrática en el mejor sentido del concepto, la Monarquía popular, la Monarquía de todos. En unos meses, desde Serrano Suñer a Tierno Galván , las principales figuras políticas españolas de numerosas tendencias han hecho declaraciones públicas en favor de Don Juan. Hace unos días hablaba yo con Hermenegildo Altozano, el político de más porvenir que tiene el Opus Dei, de este hecho significativo: en la cena que, con motivo de la onomástica del Jefe de la Casa Real Española, se celebró el 23 de junio pasado en Madrid, se encontraban presentes no sólo los sectores tradicionalmente conservadores y monárquicos desde Arauz de Robles y su grupo de carlistas a Joaquín Satrústegui y sus liberales, sino también -y esto es lo más significativo- los representantes de ideologías en otro tiempo hostiles a la Monarquía. Así, Villar Massó y sus socialistas, Federico Carvajal y los suyos. Así, Dionisio Ridruejo y su grupo, los socialistas de Tierno y republicanos históricos como el magnífico Prados Arrarte o Félix Cifuentes , hombre de mente extraordinariamente fría y lúcida. Así, el equipo de la "Revista de Occidente", con José Ortega a la cabeza, sin que faltara Aranguren, ni las adhesiones de Laín y Marías . Mención aparte, por cierto, para algunos sectores del grupo de democracia cristiana, centro de equilibrio de la vida política española, con hombres de calidad humana y la inteligencia de Moutas, Adánez, Barros de Lis, Juan Jesús González, Guerra Zunzunegui. En la mesa donde yo cenaba estaba Miguel Ortega, hijo de Ortega y Gasset , miembro del Consejo Privado de Don Juan y, viéndole yo pensaba: "Lo importante de esta noche no es la presencia de los grupos conservadores, de los grupos que el 18 de julio sustentaron el Régimen actual, y cuyos nombres sería demasiado largo enumerar ahora. Lo importante es que se encuentren en un acto en honor de Don Juan los que derribaron a su padre, los que dijeron "delenda est Monarquia" y hoy, con un patriotismo admirable y una honestidad intelectual ejemplar, dicen: "La Monarquía debe ser construida". Así se podrá cumplir el deseo clarividente del Jefe del Estado cuando al impedir a Don Juan incorporarse al frente durante la guerra afirmó que no debía pertenecer a los vencedores ni a los vencidos para poder ser un día el Rey de todos los españoles. Pensaba yo esto y pensaba también en la postura ejemplarísima de don Juan Carlos cuando un periodista indiscreto le habló de sus posibilidades al Trono y el Príncipe hizo esta declaración perfecta, recogida en la revista "Time" de 21 de enero de 1966: "Nunca, nunca aceptaré la Corona mientras mi padre esté vivo".

La Monarquía de Don Juan, pues, que es la del sentido común, significa la sucesión al Régimen sin alteraciones de la paz y del orden. No la convirtamos por cuestión de matices bizantinos en un problema más, sino en un lugar común de convivencia para que los españoles de todas las tendencias puedan abordar pacíficamente la solución de los problemas de España. La Monarquía permanece en Inglaterra, en Bélgica o en Dinamarca porque es útil, mucho más útil que la República. No podemos actuar de espaldas a los tiempos que vivimos, y por eso es necesario, aun a costa de sacrificar matices o posiciones de grupo, ensanchar las bases de nuestra Monarquía. Porque la Monarquía no puede ser excluyente, como lo fue la República. De cara al futuro no hay más Monarquía posible que la Monarquía de todos, al servicio de la justicia social ly de los principios de derecho público cristiano».