Los años de pesadilla de 'El Lobo', el espía de Franco que decapitó a ETA: «Sacaron los ojos a tres chicos»
Pocos conocen el rostro de Mikel Lejarza, aunque toda la sociedad ha escuchado sus peripecias; en 1995, el agente del SECED que se infiltró en la banda terrorista concedió una entrevista a ABC
La historia de ETA en cifras: 853 asesinatos, 3.500 atentados y más de 7.000 víctimas

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Todo aquello que rodea a Mikel Lejarza transpira cierto olor a enigma. Él mismo admitió que nunca supo por qué los gerifaltes del SECED –la agencia predecesora del CNI, creada durante la dictadura– escogieron su nombre de guerra: ‘El Lobo’. Quizá porque estaba destinado a infiltrarse en una jauría. Son pocos los que conocen su rostro. A cambio, resulta casi imposible hallar díscolos que no hayan oído hablar del espía que, a principios de los setenta, pasó tres años infiltrado en la banda terrorista ETA. El tiempo necesario para decapitarla y propiciar más de un centenar de detenciones, que se dice pronto, allá por 1975.
‘El Lobo’ concedió su primera entrevista en profundidad al diario ABC en mayo de 1995, poco antes de que un libro que versaba sobre su vida fuese alumbrado en España.
El encargado de dirigir la conversación fue el periodista Jesús María Zuloaga, quien le citó en un céntrico restaurante de Ciudad de México. Normal ya que, para entonces, la ETA que detuvo sus barbaridades hace hoy diez años todavía andaba tras sus pasos. «Ha sido el topo que más daño ha hecho a la banda terrorista», explicaba el reportero. A cambio, y como el mismo espía admitió con cierta amargura, obtuvo gloria, pero también una jubilación en el anonimato: «He dedicado mi vida a salvar otras y me he convertido en un proscrito».
Los secretos del buen espía
Zuloaga dejó hablar a su entrevistado. Y para no hacerlo. A lo largo de nada menos que cuatro páginas, ‘El Lobo’ desgranó, miga a miga, cómo fueron sus primeros pasos en los servicios secretos de la época franquista. Como toda buena historia, la suya tuvo un curioso arranque. «Estamos en diciembre de 1973. El atentado contra el almirante Carrero Blanco ha conmocionado a la policía y a los servicios secretos españoles, que entonces contaban con muy poca información sobre ETA», contextualizó Lejarza.
Por entonces él vivía en Basauri y poca –o ninguna– idea tenía de política o de terrorismo. Más bien dedicaba su tiempo a estudiar Bellas Artes y a pasar los ratos muertos con su panda de amigos.
+ info«Un pariente que trabajaba en la Brigada Político Social me habló de la posibilidad de trabajar en contra de ETA», añadió. Al vasco siempre le había atraído la idea de sacrificarse por los demás, así que aceptó. Su destino fue el SECED, donde aprendió a marchas forzadas lo básico para infiltrarse en el grupo terrorista. «El cursillo que realicé en 1974 fue muy corto. Me enseñaron tácticas de evasión, sistemas para enviar mensajes cifrados, pero nada de técnicas de infiltración». En lo que fueron claves sus superiores es en no dudar jamás. «Lo que sí me enseñaron es a tener confianza en mí mismo, que es lo más importante para una persona que se va a infiltrar en una organización así».
Ya bien enseñado, empezó el duro y largo camino hacia la cúpula de ETA. Lo primero que hizo fue hacerse amigo de los grupos del entorno. De allí pasó a conocer a un jefe de «comandos», un tal ‘Smith’, bajo la excusa de que quería «dar leña a la policía». Corría entonces 1974 y su tapadera era todavía tan frágil como una copa de cristal. Cualquier paso en falso le podía delatar, pero no ocurrió. «Mi trabajo pronto dio sus frutos. Gracias a los datos que yo había proporcionado se había conseguido interceptar una maleta con abundante documentación de ETA, la primera seria que se conseguía sobre la banda», desveló el espía al periodista.
Vida de pesadilla
A partir de entonces, a ‘El Lobo’ no le quedaba más remedio que aullar a la luna cuando caía la noche y se hallaba junto a sus compañeros terroristas. Como hablaba en sueños, evitaba dormir por miedo a desvelar su verdadera identidad. Fue una verdadera pesadilla que casi acaba con él. «Aquello era un suplicio. Era como vivir dentro de una pecera en la que, en cualquier momento, otro pez, más grande y peligroso, te puede devorar. Aprovechaba cualquier momento, por la tarde, para echar una cabezada. Lo que ocurre es que, todavía hoy, casi no puedo dormir por la noche», admitía.
Aunque lo que conseguía desquiciarle eran las conversaciones de los terroristas. En una ocasión se le revolvió el estómago cuando un etarra le contó que habían sacado los ojos con destornilladores a tres gallegos. Se trataba de José Humberto Fonz Escobedo, Jorge Juan García Carneiro y Fernando Quiroga Veiga, tres desafortunados que fueron secuestrados, torturados y asesinados al confundirles con policías.
+ infoY eso, sin contar la ingente cantidad de golpes de mano, ataques contra la policía y robos a bancos de los que tuvo constancia. «Para pasar los mensajes al SECED en Francia utilizaba un coche en el que se dejaba una señal, como un pañuelo en el volante, y el mensaje se metía por una ventanilla ligeramente abierta», explicaba el periodista.
Entre los planes más rocambolescos que ayudó a cercenar, Lejarza quiso dejar constancia de uno en las páginas de ABC: el intento frustrado de raptar al abuelo de Felipe VI. «Al salir de la calle, un día, me encuentro con ‘Smith’ y con ‘Chao’ y me llevan a un piso de Hendaya, donde permanezco escondido. Me entero de algunas cosas y paso información al SECED, como la que evitó el secuestro de don Juan de Borbón cuando se encontraba en una embarcación en Mónaco, en la Costa Azul, en agosto de 1974». Durante sus años como infiltrado, los servicios secretos españoles conocieron al dedillo los planes de la banda terrorista ETA.
Fin de la tapadera
Poco a poco, mes a mes, ‘El Lobo’ continuó ganándose la confianza de la banda terrorista. Así, hasta que meses después dio el que fue su golpe maestro. «En junio de 1975 pasamos a España y, un mes después, gracias a los datos que proporciono, se desarrolla la primera gran operación en la que son detenidas 150 personas en toda España, no solo de ETA, sino también de organizaciones de extrema izquierda como el FRAP y la UPGA, que tenía relación con ETA», explicó a este diario.
Aquellos fueron sus peores momentos dentro del CESED. No ya porque los terroristas empezasen a sospechar de él –que también–, sino porque debía participar en todas las operaciones para no levantar sospechas, y eso le exponía demasiado frente a la policía.
+ infoPero lo que no olvidará jamás, aquello que no se le escapará de la mente, fue el día en que decidió que su tapadera había tocado a su fin. «Dos miembros de ETA, ‘Yon’ y ‘Ezquerra’, me dijeron que querían hablar conmigo y nos fuimos en coche hasta las afueras de Madrid». Pararon en Ciudad Universitaria y acabaron sentados en un par de bancos. La tensión era más letal que las balas para ‘El Lobo’. «Me dijeron que a él en una ocasión le habían acusado de ser agente de la CIA. Al final, me comentó que les había llegado, de mano de independentistas catalanes, que yo era un infiltrado y que lo había dicho la BBC», explicó el agente a ABC.
Había muchas reacciones que podían haber brotado de Lejarza. Por suerte, tuvo la adecuada: amenazó con marcharse de la banda, dejar sus pistolas allí mismo y no volver jamás. Y vaya si le creyeron. Todo volvió a la normalidad hasta unos días después, cuando los fulanos ‘Yon’ y ‘Ezquerra’ fueron detenidos y ETA no volvió a saber nada de ‘El Lobo’. Su despedida fue una misiva en la que les explicaba la verdad. Aunque eso, como se suele decir, es otra historia.