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Las acertadas predicciones del autor de '2001, una odisea del espacio'

«Se acerca el día en que los empleados de oficina y los intelectuales harán su trabajo sin salir de sus viviendas», auguró Arthur C. Clarke en los años setenta

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Clarke estaba convencido de que la automatización del trabajo cambiaría la forma de vida de la Humanidad - ABC
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El científico y escritor británico Arthur C. Clarke, autor de la novela '2001: Una odisea del espacio' que con tanto éxito se llevó al cine, anticipó hace ya 40 años cómo sería la existencia del ser humano en el futuro. Leer hoy el extenso artículo que firmó en ABC en 1977 produce un cierto escalofrío, de lo acertadas que fueron algunas de sus predicciones. No pudo ni imaginarse que la Humanidad atravesaría en 2020 una de las peores epidemias de su historia, que obligaría a la gente a confinarse en su casa, pero sí vaticinó que el teletrabajo sería una realidad. «Se acerca el día en que los empleados de oficina y los intelectuales harán su trabajo sin salir de sus viviendas», vaticinó este autor visionario.

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Clarke estaba convencido de que las comunicaciones instantáneas con los más remotos lugares del Universo y la progresiva automatización de gran parte del trabajo del hombre cambiarían radicalmente la forma de vida de la Humanidad.

«El hombre es un animal comunicativo: exige noticias, información, entretenimientos, casi tanto como comida. En realidad, como ser humano en funcionamiento, puede sobrevivir mucho más tiempo sin comida -¡y aún sin agua!- que sin información», comenzó diciendo el famoso científico y escritor. Lo habían demostrado experimentos sobre privación sensorial y para él, era una hecho «verdaderamente sorprendente en torno al cual se podría construir toda una filosofía».

«En la práctica es posible, pues, que se consiga cualquier avance fundamental en la capacidad de comunicación, y dicho avance se difundirá ampliamente, sin duda, tan pronto como pueda ponerse en práctica», auguró más de una década antes de que naciera Internet.

Clarke recordó que en 1876, cuando la noticia del teléfono llegó a Inglaterra a través del cable telegráfico submarino de Cyrus Field, se le preguntó al jefe de la Estafeta de Correos si la nueva invención norteamericana tendría algún valor práctico. «Su respuesta fue: 'No, señor. Los norteamericanos tienen necesidad del teléfono, pero nosotros no. Tenemos muchísimos recaderos'. ¿Hubieran soñado, hace cien años que llegaría un tiempo en que este juguete primitivo no sólo estaría en todos los hogares y oficinas, sino que sería la base esencial de toda la vida social, administrativa y comercial del mundo civilizado? ¿O que un día habría aproximadamente un aparato para cada 10 seres humanos en el planeta?», se preguntaba. (Qué decir de ahora, cuando más del 90% de los españoles tiene un smartphone).

Con esta versión, el teléfono llegó a muchos pueblos de España en los años 70+ info
Con esta versión, el teléfono llegó a muchos pueblos de España en los años 70 - Teodoro Naranjo

En 1977 se utilizaban ya «los ingredientes básicos de los instrumentos ideales de comunicación», continuaba Clarke en su artículo. El computador normal, con teclado y pantalla visual, más sonido de alta fidelidad y cámara de televisión, era «casi» un hecho. «Con este instrumento podríamos tener una interacción cara a cara con cualquier persona de cualquier lugar de la Tierra y enviar o recibir cualquier tipo de información», preveía.

El científico consideraba, además, otras posibilidades. «¿Necesitamos realmente un teclado?». Clarke estaba seguro de que todos entonces le responderían que «sí», porque se deseaba mecanografiar los mensajes, observarlos y editarlos antes de transmitirlos. « Un sistema fiable de reconocimiento de la voz, capaz de reproducir el acento, las inadecuaciones y el 'error humano' es algo más complejo que un simple teclado alfanumérico», admitía.

Sin embargo, él había llegado a la conclusión de que las personas dispondrían de tal aparato en el siglo próximo. «Aunque la mayoría de nosotros todavía marcaremos los números en el año 2001, no dudo de que antes de 2077 diréis simplemente a vuestro aparato: 'Ponme con Fulanito de tal'». No ha habido que esperar tanto. Hoy ya es una realidad en nuestros móviles con reconocimiento de voz.

Teletrabajo y correo electrónico

Clarke continuó explicando que era evidente que los medios audiovisuales podían completar la revolución iniciada por el teléfono. «Se acerca el día en que los empleados de oficina y, en general, los trabajadores intelectuales hagan quizá el 95% de su trabajo sin salir de casa», aseguró.

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«Desde luego -vaticinó de nuevo con acierto- el computador familiar se encargaría de la mayor parte de la correspondencia actual; los mensajes estarían almacenados en su memoria esperando que pulséis la llave cuando lo deseárais. Luego mecanografiaréis la respuesta, o bien llamaréis a la otra parte para charlar 'cara a cara'».

Solo preveía Clarke un serio problema: la enojosa cuestión de los horarios. «Estos resultarán intolerables en la ciudad electrónica global, donde todos seremos vecinos, pero en la que un tercio de nosotros estará durmiendo en un momento dado». Creía que la red global de telecomunicaciones del siglo XXI podría abolir los usos horarios. «Es de suponer que haya que establecer un horario común para todo el planeta».

«Durante el curso del día usaréis el computador familiar para llamar a vuestros amigos y ocuparos de los negocios, tal como usáis ahora el teléfono, pero con esta diferencia: podréis intercambiar cualquier cantidad de información tabular, visual o gráfica», defendía.

Por entonces, los intentos de agregar la visión al teléfono -como el teléfono visor de Bell- no habían tenido mucho éxito, pero Clarke estaba seguro de que se debía al costo, al tamaño reducido de la imagen y a los escasos servicios disponibles. «Nadie hubiera predicho un gran futuro para los primeros 'televisores', con sus imágenes vacilantes del tamaño de un sello postal», recordaba. Él estaba convencido de que las limitaciones técnicas serían superadas y de que en el futuro se dispondría de teléfonos con pantalla.

«Informaníacos»

También fue consciente ya en 1977 de las posibilidades ilimitadas que ofrecían los ordenadores como medios de entretenimiento e información. «En cualquier momento podremos solicitar los titulares de las noticias en la pantalla, y ampliar los que nos interesen para obtener un relato completo con diferentes niveles de profundidad. Por primera vez, será posible lograr un servicio informativo inmediato, selectivo y profundo».

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«El periódico electrónico, además de sus otros méritos, tendrá dos ventajas ecológicas. Guardará bosques enteros para la posteridad, y reducirá a la mitad el costo de recogida de desperdicios. Esto solo bastaría para justificarlo... y para pagarlo», añadió.

Era consciente el científico de que podían aparecer «formas virulentas de adicción a las noticias», que darían lugar al nacimiento de «un tipo de personas incapaces de perderse nada de lo que esté pasando en alguna parte y que pasarán todas sus horas de vida adheridas al computador». Clarke había acuñado incluso un nombre para ellos: «informaníacos».

Él había soñado más de una vez en tener acceso desde su casa a todos los libros e impresos, a las grabaciones y películas, a todas las artes visuales de la humanidad. «¿Qué impresión produciría el tener la Biblioteca del Congreso -todas las grandes bibliotecas del mundo- en la punta de los dedos?», se preguntaba.

Teléfonos móviles

Predijo asimismo que los teléfonos perderían su cordón umbilical metálico y que sería posible contactar con cualquier persona través de un teléfono-reloj-pulsera. «Salvará cientos de miles de vidas cada año. Todos conocemos de tragedias -accidente automovilísticos, en carreteras solitarias, montañeros perdidos, naufragios, incluso situaciones de desamparo en el hogar- en las que un medio de comunicación hubiera significado la diferencia entre la vida y la muerte. Incluso bastaría un sistema de emergencia mediante el cual se pudiese enviar una señal de SOS. Se trata de una posibilidad del futuro inmediato; el único problema real es el de las alarmas falsas», decía.

Y destacaba entre las funciones que podría tener ese teléfono-reloj la posibilidad de que contuviera una guía telefónica, «una memoria para retener algunos centenares de los números más usados», así como calculadoras. «Sería una compañía constante, que cumpliría la misma finalidad que una secretaria humana», escribió.

La electrónica podía, además, multiplicar los profesores. Por entonces se había realizado un experimento social en la India, utilizando un satélite de la NASA para difundir programas educativos para miles de pueblos. Ese satélite de comunicaciones era el único que entonces podía transmitir señales que pudieran captar los televisores ordinarios. Clarke veía en esta experiencia un punto de partida de un sistema educativo global vía satélite, de muy bajo coste para el alumno. «Es difícil que haya mejores inversiones en la futura salud, felicidad y paz de la humanidad», sostuvo antes de referirse a futuras conversaciones desde el espacio o a futuros viajes interestelares. Quién sabe si un futuro más futuro...

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